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domingo, 2 de junio de 2013

TIJERITAS, MOTOSIERRAS Y PAGA EXTRA

 
Puedes leerlo completo en EL PAÍS ANDALUCÍA 

   Pertenezco a una familia de antiguos propietarios de tierras arruinados, que desconocían el valor del dinero. Mi padre empezó a trabajar pasados los 40 años, forzado ya por las deudas. Nunca hubiese consentido vender un solo olivo de su pequeña hacienda familiar, pero el dinero le provocaba una fastidiosa mezcla de desdén y necesidad. Cuando cobraba la paga extraordinaria, nos congregaba en el salón y tiraba los billetes al techo. Los niños recogíamos los billetes y lo guardábamos junto con las muñecas, el fuerte de los vaqueros o el dinero falso del Monopoly. Horas después los devolvíamos a cambio de promesas falsas o porque el juego, simplemente, había terminado.

   El nombre de la paga extraordinaria delata nuestro origen de país sin derechos. Para los mayores era la paga del 18 de julio y de la cristianísima Navidad. Un pequeño obsequio con el que el poder mostraba su lado más amable. Solo la democracia dignificó este pago como parte del salario, lo aumentó y reguló. O al menos así lo creímos hasta que la crisis nos devolvió a los años 60.
Lo que creíamos parte de nuestros derechos laborales vuelve a ser una potestad graciosa y arbitraria del poder. Con un simple decreto —el más bajo rango normativo— se esfuma una parte importante del salario de los funcionarios, sin explicaciones ni transparencia alguna.
 
   Los empleados públicos han sido el juguete favorito de esta crisis. Tanto que ha habido competencia desleal para esquilmar sus retribuciones. La Administración andaluza decidió suprimir la mitad de la paga extra pero el Gobierno central se adelantó y la quitó por completo. La Junta de Andalucía se quedó con las tijeras al aire, sin material recortable. No hay sueldo para tanto Freddy Krueger.

   Nuevamente las palabras pueden ser muy engañosas. Al hablar de suprimir la “paga extraordinaria” ocultamos que se trata de un brutal descenso de salarios que alcanza más del 14% de las retribuciones anuales, sin contar el efecto de la congelación salarial, la subida del coste de la vida o de los impuestos que han vuelto a caer solo y exclusivamente sobre las rentas del trabajo. Las consecuencias de este sacrificio han sido contraer el consumo hasta límites catastróficos.

   Cuando Aznar reclama la bajada de los impuestos no es un estrafalario expresidente, es un dardo que ha dado de lleno en el malestar de las clases medias, empobrecidas, desorientadas, que se sienten indefensas ante la acción de los Gobiernos. Es sumamente hipócrita que el mayor defensor del austericidio venga ahora a proclamarse salvador de sus propias políticas, pero los procesos políticos no son justos ni bellos. Son simplemente un juego de fuerzas, de relatos y de transmisión de ideas.

   Por eso choca tanto que el Gobierno andaluz reduzca esta batalla a un grado permisivo de recortes. Tijeritas andaluzas contra la motosierra del Gobierno central. “Ellos te quitan una paga entera y nosotros la mitad”, “ellos despiden el 70% de los interinos, nosotros el 50%”. El hartazgo social avanza de forma exponencial y cualquier nuevo recorte viene a colmar la medida de un vaso rebosante de desdichas. En la sanidad es evidente el descenso de salarios, la acumulación de enfermos, el colapso de las urgencias. En las cárceles, en la dependencia, en la enseñanza el personal está al límite de sus fuerzas. En todos los servicios, las bajas no se cubren, se contratan con cuentagotas interinos y se les paga lo menos posible.

   Ningún ciudadano tiene en su cabeza una tabla Excel para anotar cuántos de estos recortes proceden del Gobierno central y cuáles del andaluz. Y aunque sea verdad que en el contador gana por goleada el equipo azul de la motosierra, hay decisiones como esta nueva supresión de la paga extraordinaria que son responsabilidad plena del Gobierno andaluz. Que necesitan este dinero, es evidente. Que vayan a acudir nuevamente a los bolsillos de los trabajadores públicos, realmente incomprensible.

martes, 22 de enero de 2013

EL DÍA QUE ACABÓ LA CRISIS

Publicado en El País Andalucía

           Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.

           Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa —mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en derechos y en salarios.

           Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, entonces la crisis habrá terminado.

           Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta bancaria; cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras vidas, entonces se habrá acabado la crisis.

            Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula puesta cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes de la solidaridad, entonces nos anunciarán que la crisis ha terminado.

              Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.

             Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente en disputa.

             De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto público por allá y voilà: su obra estará concluida. Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra rendición.

martes, 8 de enero de 2013

DE LAS MAREAS AL TSUNAMI


Publicado en el País Andalucía

           Se están agotando los colores del arco iris. O dicho bajo el prisma mercantil de Esperanza Aguirre: se están enriqueciendo los vendedores de camisetas, pegatinas y pancartas. Es posible que hayamos comprado menos ropa de temporada que nunca, pero empezamos a tener una colección de camisetas con todos los colores del arco iris.

