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lunes, 25 de agosto de 2014

LO QUE NECESITAS ES AMOR


Publicado en El País Andalucía 

   Dicen que los especialistas en marketing, antes de lanzar un nuevo producto al mercado, emplean cientos de horas en averiguar cuál es la diferencia fundamental con sus competidores, qué novedad ofrece, cuál puede ser el gancho más efectivo para el consumidor. Cuando han completado su tarea intentan asociar esa novedad a algún sentimiento o emoción porque lo que vende no es la razón sino la emoción.
Así, una de las mejores campañas recientes es la de un café, diez veces más caro que el de nuestra cafetera tradicional, que nos vende la ilusión de ser superiores, envidiados por los dioses y tratados como George Clooney en locales de lujo situados en el centro de las ciudades.

   La monarquía, en términos comerciales, es más fácil de vender que la república. La monarquía tiene caras conocidas, nombres concretos, ritos tranquilizadores en un país que todavía porta en sus genes el miedo a la desestabilización, pero sobre todo tiene, en la actual sociedad de consumo, un valor indiscutiblemente mayor como reality show, como gran hermano hereditario y perpetuo, como show de Truman con sus atardeceres pintados y su realidad guionizada.

   Más allá de los discursos aburridos, de los desfiles militares, de los invitados idénticos a si mismos , de los trajecitos pastel y las cómicas genuflexiones, el verdadero mensaje del jueves, el valor diferencial de la nueva monarquía es que estos, a diferencia de los anteriores, se quieren, se acarician y no se les ve pinta de matar elefantes. Ya no son una familia numerosa, azarosa, peligrosa, sino una familia nuclear, reducida, incapaz de producir sobresaltos al menos en los próximos diez años.

   El amor es su hecho diferencial y las demostraciones amorosas se brindaron en todos los momentos de la ceremonia y al alcance de todos los fotógrafos. A la entrada, con las manos entrelazadas; por la espalda, con suaves toquecitos; en el corto viaje, con caricias en la cara y, finalmente, en el balcón real en todo su esplendor. Allí la escenificación se hizo doble, como dobles son los reyes, y hubo un sorpresivo beso, también de perdón o de excepción, de la reina-víctima a su exesposo infiel.

   Tanta demostración de amor no se hace en vano. Letizia subrayaba y repetía cada gesto amoroso por si hubiese pasado desapercibido. No era casualidad, ni tampoco fruto de una naturalidad de la que carece. Era la escenificación del cuento de hadas, la pareja feliz, la familia perfecta. Demasiado perfecta para una España en crisis. Pero los relatos postmodernos empiezan con un icono, no con un proyecto ni una idea.
Fallaron las multitudes que, asombrosamente, no salieron a la calle a celebrar los nuevos tiempos. Los acompañó la indiferencia de una sociedad que no está para fiestas reales, para palabras vacías, ni para historias de amor tan perfectas. Quizá porque en ese mundo de la calle se vive más dolor que alegría; se pronuncian palabras feas como “paro”, “pobreza” o “desigualdad” que estuvieron proscritas en esta celebración. Porque el amor en la calle es un sentimiento íntimo que nos cura muchos males, pero en la política puede ser una pura mercancía que, como dice Isaac Rosa, se enseña cuando no se tiene nada que ofrecer.
@conchacaballer

martes, 10 de junio de 2014

NO MÁS AZÚCAR, POR FAVOR



Publicado en El País Andalucía 

   Va a ser difícil sobrevivir a esta avalancha de adulaciones, a este oleaje de alabanzas, a este vendaval de loas que compiten por ensalzar las bondades del que se marcha y las cualidades del que llega. ¡Y no ha pasado siquiera una semana! Me temo lo peor porque quedan por recorrer unas semanas de paseo triunfal, sin contar los editoriales, los informativos, las imágenes y las alabanzas guardadas para los días posteriores a la entronización.

