Dice un buen amigo, que ya no existe el “yo” sino el “blog”, que todos andamos convirtiendo nuestros antiguos diarios en los que relatábamos las peripecias del yo, en un yog que se mueve en el espacio virtual.
A este paso los millones de diarios personales, de blogs en el espacio, compondrán una sinfonía de yoes flotando en el vacío a la espera de que alguien nos entienda y nos envíe un gesto, una señal de que se ha comprendido la especial cualidad de nuestra existencia.
Si los blogs forman parte del mismo género que los diarios personales, no comprendo mi afición a este formato. Como todos, de pequeña compré un cuaderno de diario con su correspondiente llave para ponerlo a salvo de la voracidad informativa de mis hermanos. Mis amigas me recomendaron que anotara en él todo lo que me iba sucediendo durante el día y que, así que pasaran unos meses, tendría un relato interesante de mi propia existencia. Empecé a hacerlo con gran dedicación pero, muy pronto, me di cuenta de que mi vida era tremendamente monótona. Apuntaba con precisión lo que había hecho durante días que eran iguales como gotas de agua. La redacción del diario me recordaba las molestas confesiones con los curas en las que me daban ganas de inventarme pecados para no repetir la retahíla de una vida aburrida: “Sí, me he peleado con uno de mis hermanos, he desobedecido a mi madre. ¿Algo más? –me preguntaba con tono insinuante- No, nada. Pues dos padresnuestros y tres avemarías”. Siempre tres avemarías. Estaba muy decepcionada de mi misma y de mi propia existencia porque las cosas importantes les ocurrían a los otros. Poco tiempo después descubrí que lo realmente interesante no era lo que me ocurría a mí sino lo que sucedía a mi alrededor o lo que podría inventarme y, sin darme cuenta, me pasé al campo de la literatura y abandoné para siempre el viejo diario de anotaciones sin sentido.
Excepto alguna experiencia dramática en la que he recurrido más como terapia que como ejercicio literario a esa forma narrativa, nunca ha vuelto a escribir un diario. Me gustó, sin embargo, una idea de Ferrán Gallego que cultivaba una especie de diario de lecturas y reflexiones literarias que le pido desde aquí que publique. Porque estos espacios sirven para hacer públicos, para compartir experiencias , reflexiones y aficiones. Y son desinteresados y gratis. O es la última gran explosión de soledades, ahora que la literatura solo escribe de nostalgias.
A este paso los millones de diarios personales, de blogs en el espacio, compondrán una sinfonía de yoes flotando en el vacío a la espera de que alguien nos entienda y nos envíe un gesto, una señal de que se ha comprendido la especial cualidad de nuestra existencia.
Si los blogs forman parte del mismo género que los diarios personales, no comprendo mi afición a este formato. Como todos, de pequeña compré un cuaderno de diario con su correspondiente llave para ponerlo a salvo de la voracidad informativa de mis hermanos. Mis amigas me recomendaron que anotara en él todo lo que me iba sucediendo durante el día y que, así que pasaran unos meses, tendría un relato interesante de mi propia existencia. Empecé a hacerlo con gran dedicación pero, muy pronto, me di cuenta de que mi vida era tremendamente monótona. Apuntaba con precisión lo que había hecho durante días que eran iguales como gotas de agua. La redacción del diario me recordaba las molestas confesiones con los curas en las que me daban ganas de inventarme pecados para no repetir la retahíla de una vida aburrida: “Sí, me he peleado con uno de mis hermanos, he desobedecido a mi madre. ¿Algo más? –me preguntaba con tono insinuante- No, nada. Pues dos padresnuestros y tres avemarías”. Siempre tres avemarías. Estaba muy decepcionada de mi misma y de mi propia existencia porque las cosas importantes les ocurrían a los otros. Poco tiempo después descubrí que lo realmente interesante no era lo que me ocurría a mí sino lo que sucedía a mi alrededor o lo que podría inventarme y, sin darme cuenta, me pasé al campo de la literatura y abandoné para siempre el viejo diario de anotaciones sin sentido.
Excepto alguna experiencia dramática en la que he recurrido más como terapia que como ejercicio literario a esa forma narrativa, nunca ha vuelto a escribir un diario. Me gustó, sin embargo, una idea de Ferrán Gallego que cultivaba una especie de diario de lecturas y reflexiones literarias que le pido desde aquí que publique. Porque estos espacios sirven para hacer públicos, para compartir experiencias , reflexiones y aficiones. Y son desinteresados y gratis. O es la última gran explosión de soledades, ahora que la literatura solo escribe de nostalgias.
PD.- La foto es de mi amigo Jesus Marín y es el atardecer en la Dehesa de Abajo
1 comentario:
Los yogs te permiten algo de notoriedad casi clandestina (buena contradicción) y un público más o menos admirativo y disperso. Lo que prueba que todos/as andamos buscando confesor/terapeuta. ¡Estos seres humanos...!
Rigoletto
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