          Si hace tres años alguien nos hubiera dicho que veríamos a los jueces y magistrados en manifestación a la puerta de los juzgados, lo hubiéramos tildado de loco. Si alguien nos hubiera contado que ese cirujano tan serio, esa nefróloga tan inaccesible, iba a estar en la puerta del hospital participando en una manifestación contra los planes del Gobierno, le hubiéramos respondido que sueña despierto.
Antes de la crisis solo conocíamos puntuales mareas rojas de trabajadores que iban jalonando de cruces negras el lento desangrar industrial o productivo de nuestro país o que señalaban la marcha inexorable de unas privatizaciones salvajes. Eran movilizaciones de monos azules, de pancarta roja, de puño en alto y de presencia sindical.

           Ahora, junto a esas movilizaciones que todavía persisten y que rompen los restos del encaje industrial de nuestras ciudades —como el doloroso cierre de Roca— , aparecen nuevas formas de protesta y nuevos protagonistas que toman la calle en forma de movimientos marítimos que van o vienen, pero que son constantes, masivos y sorprendentes.

           Conforme se avanza en el empobrecimiento de las clases medias y en el desmantelamiento de los servicios públicos, surgen mareas de protestas que se expresan con colores propios pero que tienen más semejanzas entre sí que diferencias. Profesores y alumnado pusieron en marcha una marea verde de esperanza en el sistema educativo; el personal sanitario y los pacientes crearon una marea blanca que rodea hospitales y centros de salud. Desde el interior de los juzgados nació la marea amarilla, por la igualdad ante la justicia y contra las tasas judiciales; desde miles de hogares surgió una marea naranja que denuncia el desmantelamiento de la atención a la dependencia y a los servicios sociales. Curiosamente, la única marea no organizada, no visible, es ese abismo oscuro del paro, en el que navegan casi seis millones de personas.
Las mareas reivindicativas no son en absoluto corporativas. Entre los cientos de manifiestos, plataformas y anuncios, resulta prácticamente imposible detectar una reclamación que no sea general, de mejora de la sociedad en su conjunto, de resistencia al recorte de derechos sociales. Hay en estas mareas el intento de dar voz a los que no la tienen, de hacer pedagogía con la protesta y mostrar que el camino emprendido nos empobrece a todos y ahonda el abismo de desigualdad social.

            Son mareas sectoriales, que no corporativas, que tienen mucho en común pero que, como diría el poeta, no desembocan en algo general porque no hay cauce, instrumentos ni instituciones que representen su esperanza y que tengan el prestigio necesario para acogerla en sus únicas manos. No son movimientos antipolíticos o antisindicales. De hecho, la mayor parte del sindicalismo participa en ellas y se reciben con los brazos abiertos los apoyos puntuales de las fuerzas políticas pero no delegan su representación en ninguno de ellos. Son, en realidad, un gran movimiento ciudadano que acaba de emerger y que tantea nuevas formas de expresión. Han aprendido del 15M pero no son el 15M; necesitan del concurso de la política pero desconfían de su sinceridad y de su altura de miras.

           El problema es que para conseguir los cambios que proponen y poner fin al acoso de los servicios públicos necesitan convertir esas mareas de colores que llegan a nuestras playas en un gran tsunami de esperanza y de unidad. De momento el Gobierno estudia cómo frenar todo tipo de protestas. Es posible que su sismógrafo les alerte de que, allá en lontananza, hay un movimiento de unidad de este arco iris.

sábado, 30 de junio de 2012

LA ALDEA GALA

Publicado en el País Andalucía

“Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor..." Así empezaba cada una de las aventuras de Astérix que fueron evocadas en un vídeo del PSOE en la reciente campaña electoral. Los ejércitos de Julio César Rajoy no podrían cruzar la frontera de Despeñaperros porque el voto de los valientes galos impediría su avance el 25 de marzo. Y así fue: el voto popular impidió el ascenso al poder de la derecha, las huestes del ejército romano se vieron obligadas a emprender la retirada tras su fracaso en las tierras del sur, e incluso su comandante Caius Bonus Arenas fue retirado del mando y reclamado al corazón del imperio donde, al parecer, tendrá que librar una dura batalla con Lucrecia Cospedal, aunque eso es otra historia.

Estábamos en que Andalucía se había convertido en la aldea gala, dispuesta a hacer frente al ejército de tijeras de los romanos y a dejarse la piel en el intento. Hasta las diferentes tribus, enemistadas desde tiempo inmemorial, firmaron un acuerdo para formar un gobierno conjunto y marcar las diferencias de políticas entre derecha e izquierda. Resultó, eso si, un tanto sospechoso, que los más fervientes defensores de la insurrección y la rebeldía, reclamaran, en vez de prefecturas fundamentales que marcaran la diferencia y las novedades (como empleo, educación, cultura o medio ambiente), otras casi desprovistas de contenido o de presupuesto. Aun así, la ciudadanía gala saludó mayoritariamente este acuerdo.

