martes, 24 de febrero de 2009

Seres sin adolescencia


Algunas de mis amigas exhiben en Facebook las fotos de sus niños recién nacidos. Las que, hasta hace poco tiempo, colocaban artísticas o atrevidas fotos en todo tipo de actividades sociales, las sustituyen por redondas caras de bebés que duermen, comen, maman o miran sin objeto definido. La respuesta de las que no tenemos hijos no se ha hecho esperar y hemos subido las mejores fotos de nuestros perros que, en mi modesta opinión, son más dinámicas y hermosas que los bebés adormilados, sin embargo no hemos conseguido los ecos de admiración que suscitan los recién nacidos. Nadie nos ha contestado con arrumacos, exclamaciones o felicitaciones.
Sin aceptar mi derrota, he colgado una frase lapidaria al pie de las fotos. “Los perros, esos maravillosos seres sin adolescencia” –he dicho, a manera de final definitivo y feliz. La frase ha navegado en el espacio sin encontrar ningún eco, hasta que una de mis cómplices en el amor a los animales, me ha contestado: “¡Es verdad que eres una poeta!” (escrito así, como también yo lo prefiero, porque el femenino “poetisa” siempre me ha parecido cursi, rebuscado y con un toque de esoterismo insoportable). Durante algunas horas hemos paladeado nuestro éxito pero no hemos conseguido eco alguno. Las recientes madres no han hecho ni un solo comentario a nuestro hallazgo literario. Creen que se trata solo de una absurda ocurrencia y sonríen con superioridad, abrazadas a su pedacito de sueño.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No hablamos de ese amor a los animales por miedo a no ser comprendidos, ante personas que contraponen el cariño de animales y de humanos, como si lo que se entregara a estos se estuviera restando a la humanidad.
Tengo tres perros que, entre ellos, forman una especie de familia y disfruto con su lenguaje sin palabras.
Como todos los amantes de los perros, tuve uno insustituible, único. Es algo cursi, pero está enterrado bajo un rosal en mi jardín. Hace ya varios años que no está y todavía lo busco con la mirada desde el balcón de la cocina. En su mirada había, no servilismo, tal como tú explicas, sino un amor sin condiciones. He llorado a escondidas su ausencia, como si se tratara de un amante furtivo y apenas he hablado de ello para no escandalizar a los que critican que se les ame como humanos.

almayciudad dijo...

Muchas gracias, Concha.

Abrazos.

P.D. Por supuesto que IU tiene futuro.

Anónimo dijo...

Pues Concha...no creo que te extrañe, cuando me cuentas lo del perro en el rosal. ¿Sabes que, desde 1991 no ha habido ni un solo día, ni uno, esté de viaje o en casa, en que no haya recordado a aquella perra callejera? Parecemos una pareja de chiflados, diciéndonos tan a menudo: ahora, Dolça (bueno, ya sabes que en catalán decimos LA Dolça) estaría aquí, o allí, o iríamos a despertarla (ella, panza arriba, en el sofá, hasta las doce si no le decías nada...). O aprovecharía que Carmen se iba antes para venir, disparada, a la cama y subirse ("eres todo mío"), o pasarse toda una gripe al lado, enseñándole los dientes a quien se acercara...Quien no tiene una experiencia de este tipo, sinceramente: creo que se pierde un aspecto crucial de la vida de los humanos, no de la vida de los animales...

Besos: ¿has visto LA DUDA? Ya me dirás. Aunque, como LAS HORAS nada ¿verdad?

Unknown dijo...

Queridos Ferran y Concha comparto vuestros pensamientos pero permitirme que añada a mis amados gatos mis compañeros de vida que nunca me han fallado. Todavía hoy lloro por mis sevillanos Namibia y Nica y tengo una gatita que me ha demostrado con su actitud hasta que punto la fuerza del amor transforma. Besos a los dos