domingo, 15 de junio de 2008

ESCENA DE AMOR EN LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO



Cuando no pueden utilizarse las palabras, las expresiones de amor se acercan a lo sublime. Me gustan las escenas en la que los amantes se despiden en el andén de una estación. Justo ese momento en el que ya no caben las palabras, la silueta se aleja, el cristal separa a los amantes y es necesario decirlo todo con los ojos, con las manos, con la expresión del cuerpo.
Estamos en la presentación de un libro de Luis García Montero, “Inquietudes bárbaras”. El lugar es la segunda planta de Fnac y compartimos nuestro recogimiento, ávidos de las palabras del poeta, con los compradores de discos, maquetas, muñecos de películas de éxito. Ella está de pie, atenta a las palabras de los intervinientes pero, de vez en cuando, vuelve la vista hacia la escalera mecánica. No mira con ansiedad, solo con deseo de reconocer la silueta amiga.
Pasan veinte minutos. En los peldaños de la escalera aparece él, con una sonrisa triunfante. Trae, sin duda, una buena noticia. Ella lo ha mirado sin moverse. Él ha dicho que sí, con la mirada. Se acerca. Le susurra algo al oído. Dibujan una danza de amor en tiempo lento. Se sitúan uno junto al otro con las manos cogidas. Él se coloca detrás de ella, disimulando un abrazo clandestino. Después ella da la vuelta, sonríe, se coloca tras él. Apenas si se rozan la piel, pero han inventado una intimidad intensa. No hay tiempo ni palabras. Solo ellos. Y el poeta, en su discurso, está ausente.

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