Los romanos, a pesar de su derrota, no iban a cejar en su empeño de dominar Andalucía. Lo que no consiguieron las armas de los votos, podría ser obtenido por el cerco económico. Los incautos galos no habían caído en la cuenta de que el poder corresponde a los que se sientan sobre el cofre del dinero. El senador Calígula Minus Montoro, con un equipo selecto de escribanos y contables, arrodilló a los ejércitos galos en las primeras incursiones. El total del ajuste fue calculado en su integridad por técnicos romanos y adobado con la vendetta por el desaire recibido. Al tiempo que en las dependencias de Fórum Financiero se imponían estos ajustes, el ejército romano de reserva en Andalucía votaría en contra y alentaría a la sublevación contra las medidas que ellos mismos decretaban. ¡Están locos estos romanos!

Astérix, Obélix y Panorámix volvieron consternados a la aldea gala. En vez de informar con pelos y señales a sus vecinos de los planes que les habían impuesto, se pusieron a hacer alambicados cálculos para evitar los efectos más perniciosos del ajuste, pero el margen era realmente muy escaso. Le dijeron al pueblo galo que confiara en ellos, que comprendían su malestar, pero que se marcharan a su casa. Perdieron la batalla sin empezar siquiera a darla y entonaron una jaculatoria irritante: “Lo hacemos por imperativo legal”.

No quisieron informar de las ciento y una triquiñuelas con las que se había impuesto una cantidad brutal a la aldea gala; cómo se rieron de la reclamación andaluza para hacer cumplir las leyes y los estatutos; cómo calcularon cada partida con especial rigor mientras que a otros territorios de la Hispania se le aceptaban cuentas del Gran Capitán. Muchos galos piensan que sus jefes deberían haber dado la batalla, incluso aunque al final fuesen derrotados y que es un tremendo error congelar el espíritu de ese 25-M.

Esa es la explicación por la que en mi instituto, como en todos los centros de enseñanza, sanitarios o de la administración, con el aumento de las horas lectivas y unas ratios descabelladas en la enseñanza semipresencial vayan a salir a la calle 10 o 12 profesores. Estoy segura de que si los planes de Julio César Rajoy se hubiesen cumplido por completo las personas despedidas hubiesen sido el doble, pero eso no consuela: nadie se felicita por los males evitados, sino que se sufre por el dolor presente. Por eso los generales galos, más que lamentarse por la presión de los romanos, deberían tomar la poción mágica y dar con más contundencia las batallas

domingo, 10 de junio de 2012

CUÉNTAME OTRO CUENTO

Cuando ustedes lean este artículo es posible que la decisión sobre el rescate de España esté ya tomada. Nos dirán que no somos Grecia, ni Portugal ni Irlanda; que nuestro rescate será más suave, más edulcorado. Y es posible que así sea, sobre todo porque en Europa se empieza a abrir camino la idea de que los rescates severos han sido un tremendo fracaso, una espìral infernal que lejos de solucionar los problemas de estos países, los ha hundido en la miseria.


A pesar de esto, es evidente que cuando el rescate entra por la puerta, la democracia salta por la ventana. La opinión de la ciudadanía, sus derechos constitucionales, sus estatutos de autonomía, toda su arquitectura social e institucional quedan en papel mojado. Un equipo de técnicos desalmados (etimológicamente sin alma) se establecerá en nuestro país y constituirá una especie de gobierno en la sombra que controlará nuestra situación económica, vigilará nuestras decisiones y someterá a autorización previa cada gasto o ingreso.

Lo realmente indignante es la sensación de ser engañados con una serie de relatos interesados que cada día obligaban a más y más sacrificios a los de abajo. A estas alturas, con las cuentas algo más claras, ya sabemos que de los casi cuatro billones de euros de deuda de nuestro país más de dos billones y medio corresponden a bancos, cajas y grandes empresas. Sin embargo el relato que nos han contado hasta la extenuación es completamente diferente.

Al inicio de la crisis nos dijeron que la deuda de las familias, era la principal responsable de nuestra ruina, que el pueblo había vivido por encima de sus posibilidades y que ahora tocaba apretarse el cinturón, reducir los gastos familiares y aumentar la productividad. Bajo este cuento han aprobado la más salvaje reforma laboral de nuestro país, han aumentado horarios y reducido salarios.

El segundo cuento no se hizo esperar: en esta nueva versión el verdadero responsable de la crisis era el despilfarro del Estado. La foto de unos cuantos aeropuertos u obras públicas descabelladas servían al relato de que el estado del bienestar era insostenible. Las becas de nuestros estudiantes, la asistencia sanitaria o el cuidado de nuestros mayores tenían la culpa de nuestra depresión económica. De nada sirvió argumentar que el Estado tenía superávit hasta fecha muy reciente, que su déficit se ha creado por la caída de los ingresos y no por nuevos gastos y que el volumen total de la deuda pública no llega al 19 por ciento del total del endeudamiento de nuestro país. Su cuento exigía que el estado del bienestar fuera desmantelado y sacaron a pasear a miles de articulistas, presuntos expertos y centenares de políticos de derechas que estaban dispuestos a acabar con todo lo público, sobre todo si se llamaba enseñanza, salud, investigación o cultura. Con este cuento han hecho un recorte brutal de los servicios públicos, han empobrecido los derechos sociales para convertirlos en beneficencia, han castigado a funcionarios y a todos los servidores públicos para mayor gloria de las futuras privatizaciones.

