viernes, 24 de abril de 2009

Rosa



Hoy publico este artículo en el Correo de Andalucía

La inclusión de Rosa Aguilar en el nuevo gobierno andaluz es una noticia de alcance estatal. No se trata solo de la inteligente captación de una persona con alta capacidad de gestión y experiencia de gobierno, también tiene, y no hay que engañarse al respecto, unas repercusiones políticas de calado. En un momento de crisis económica, con una incipiente debilidad electoral del PSOE, la inclusión de Rosa Aguilar viene a ampliar el espacio de esta formación política y, consecuentemente, debilita aún más la situación de precariedad de Izquierda Unida.
Con Rosa se va la referencia de esta formación política más conocida, más escuchada, mejor valorada por los electores y que, en el ámbito institucional gobernaba el “buque insignia” de IU en el conjunto del Estado.
La dirección de IU se ha precipitado al acusar a la ex-alcaldesa de deslealtad y de traición a su formación política y al denunciar las maniobras del PSOE para hacerse con el capital político de IU. Me gustaría analizar, con tranquilidad, estas afirmaciones que pretenden provocar un cierre de filas y un espíritu de cuerpo en el interno de la organización. En primer lugar, es lógico que los partidos pretendan ampliar sus límites, fundamentalmente de aquellas formaciones aledañas con las que compiten electoralmente. En segundo lugar, no hay sinceridad en las declaraciones de la dirección andaluza cuando lamenta lo que han provocado precisamente por su comportamiento cerrado y excluyente. Me consta que durante años Rosa Aguilar ha declinado ofrecimientos del PSOE para ocupar numerosos puestos institucionales, tanto en el gobierno central como en el autonómico y creo que si ahora lo ha aceptado, no es solo por la insistencia del PSOE, sino también por la perseverancia de su propia fuerza política en prácticas cerradas y en debates sin salida.
El capital político que representa Rosa Aguilar era continuamente soslayado en la vida interna de esta formación política. Cada vez que alguno osábamos proponer el nombre de la alcaldesa de Córdoba para encabezar los principales procesos políticos, era vetado sin argumentos políticos ni sociales. Cabría preguntarse quién hace daño a la organización, si Rosa Aguilar con su silenciosa marcha o aquellos que no consintieron que jugara papeles centrales en la política andaluza o estatal, aún sabiendo que su tirón electoral contribuiría a alejar a IU del precipicio en el que se encuentra. La decisión de Rosa es la consecuencia, pues, de un largo proceso político que no por soterrado deja de ser real.
“No nos quieren en esta organización”, es una frase que se repite con frecuencia en el interior de IU. Poco a poco, una gran parte de hombres y mujeres que han trabajado durante años por el desarrollo del proyecto de una izquierda alternativa, abierta y participativa, se ven apartados de cualquier decisión política cuando no abiertamente criticados. Se han formado, así, grupos monolíticos de dirección y representaciones institucionales pensadas en clave interna, sin siquiera tener en cuenta principios tan exigibles como la igualdad de género.
En la mayor parte de las manifestaciones a las que asisto, las pancartas de casi todas las organizaciones sociales -e incluso de algunas formaciones políticas-, aparecen pobladas de ex afiliados de IU separados, excluidos, silenciados o directamente expulsados. No hay reunión de algún órgano de dirección que no acuerde la expulsión o el apartamiento de alguna organización de IU en Andalucía, la última de ellas –especialmente dolorosa- la de la asamblea completa de Bollullos.
A pesar de eso, la mayoría de estas personas excluidas, silenciadas, olvidadas, no se han marchado al PSOE sino a su casa, a los movimientos sociales, a publicaciones, o a tareas en las que se valora el tiempo y el esfuerzo empleado en hacer un mundo mejor, en vez de consumirse en turbios debates internos de reparto de un minúsculo poder.
La marcha de Rosa Aguilar es una gran perdida para IU, pero también lo es que la dirección actual no esté dispuesta a introducir cambios que acaben con esta sangría política.
Si me preguntan qué siento ante lo que ocurre, les diría que una enorme tristeza .