   El Rey que se va es “el que trajo la democracia”, sin “el cual no habría libertad en este país” y al que le debemos incluso nuestro derecho a escribir estas modestas líneas. “Sin ti no soy nada” proclaman editoriales, declaraciones humedecidas que consideran la palabra “gracias” escasa y torpe y se ven obligados a reforzarla, amplificarla, repetirla. El Rey que viene está “muy preparado”, “muy preparado”, “muy preparado”. Tiene hasta carrera universitaria, una titulación desconocida en la estirpe real española, aunque tampoco es para ponerse así. A fin de cuentas, el 29% de los españoles entre los 25 y los 60 años la tiene. Pero está “muy preparado”, una frase que suena a antigua, a alabanza pronunciada por las viejas de un pueblo ante un yerno interesante. La princesa Letizia también “está muy preparada”, “renunció a una brillante carrera por amor” y es “tan sencilla que luce a veces alguna prenda o complemento de Zara”. La ola cortesana ha llegado a los pies incluso de la infanta Leonor, una niña de tan solo ocho años, de la que ya se destacan sus cualidades y se anuncia que, a partir del próximo mes, jugará un papel público importante. ¡Por Dios, que hablamos de una niña y no de un artefacto político!

   Casi todo el espacio informativo se ha convertido en una revista Hola gigantesca, cargado de fotos de encuentros, guiños, saludos y primeras ocasiones, en un marco muy de “España cañí”, (que yo que ellos me lo hacía revisar, sobre todo por el valor simbólico de la institución, ¿no?) entre uniformes militares y corridas de toros. Mientras, los republicanos (e incluso los tibios o los indiferentes a la seducción monárquica) son arrojados informativamente al infierno o al purgatorio donde se pagan los errores conceptuales. Es posible que el domingo pasado se acostaran siendo personas normales, pero el lunes se levantaron siendo unos “izquierdistas radicales” contrarios al “orden constitucional” y “profundamente equivocados”. Según Torres Dulce, ni siquiera existen, porque lo que no está escrito, negro sobre blanco en la Constitución, “no puede ser y es imposible”.

   Es lo que tiene el bipartidismo, que aparte de sus consideraciones políticas, es tremendamente aburrido y pelotillero. El republicanismo no se está combatiendo con argumentos sino con una ola de plurales mayestáticos, de aplausos atronadores y de alabanzas corales. Columnistas de afilada lengua y acerbas palabras, se dulcifican como corderos ante la sacrosanta institución, redescubren las ventajas de “un pacto constitucional” que todo lo cura y todo lo espanta e incluso reparten carnés de lealtad a sus acérrimos enemigos que hoy los acompañan.

   Como todo guiso, la coronación del nuevo Rey tiene que tener su punto justo de cocción, pero están tan felices con el redescubrimiento de esta gran mayoría, y pasaron tan mal trago la noche electoral del 25 de mayo, que se les está yendo la mano en el azúcar y en el tiempo de cocción. Las viejas formas de la política que consisten en despreciar las opiniones diferentes y crucificar a quien las mantienen, vuelven al escenario, con Mariano Rajoy de maestro de ceremonias, presunto jefe de la Casa Real, y director in pectore de todo el proceso sucesorio. Gravísimo error.

   Están ufanos de haber encontrado una razón de ser al bipartidismo (más UPyD) y pasar de un escuálido 50% en las elecciones a un 90% de la votación parlamentaria. No vamos a saber cuántos republicanos existen en nuestro país pero, sin duda, son muchos más de los que reflejará la votación parlamentaria. Sería bueno que tomen nota de ello y que muestren más sensibilidad ante la situación de descrédito de todas las instituciones. No va a ser con dogmatismos y con halagos como se prestigie esta nueva etapa. La corte de pelotilleros y las colas de aduladores tienen sus propios intereses. No le vaya a suceder al nuevo monarca como al atleta griego que murió asfixiado por la infinidad de pétalos de rosa que le lanzaron en su recibimiento. Un poco más de inteligencia, de espíritu democrático y crítico, de respeto a la pluralidad de la sociedad. Una breve tregua, al menos, para poder respirar.
@conchacaballer