El tercer relato, el que nos describa lo que ha ocurrido en realidad, nadie nos lo va a contar. Lo vamos construyendo con informaciones parciales, silencios interesados, contradicciones evidentes. Los diez mil millones de recorte del gasto con el que se ha deteriorado toda nuestra asistencia educativa y sanitaria, palidecen ante los veinte mil millones ofrecidos generosamente a Bankia. El sacrificio de millones de trabajadores que viven al límite se lo embolsan los mercados en una sola sesión de la disparatada prima de riesgo. No eran, por tanto las familias, ni el estado del bienestar, ni nuestros salarios los responsables de la crisis ni servían para nada nuestros sacrificios. Ahora, nos rescatan de sus pérdidas y nos hacen pagar sus excesos. Los mismos que aceptaron a regañadientes un estado social y unos cuantos derechos sociales pensaron que no podían desaprovechar una buena crisis para ganar las batallas perdidas en los últimos treinta años. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. De momento.

Publicado en El País Andalucía




domingo, 20 de mayo de 2012

DOS VARAS DE MEDIR


Publicado en El País Andalucía
Ya sé que no es políticamente correcto decirlo en voz alta pero están maltratando a Andalucía. Ya sé que en medio de la tormenta financiera que se abate sobre nuestro país, es mejor salvar el acuerdo por el que se han aprobado los planes de las Comunidades Autónomas y esperar tiempos mejores, pero la verdad no puede resentirse hasta el extremo de presentar como justa, la injusticia y como colaboración el resultado de la amenaza.


En primer lugar, ha sido el gobierno y solo el gobierno quien se ha empeñado en desprestigiar la labor de las comunidades autónomas y la que ha desplazado el déficit del gobierno central hacia la periferia. Ha sido una tremenda irresponsabilidad porque el deterioro de la solvencia de cualquier comunidad, recaía como un boomerang contra la marca España. Pero ha exigido el recorte autonómico, más allá de lo razonable, como una forma de forzar la disminución del gasto en los servicios públicos esenciales, salud y educación, a los que no aman en absoluto.

En segundo lugar, el gobierno central ha jugado contra la marca Andalucía especialmente desde que perdieron las elecciones del pasado 25-M. El Ministro Montoro, que ayer se investía de la autoridad de un juez y de un censor de cuentas, dedicó buena parte de su actividad en los meses pasados a desprestigiar las finanzas andaluzas, a hablar de facturas ocultas y de balances poco transparentes. Ni siquiera pidió perdón por sus afirmaciones cuando se demostró de forma fehaciente que Andalucía debía a los proveedores menos de la mitad que Valencia y casi igual que Murcia con una población de 400.000 habitantes. Atacar las finanzas andaluzas ha sido un deporte entre los altos cargos del PP, jaleados por las peticiones de intervención de la derecha mediática.

Pero el castigo a Andalucía no ha cesado ni por un momento y el antiandalucismo se ha convertido en leitmotiv de la política estatal. Se ha establecido así una doble vara de medir en las decisiones económicas que los gobernantes andaluces deberían de explicar con claridad. En la reunión del Consejo de Política fiscal y financiera donde se aprobaron los planes de ajuste de las comunidades se pudo comprobar la falta de ecuanimidad y de criterios. El tribunal ante el que Andalucía presentaría sus cuentas era inquietante. El juez supremo que marcaría el destino de Andalucía, el señor Montoro, el mismo que nos mandaba al infierno de la intervención sin mirar ni siquiera los balances., Mientras que las cuentas de Murcia, Castilla la Mancha o Valencia, que duplican el déficit andaluz, fueron aprobadas literalmente “con nota”, amagaron con dejar en suspenso las cuentas de Andalucía. Mientras que a otras comunidades se les aceptaban recortes contabilizados a la manera de las cuentas del Gran Capitán a Andalucía se les exigía justificar hasta el último euro.

Sin querer provocar ninguna confrontación territorial con Cataluña, cuyo Conseller tuvo diez veces más visión de estado que el propio ministro Montoro, a esta comunidad se le aceptó recuperar la inversión prevista en su estatuto de Autonomía, mientras que a Andalucía no se le permitió hacer exactamente lo mismo: a saber, que el estado debe abonar 408 millones de euros para cumplir lo que establece el Estatuto de Autonomía de Andalucía ni mucho menos computar como parte del ajuste andaluz los 1.400 millones que el Estado debe de años anteriores.