miércoles, 22 de abril de 2009

CHANGES, CHANGES, CHANGES

No he querido contar, hasta que pasaran algunas semanas, que me he reincorporado a la enseñanza. La razón es que algunos amigos y amigas periodistas me amenazaban, -con la mejor intención-, con enviar cámaras para cubrir la información. No quería fotos en el instituto ni poses ante la pizarra de la clase, ni arriesgarme al alboroto que entre los chavales hubiera producido ese despliegue. Ellos no tienen ni idea de quién soy, ni a qué me he dedicado antes, lo que me ofrece una oportunidad extraordinaria de sentirme libre y reinventada.
Llegué al instituto temerosa por lo que pudiera encontrar. Demasiados amigos me habían advertido del gran cambio que se había producido entre los chavales en estos últimos años, el bajo nivel académico y las dificultades incluso para mantener un mínimo orden en las clases. También me habían hablado de cómo el profesorado está cansado, quemado, con la sensación de que su labor no es reconocida ni apreciada. Y todo esto es cierto pero, aún así, no es toda la verdad.
Incluso el profesor más quemado y más harto se esfuerza en encontrar materiales, motivación y sentido a su trabajo. Veo, en general, una gran preocupación social por el alumnado y por su formación; escucho cómo se celebran los avances y cómo se lamentan los fracasos de cada día.
En cuanto a los chavales y chavalas, veo que es relativamente fácil encender una chispa de interés, aunque dure poco; que no hay en su comportamiento revoltoso y descarado maldad alguna, sino la inconsciencia de no saber lo dura que es la vida ahí fuera, tras las vallas del centro de enseñanza. Será que soy una recién llegada, que todavía no me he curtido en este oficio reencontrado después de tantos años, pero no creo que los centros educativos hayan cambiado más de lo que lo ha hecho el conjunto de la sociedad, más cerrada, más consumista, más egoísta.
Imparto clases precisamente a los que tienen mayores dificultades en lengua y en comprensión lectora. Intentan aprender y expresarse. Algunos han tirado la toalla y se consideran fracasados con tan solo catorce o quince años. Me produce una mezcla de tristeza y ternura lo asumida que tienen la derrota, casi niños todavía, sin saber que este recinto, en el que se aburren, es la mejor oportunidad de ser libres que tendrán en su vida.

Microcréditos, un futuro para todos


El viernes 24 de abril, en el Centro Cultural Caja Granada de Puerta Real (Junto al Teatro Isabel la Católica) y en el marco de la Feria del libro, Jesus Lens presenta el libro “Microcréditos. Un futuro para todos".

sábado, 18 de abril de 2009

EL CAPITALISMO Y LA SOLEDAD





La revista Paralelo36 publica en su número dos una entrevista exclusiva a Juan Carlos Rodríguez, catedrático de Literatura por la Universidad de Granada, y uno de los teóricos marxistas más importante -en mi opinión- del mundo.

En esta entrevista se aborda el papel de la literatura, y en general, de todas las creaciones artísticas, en la sociedad actual. Juan Carlos Rodríguez nos desvela el carácter de la explotación, el papel del yo.

La aportación de Juan Carlos afecta a la materia de lo que se piensa, al temario de las preguntas y no solo de las respuestas, porque como repite a sus alumnos “lo importante son las preguntas anteriores a las preguntas”. Su aportación teórica fue esencial para la creación de ese movimiento literario conocido como “la otra sentimentalidad” y su influencia, confesada o no, se ha extendido a gran parte de los estudios literarios, filosóficos y culturales.Ahora prepara un nuevo libro que ha titulado “Tras la muerte de(L)aura” que contiene dos lecturas complementarias. Por una parte la muerte del “aura”, del brillo, de la iluminación que ejercían materias como la literatura o la filosofía, y por otra parte la muerte de Laura, haciendo referencia al momento fundacional de la literatura moderna o literatura burguesa.

La entrevista rebosa vitalidad y compromiso, desde un marxismo vivo, no anquilosado, que no teme enfrentarse a las nuevas contradicciones.

Para los que conocen la obra de Juan Carlos Rodríguez, esta entrevista los pondrá al corriente de sus nuevas elaboraciones teóricas. Para los que todavía no lo conocen es la oportunidad de acercarse a un autor cuyos textos han supuesto una renovación-revolución completa de la crítica literaria.

Os recomiendo vivamente su lectura y, os indico, que está permitida la reproducción del texto siempre que se haga respetando su integridad y su origen. No en vano hablamos de un autor que ha sido plagiado, hasta la extenuación; en muchas ocasiones sin reconocer la procedencia de los textos.

