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sábado, 6 de noviembre de 2010

Ideología del malismo

El artículo de esta semana en el País de Andalucía trata sobre los cambios culturales que, si no lo impedimos, se avecinan:

Si quiere adaptar su conciencia a los nuevos tiempos que corren debe apresurarse a adoptar este ideario que emerge más allá del Atlántico. Aunque su estética nos recuerde a Doris Day y su ética a Jesús Gil, el secreto de su éxito está en la elaboración.
En primer lugar, es importante colocar en el centro de su pensamiento la idea de que el ser humano es intrínsecamente malo y que la vida es una selva de la que sólo saldrá triunfante si tiene suficiente capacidad de autodefensa. Es conveniente desechar las viejas ideas de cooperación o de fe en la humanidad que alimentan un ingenuo buenismo con el que usted pondrá en peligro a su patria o a su familia.
Convierta el egoísmo en una fuente inagotable de avance y de bienestar. Sin el ansia de lucro privado, sin el afán de acumulación y de sobresalir por encima de los demás, la humanidad no hubiera salido de las cavernas. Sus miras sociales deben reducirse a su estricto círculo social y familiar. Con ellos, es posible colaborar o conseguir beneficios mutuos, pero olvídese de los demás. No mire nunca al exterior, ni caiga en el ternurismo para con los débiles, a fin de cuentas, cada uno obtiene de la vida estrictamente lo que se merece. El propio mercado es un dios justiciero que premia a los buenos y castiga a los malos, así que no merece la pena -y resultaría completamente contraproducente- cualquier tipo de política social que reparta los beneficios de los más capaces entre los más inútiles de nuestra sociedad.


Suprima de una vez sus viejos prejuicios éticos. Hable claro y alto de todo aquello que le moleste: inmigrantes, feministas, vecinos, políticos. La corrección política no es más que una forma de sumisión del viejo sistema. Tampoco acepte pedagogías ni enseñanzas de nadie. No se avergüence de su falta de conocimientos ni intente esconderlos. Convierta su incultura en un valor (llámela sinceridad, espontaneidad o corazón) frente a los "privilegiados" que han conseguido conocimientos o estudios superiores, prácticamente a su costa.

Ajuste sus principios a estas nuevas consideraciones. Descarte el viejo sistema de tener principios éticos de validez universal que acompañaban esa visión seráfica del mundo y proclame una libertad individual sin límite alguno, sobre todo por lo que respecta a los bienes económicos. El Estado es un enemigo natural de la libertad económica y tiene tendencia a derrochar el dinero en costosos servicios gratuitos como la educación y la salud o a repartir algunos beneficios que deberían corresponderle a usted en exclusiva.

La familia, sin embargo, es la institución central de la sociedad. Representa el egoísmo bueno y productivo. Por la familia se puede matar y morir porque es el núcleo del consumo, de la utilización de los bienes y de su cuidado. Para defenderla es necesario reconstruir los viejos papeles sociales entre hombres y mujeres; firmar un nuevo contrato social. Las mujeres deben recuperar los más altos ideales femeninos. Y recuerde que la feminidad más pura está ligada inexorablemente a la maternidad. Sólo así superaremos la incomodidad que nos ha producido el viejo feminismo igualitario, con demasiado costo para las mujeres y una completa pérdida de identidad masculina.

Realmente la feminidad y la masculinidad, la supremacía de la cultura occidental y el individualismo son los únicos principios con valor universal. Y sobre todo, no olvide nunca que estamos continuamente amenazados por la existencia de los otros: los que son diferentes en lengua, en cultura, en sexualidad o en pensamiento. Sin ellos, seríamos mucho más felices. Pero no se preocupe por el futuro: este nuevo conservadurismo tiene un código completo de comunicación frente a una izquierda que balbucea porque olvidó hace tiempo la importancia de los valores y un pueblo cuyo sueño vital es consumir hasta morir.

martes, 22 de septiembre de 2009

Y fueron felices



Artículo publicado en El País Andalucía





La vida real empieza donde acaban las películas. Siempre nos hemos preguntado qué pasará cuando los felices enamorados cierren la puerta y se enfrenten a la vida cotidiana. Incluso en los finales heroicos, como en la película Casablanca, nos preguntamos si Ilsa será realmente feliz al lado del insípido Víctor o si Rick morirá en la resistencia con el recuerdo de Paris en sus ojos.
Hay debates en nuestro país que se han cerrado tan bien, con un final tan feliz que nos gustaría saber qué ocurrió tras cerrar la puerta y volver a la vida cotidiana. Es el caso de los derechos de las personas homosexuales así como el reconocimiento de la diversidad familiar existente en nuestro país. Tras los abrazos y besos de la aprobación de la ley, tras la alegría de las primeras bodas, la realidad todavía presenta zonas grises.
Después de acudir al Tribunal Constitucional parecía que el PP se había conformado con la existencia de esta ley. Pero al parecer su silencio estaba condicionado a que no se explicitara socialmente el cambio aprobado en la legislación. Ha bastado una cancioncilla infantil para que surgiera del fondo de su alma una petición rotunda de que la homosexualidad vuelva al armario de donde nunca debió salir. Se trata, en este caso, de una página web de la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía que intenta promover valores de solidaridad, igualdad y tolerancia entre la infancia. En uno de sus contenidos una niña explica a su amiga que todas las familias te querrán igual, tengas un papá y una mamá, solo uno de ellos, o dos papás o dos mamás.
Esta diversidad ha puesto el vello de punta en los sectores conservadores porque, en su opinión, sigue resultando ofensivo y pecaminoso el que algunos niños tengan dos progenitores del mismo sexo que, para más inri, les quieran igual que las familias de toda la vida. Pueden conformarse con la existencia de parejas homosexuales, pero jamás transigirán con que se muestre esa realidad, lo cual confirma que, en cuestiones relacionadas con el sexo y las relaciones afectivas, la derecha sigue instalada en el pensamiento político de la hipocresía.
En Lituania se acaba de aprobar una ley, condenada por el Parlamento Europeo, que considera un delito la expresión de la homosexualidad, pero especialmente explicar en las escuelas esta realidad. Aquí y en Lituania, los celosos defensores de la familia tradicional, consideran un peligro el que las escuelas acepten formas familiares diversas y que se extienda la cultura del respeto a todas las formas de convivencia basadas en el amor, por encima del sexo o de los estereotipos tradicionales. La oposición a la educación para la ciudadanía ha sido, no nos engañemos, la expresión más certera de la obsesión de los sectores de la derecha con los temas relacionados con la libertad sexual.
No estamos hablando de temas secundarios ni de anécdotas que salpican la vida cotidiana. La modificación legal por la que se aprobó el matrimonio homosexual fue una medida civilizatoria que transformó nuestra democracia en un espejo internacional en el que mirarse. No solo las leyes, sino la sociedad, avanzaron en escasos años a un nivel de conciencia, de igualdad, y de convivencia que nos hizo sentirnos orgullosos como pueblo y como ciudadanos. Por fin una discriminación y opresión milenarias desaparecía de nuestras vidas sin dolor y sin que los sectores de la enlutada falda larga y la camisa azul consiguieran asustar a la sociedad sobre sus consecuencias. Sin embargo ha bastado la mención a “dos papás” o a “dos mamás” para que vuelvan a querer encerrar en el armario la igualdad de derechos.
Dicen que las personas y los pueblos felices no tienen historia. Ojalá sea cierto y los niños jamás tengan que justificar sus familias ni sus vidas.