No sé hasta qué punto la discreción o el miedo son los mejores acompañantes para Andalucía en esta tormentosa travesía. Los sacrificios que se les van a exigir a los andaluces, especialmente a los funcionarios, no van a ser fáciles de entender si no se explica el contexto político que nos acompaña o que nos amenaza. No solo hay que salvar los servicios públicos de envites privatizadores y de su deterioro, también hay que proteger a los profesionales que los hacen posibles. Por ellos hay que apurar al límite las posibilidades de negociación, aplacar la dureza de los recortes, valorar su trabajo y su tiempo. Y, sobre todo, contar la verdad.

sábado, 12 de mayo de 2012

EL RECORTAZO DE ARENAS

Publicado en El País Andalucía

 “Díganos de dónde viene el recorte de 2.700 millones de euros”, afirmó Javier Arenas con tono altanero en el debate de investidura. Pensé que había escuchado mal la frase pero no, el portavoz de la oposición había pronunciado estas palabras sin el menor asomo de duda o de vacilación. Insistió en la idea, con el procedimiento consabido de colocar el sufijo -azo a la palabra para dar mayor énfasis a la idea. “Díganos si el recortazo va a afectar a la sanidad, la educación o la dependencia”, insistió. Se ha equivocado de lugar y de personaje, pensé. Con los decretos del Gobierno central aún calientes que obligan a recortar 10.000 millones de euros a las autonomías, con la tinta todavía fresca del decretazo en la enseñanza y el copago sanitario o la reducción drástica de los fondos para la dependencia, no era posible que el inteligente portavoz del PP hiciera una preguntas que solo podían ser respondidas con los famosos versos de Bécquer “¿Y tú me lo preguntas? / Poesía... eres tú”. O sea, el Gobierno central obliga a las comunidades a recortar los servicios públicos vía decreto y, de paso, pisoteando las competencias de las autonomías. De forma especial, en el caso de Andalucía, amenaza a la comunidad autónoma en caso de no hacerlo, con intervenir sus cuentas. En cualquier caso, el representante del PP en Andalucía intentará hacer oposición criticando los recortes que ellos mismos han impuesto. Una operación de trilerismo político tan burda que detectaría hasta el ciudadano más indocumentado. Pero lo más grave no es eso. Es que, mientras Arenas subía a la tribuna del Parlamento de Andalucía, un coro mediático de voces azules casi negras, reclamaban una intervención urgente del Gobierno central. Según ellos, el Estado tiene instrumentos para impedir un Gobierno de izquierdas en Andalucía y evitar, así, el “desafío” de una comunidad autónoma. Argumentan que no es el PP quien tiene un problema por haber perdido las elecciones andaluzas, sino España. Por eso exigen que “Rajoy no titubee si tiene que intervenir la comunidad”. Les ruego que presten mucha atención a estas palabras. No las pronuncian cuatro locos en la Red sino medios de comunicación con accionistas y tirada diaria; no son un fruto momentáneo e irreflexivo, sino toda una declaración de intenciones. La música y la letra de estos textos son absolutamente golpistas, antidemocráticas y repulsivas. El nuevo Gobierno andaluz tiene muchas dificultades reales, derivadas del paro y de la crisis económica, pero no debe sufrir un zarandeo político por el simple hecho de que Andalucía no tenga el mismo color político que el Gobierno central, ni mucho menos ser amenazada porque a determinados poderes económicos no les guste la composición de su Gobierno. El portavoz del PP en Andalucía va a tener motivos más que suficientes para ejercer una oposición inteligente y democrática, sin subirse al carro del desprecio por nuestra tierra y del golpismo latente que alientan los medios más conservadores. Es verdad que la labor de oposición del PP será sumamente difícil. Las políticas de recorte de Rajoy están agotando la paciencia de la ciudadanía. No hay día que no se anuncie algún nuevo pellizco a las economías más débiles, a la educación, la sanidad o la cobertura social. No hay día que no se desprestigie un colectivo o un sector laboral para cargar sobre ellos la tinta del malestar social. Javier Arenas no podrá abstraerse de las políticas de recorte estatal ni hablar, como si nada pasara, de los temas sociales de Andalucía. Es verdad que estas políticas de recorte pueden pasarle una factura importante al PP en Andalucía e imposibilitar gran parte de su papel de oposición, pero sus dirigentes deben saber que este precio no será nada comparado con la factura que pagarán si el pueblo andaluz detecta que hay una estrategia de acoso y derribo contra nuestra comunidad autónoma.

domingo, 15 de abril de 2012

FALTA DE EDUCACIÓN

No existe casi ninguna profesión que se lleve la mitad del trabajo a casa. Cuando se cierra el taller, la oficina, la obra o el comercio, los trabajadores no se llevan los materiales para continuar su trabajo en las horas de descanso. No hay ningún oficio en el que el estudio y la preparación del material no se computen como tiempo trabajado o que ni siquiera el tiempo del bocadillo cuente como horario laboral. Si se aplica esta fórmula, los futbolistas solo trabajan los 90 minutos del partido y los redactores el tiempo justo que están ante las cámaras. No hay ningún oficio en el que no cuenten para nada los traslados, ni las horas extraordinarias dedicadas a actividades o acompañamiento de alumnos. No hay una sola profesión que no ofrezca los instrumentos de trabajo gratis excepto en la enseñanza, desde el boli rojo, al bloc de notas, el ordenador portátil o el pendrive sempiterno que nos acompaña como una cruz laica.


Los profesores nunca van a hacer la huelga que pondría de manifiesto su función ni sus horas de trabajo: dejar de pasar las mañanas de los sábados y los domingos corrigiendo ejercicios, o acompañar el café de la tarde con las fichas de la clase que daremos el día siguiente.

En España, según el último estudio sobre el Panorama de la Educación, el horario lectivo del profesorado es de los mayores de la Unión Europea y de la OCDE, pero este dato es ocultado porque detrás de los recortes y de la reforma que nos anuncian no hay el afán de mejorar la educación pública, sino de reducir sus posibilidades y fomentar la enseñanza privada.

Mucho antes de que estallara la crisis económica, los think-tank de la derecha —incluyendo el actual ministro de Educación— lo habían teorizado. Según sus tesis la inversión en la enseñanza pública era desproporcionada y habría que buscar un mayor equilibrio con la iniciativa privada. En medio de las invocaciones al esfuerzo del alumnado y a la autoridad del profesor, introducían la idea de aumentar el número de alumnos por aula y limitar los programas compensatorios. Abogaban por aumentar los conciertos con la enseñanza privada, privatizar el bachillerato y hacer mucho más exclusiva la Universidad. Esperanza Aguirre no es un verso suelto sino la portavoz de todo el clasismo cañí hecho carne.

A todo esto nos quieren conducir de cabeza. Cuando en los centros educativos consigan ampliar el número de alumnos por aula en la enseñanza pública hasta cuarenta —como en los mejores tiempos del franquismo—, habrán conseguido gran parte de sus objetivos; cuando consigan que la sociedad torpemente crea que el profesor es un ser privilegiado al que hay que cargar con horarios insoportables y aulas masificadas, su revolución conservadora habrá llegado a su fin.

Los recortes que nos anuncian no son para ahorrar dinero público. No nos engañemos. Es fácil hacer este simple cálculo: los interinos despedidos se acogerán inmediatamente a su derecho a cobrar el desempleo. Es decir, el dinero ahorrado en salarios se gastaría en el pago de las prestaciones por desempleo y en falta de falta de recaudación de la seguridad social. Solo en Andalucía, quince mil personas que cumplen funciones educativas como profesorado interino serían puestas de patitas en la calle en un acto de injusticia y despilfarro que no ahorraría prácticamente ni un euro a las finanzas públicas.



El sacrificio que se exige al profesorado no será para mejorar la enseñanza, sino para masificar las aulas, suprimir las tutorías, despedir interinos y poner fin a la débil atención personalizada. Los efectos, en pocos años, serán terribles. Cada euro que se reste a la educación, cada alumno de más en las aulas, cada beca de menos en las universidades, cada tasa de más en los precios públicos, nos pasará factura en el modelo social y en la economía en muy pocos años. La educación, a diferencia de otros departamentos, no trata con cosas, sino con personas, con inteligencias y con capacidades. Es un delicado tejido cuyos desgarros son irreversibles. Por eso en Andalucía es necesario echar coraje, imaginación e inteligencia para sortear estos recortes y apostar, de verdad, por la educación pública.

Publicado en El País Andalucía

sábado, 14 de enero de 2012

POR ECONOMÍA PROCESAL

Publicado en el País de Andalucía

Confieso que soy una enamorada del lenguaje, de las metáforas e incluso de los neologismos cuando resultan expresivos. Me apasiona el uso del lenguaje que impone cada tiempo, cada sociedad e incluso cada gobierno.


Por ejemplo, Felipe González fue un magnífico gobernante en términos lingüísticos. Aunque en mi opinión fue un tanto trilero en los contenidos políticos, sin embargo fue un fantástico gestor de la lengua. A él le debemos el rescate y el prestigio del uso del andaluz en los medios de comunicación y en las instituciones. Además, se transformó en un libro andante de pedagogía que igual explicaba complejas ecuaciones matemáticas que sencillos procesos sociales. Su palabra talismán fue “obsoleto”, un término que rescató del baúl de los recuerdos y que oponía con gracia a su hallazgo de la modernidad, el altar ante el que ofreció todos sus años de gobierno. Incluso en su despedida acuñó un oxímoron que ha quedado como un clásico: “la dulce derrota” que aunque consoló a sus fieles en aquella noche electoral, los lanzó al desierto durante años. Eso sí, con mucho arte.

José María Aznar fue menos creativo en el uso de lenguaje, más parco en palabras y nada creativo en sus alocuciones. Bien, mal, váyase y poco más. Era, sin embargo, tan influenciable en cuanto al uso de la lengua que le bastaron unas horas en compañía de George Bush para adoptar el acento sureño de la criada de Escarlata O´Hara.

José Luis Rodríguez Zapatero adoptó un conjunto de palabras que la derecha política bautizó con el término de “buenismo”: talante, alianza de civilizaciones, España plural. Esta triada fue demonizada por el TDT party y convertida en chanza continuada en sus tertulias.

El gobierno de Mariano Rajoy es prometedor en términos lingüísticos. “Eso es una insidia” se convirtió en trending topic en las redes. Han bautizado la recesión como “congelación” y los recortes como “ajustes”. Ahora han acuñado el término “economía procesal” que no es ninguna nueva asignatura de derecho o de económicas, sino una forma fina de decir “no me da la gana”. ¿Por qué no va Rajoy al Parlamento a explicar sus recortes? Por economía procesal (porque no le da la gana), ¿por qué no comparece ante los medios de comunicación? Por los mismos motivos. Faltó preguntarle a Soraya Sáenz de Santamaría si los ciudadanos de a pie tenemos derecho a dar estas respuestas o se trata solo de un privilegio presidencial porque, la verdad, me gustaría ampliar las vacaciones “por economía procesal”.

El silencio procesal de Rajoy está dando un infinito trabajo a su candidato andaluz, Javier Arenas que no tiene otra opción que volverse interpretador de recortes, suavizador de venenos y disimulador de entuertos. Esta situación política la ha obligado a abandonar la oposición encarnecida y a poner en su boca la palabra pactos. El líder andaluz del PP no da abasto para proponer acuerdos y cataplasmas a la sociedad andaluza. Un día sí y el otro también, tiene que desmentir que se vaya a recortar dinero o servicios. Si él gobierna propiciará un gran acuerdo para que no haya recortes en la enseñanza pública. Si él consigue mayoría absoluta bajará los impuestos aunque en el estado se hayan subido. Si llega al poder propiciará un gran acuerdo que consiste, básicamente, en no aplicar las políticas de Rajoy en Andalucía. De esta forma, los andaluces tendremos la suerte de contar con un PP especial que no recortará la ley de dependencia, ni castigará a los funcionarios, ni se confrontará con la enseñanza pública, ni subirá los impuestos ,ni reducirá el presupuesto de la Junta de Andalucía. Qué va. Esto va a ser un gobierno del PP sin tener las molestias de las políticas del PP.

Mientras tanto, Javier Arenas cada jueves mira al cielo e interpreta los augurios. Eleva su plegaria para que ese Consejo de Ministros no le lance un nuevo obús a la línea de flotación de su discurso. O al menos que Rajoy le permita, por economía electoral, ser la república independiente de Andalucía por unos meses.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Las metáforas de la campaña


Con este artículo se finaliza el ciclo de la campaña electoral El País Andalucía


Con un diccionario de sinónimos y una guía de las figuras literarias hubiésemos entendido mejor esta campaña electoral. Como hoy es día de reflexión, podemos analizar el uso del lenguaje y sus hallazgos literarios.
Por ejemplo, el verbo recortar no figura ni una sola vez en los programas de las fuerzas políticas. En vez de señalar las cosas por su nombre han preferido recurrir a eufemismos que dulcifican las acciones o que las dotan de unos valores morales o intelectuales indiscutibles. Algo así como ponerles un manto de santidad a la disminución del gasto público y de los servicios sociales. Por eso, en vez de recortar, dicen que van a racionalizar, coordinar, aplicar criterios de austeridad o simplificar nuestros servicios públicos. Así que no se quejen y dénse por racionalizados.
Tampoco se han hecho referencias claras a la privatización de servicios públicos. Se ha preferido el circunloquio de “fomentar la colaboración público-privada” que es algo mucho más positivo. Dónde va a parar,
Cuando se han pedido respuestas a temas concretos, como las prestaciones por desempleo, se ha recurrido afirmaciones tan enrevesadas que más bien parecen obra de las meigas: las prestaciones por desempleo van a bajar, pero no porque la gente deje de cobrar el desempleo, sino porque va a haber menos personas con derecho a cobrarlo. Ni Santa Teresa con su “vivo sin vivir en mi” había llegado tan lejos en el arte de la paradoja. Y para contradicción esta psicomaquia entre la realidad y el deseo, a propósito de la ley de dependencia: “es muy loable querer ayudar a las personas que no se pueden valer por si mismas pero no podemos permitírnoslo”. Y es que no se puede ser tan bueno. En literatura a estas perífrasis y amplificaciones se le llama “el arte de lo oblicuo” y ha cosechado un gran éxito en la campaña electoral.
Pero el triunfo absoluto en el campo de las figuras literarias lo ostentan, sin duda, las metáforas. Comenzamos por los célebres “mercados”, que para algunos son el summun de la maldad y para otros una institución digna de todo respeto a la que Zapatero tiene muy mosqueada. Por lo visto a esta metáfora de los mercados hay que mandarle un mensaje urgente en cuanto acaben las elecciones, nos guste o no nos guste. Al principio pensé que iban a escribirle una carta, pero nada de eso. Algunas metáforas las carga el diablo con espoleta retardada y su traducción exacta  es que partir del día 20 se anunciarán medidas de recorte severo para que respiren satisfechos. ¡Los pobres!
Los nacionalistas catalanes se han apuntado también  con ardor a la fiebre literaria. Su programa se basa en una gran metáfora, tótem absoluto de los nuevos tiempos: el pacto fiscal. O sea, más dinero. O como expresó alguno de sus insignes dirigentes, el cuidado de la buchaca. Sin embargo, su figura más controvertida ha sido una metonimia de cierto carácter racista: unos mohameds que andan por ahí sin integrarse y molestando a los estilizados jordis.! ¡Pobre Jordi! ¡Cómo si no tuviese bastante con los andaluces!

Han vuelto a ponerse de moda algunas figuras muy denostadas porque los regímenes autoritarios las usaban con exceso como son la tautología o el pleonasmo (que como saben, no es ninguna enfermedad incurable sino una afirmación vacía y redundante). Son tantos los ejemplos que llenaría varios artículos: “Sabemos qué es lo que hay que hacer y lo vamos a hacer”, “crear empleo, creando empleo”, “gestionar bien los recursos públicos” y la tautología perfecta: “una política económica como Dios manda”. ¡Que Dios nos coja confesados!

Como ven, más que a una campaña electoral hemos asistido a un torneo literario. Han triunfado las medias verdades, el lenguaje oblicuo, las frases hechas y las exclamaciones decimonónicas, como esa insidia que arrasa en internet. Ha sobrado mala literatura y ha faltado claridad en las propuestas. Tanta tecnología del siglo XXI, tantas redes sociales para la campaña más opaca de la historia reciente. Quien avisa metafóricamente no es traidor, perdón, insidioso.

sábado, 5 de junio de 2010

¡Que recorten ellos!


Hoy publico en El País este artículo sobre lo "limpio" que le van a dejar el patio a la derecha:

Estas últimas semanas, las dos fuerzas políticas más importantes de este país han sufrido una particular caída del caballo y un frenético baile de san Vito. La tecla suprimir del ordenador central de estos dos partidos políticos ha sido la más empleada en los últimos días. A fin de cuentas, borrar la memoria cercana es de lo más fácil cuando la sociedad está desorientada, enfadada y a la fuga también de sus propias responsabilidades.
El PP ha reorganizado su página web para hacer desaparecer todas las propuestas y declaraciones de Rajoy en materia económica en las que abogaba por el recorte de los salarios de los funcionarios públicos. Además, ha desaparecido la propuesta, anunciada a bombo y platillo, de un nuevo contrato laboral "mucho más flexible", con indemnizaciones por despido entre diez y 30 días. Con este cínico borrón y cuenta nueva, se aprestan a denunciar los recortes sociales que ellos mismos predicaban hasta hace escasos días. Están encantados con la nueva etapa del Gobierno socialista porque les permite ejercer una oposición populista, al tiempo que los libra en el futuro de tener que soportar el coste político de medidas traumáticas. ¡Que recorten ellos! parece ser su grito de guerra.
El PSOE, por su parte, ha pulsado la tecla de suprimir en todas aquellas declaraciones en las que Zapatero, y cada uno de los miembros de su Gobierno -con excepción del ángel exterminador de Almunia, transmutado en experto economista gracias al aplauso continuado de la hinchada contraria- se comprometían a no recortar gasto social y a salvar esta crisis con el diálogo de los sindicatos. El espacio que antes ocupaban las declaraciones de carácter social lo habitan hoy largas explicaciones sobre los recortes aprobados por Sarkozy, Berlusconi, Cameron o Merkel, sin que a Leire Pajín se le mueva el flequillo por la similitud con los políticos europeos más conservadores.
Nunca la doblez política ha podido rendir tan buenos resultados, como indican las encuestas que disparan la intención de voto hacia el PP y clavan el dardo de la derrota en el PSOE. Algunos proclaman sin rubor: "Ahora, que hagan la reforma laboral y que se marchen". Eso. Y si es posible que promuevan la energía nuclear, rebajen las cotizaciones empresariales y terminen de sanear la banca con el dinero público.
Mientras el Gobierno escribe con letra torpe y una lágrima furtiva al dictado del FMI, la OCDE y del Banco Central Europeo, el sepulturero toma las medidas del ataúd con que se enterrarán todos los sueños. Con los ojos cansados, los dirigentes socialistas han optado por entrar en fase mística, dispuestos a hacerse el haraquiri por el bien de España, mientras que sus afiliados no comprenden este sacrificio ni este legado que instalará a la derecha en el Gobierno durante un largo periodo en el que, ni siquiera, podrán ejercer una oposición de carácter social ya que se encontrarán con el reproche acertado de que los recortes se hicieron bajo su mandato. "Tendremos la satisfacción de haber salvado a España", nos dicen, como mártires en el foso de los leones. ¿Y no sería mejor, en vez de alimentar a las fieras del mercado, ponerles coto, desvelarlos ante el público, reducirlos para que en el futuro no vuelvan a adueñarse de las vidas de la humanidad?
Es tal la debilidad política del Gobierno que ni siquiera ha sido capaz de compensar la acometida del recorte a los débiles con algunas medidas que indicaran su carácter diferencial. El impuesto a las rentas altas, propuesto por una parte importante de la ejecutiva de su partido, ha sido aplazado sine die; las medidas de control de los mercados financieros sólo son declaraciones de adorno sin contenido y lo que es peor, se confunde la austeridad (un concepto que debería regir la actuación pública de la izquierda, con crisis o sin ella), con el recorte de gasto que adelgaza los servicios públicos y los derechos sociales. "Camino despejado", piensa la derecha, mientras se frota las manos con alegría y prepara los próximos capítulos de esta película de desesperanza que se estrena en todas las carteleras de nuestro país.