Si quieres leerlo entero pulsa aquí

viernes, 17 de abril de 2009

Ley de In-dependencia

Hoy publico este artículo en el Correo de Andalucía:

Cuando se discutió la Ley de Dependencia se produjo un fuerte debate entre aquellos que consideraban esta nueva ley tan solo como una especie de ayuda a las familias con personas en esta situación y los que nos inclinábamos por constituir un verdadero servicio público que ampliara los derechos sociales de todo nuestro país. Argumentábamos, los que apostamos por esta segunda opción, que la ley tenía que garantizar la asistencia de todas las personas que se encuentran en esta situación y, al mismo tiempo, ser un factor de igualdad. Es sabido por todos que son las mujeres, en un porcentaje superior al ochenta por ciento, las que se ocupan del cuidado de sus mayores y, en buena parte, de los mayores de su cónyuge. En especial, las mujeres andaluzas dedican alrededor de seis años de su vida a ejercer, en solitario y sin reconocimiento, esta dura tarea. Al mismo tiempo, la aplicación de la ley de dependencia conseguiría, argumentamos, crear todo un nuevo sector de empleo en servicios que resultaría beneficioso para el conjunto de la sociedad. La ley, aprobada finalmente por unanimidad, se definió como un nuevo servicio público, de carácter universal. Precisamente por ello, en cuanto a medidas de atención más importantes, estableció la dotación de residencias de mayores –incluidas aquellas de asistencia completa- y la creación de una red profesional de cuidadores que atenderían a jornada laboral completa a las personas dependientes. Se trataba de garantizar plenos derechos de atención y que aquellos que estuvieran en su hogar, o en la casa familiar, lo hicieran con la independencia que ofrece no ser una carga para los familiares las veinticuatro horas del día. Para aquellas zonas y situaciones en que esto no fuera posible, la ley estableció con carácter excepcional, la posibilidad de dar ayudas económicas a los familiares que desempeñaran provisionalmente esta tarea, obligando a que las condiciones de su cuidado fueran correctas.Sin embargo, la aplicación de la ley está caminando en sentido absolutamente contrario a lo previsto. En Andalucía –que no es la comunidad con peores indicadores-, solo algo más de trece mil dependientes tienen asistencia residencial, unas cuantas docenas gozan de asistencia personal profesional y casi cincuenta y cuatro mil se han acogido a la ayuda familiar para su cuidado. El resto tienen servicios menores como teleasistencia y ayuda a domicilio de escasísimo tiempo y dedicación. Esto se ha producido por una curiosa complicidad entre los usuarios y la administración. A éste última le resulta más barato dar ayudas de unos cuatrocientos euros a las familias, que crear puestos de trabajo en asistencia. Por su parte, a muchas familias les viene como agua de mayo esa ayuda económica. La consecuencia ha sido que la excepción, o sea la ayuda familiar, se ha convertido en norma, mientras que los servicios definidos como esenciales tales como asistencia profesional completa y plazas residenciales, no se están poniendo en marcha. Se confunde, así, la ayuda social que necesitan muchas familias, con el cuidado de las personas dependientes, sin tener en cuenta que los efectos beneficiosos de la ley en cuanto a igualdad de las mujeres y en creación de puestos de trabajo se están dinamitando.Me cuentan en mi pueblo que algunos familiares han llegado, incluso, a retirar de las residencias a mayores que estaban en ellas antes de la aplicación de la ley, para poder acogerse a esa ayuda familiar. La noticia me llenó de tristeza. Desplazados de su familia cuando carecen de recursos, vuelven a ella cuando son una fuente de ingresos. Me digo que los que así actúan son una exigua minoría, pero deseo que los dependientes tengan cariño y buenos servicios –tal como contemplaba la ley- , en vez de intereses y limosnas.

martes, 14 de abril de 2009

Algunos artículos

Al revisar el blog he visto que se me olvidó colgar algunos artículos que he ido publicando en El Correo de Andalucía. Aquí se pueden ver:
La clave andaluza

Mujeres en la memoria

Contra la soledad

La fragilidad del parlamento

Deuda de la historia

Miedo

martes, 7 de abril de 2009

Casa deshabitada



No hay nada como hacer planes para que no se cumplan. Había previsto emplear la semana en visitar mi casa familiar armada de latas de pintura, rodillos, enseres de limpieza y tijeras de podar. Me había propuesto dejar el patio andaluz inmaculadamente blanco. Las macetas renovadas, los cristales transparentes sin dibujos del tiempo y de la lluvia. Quería emplear el día en estos arreglos y las tardes en paseos por el pueblo, disfrutando de los tambores hasta que el corazón me retumbase al ritmo de su son.
Quería oficiar de hija buena, abrir la vieja puerta familiar y exclamar un imaginario “Ya estoy aquí”, sentarme en el viejo sofá verde, encender luces, hacer brotar sonidos en la casa silenciosa, -como si se tratara de un instrumento de música abandonado-, sacudirme el dolor que producen las casas cerradas, el polvo acumulado, los armarios repletos de prendas que ya nadie se pondrá…Quería adormilarme en el amplio sillón, romper la soledad de los objetos, acariciarlos con manos familiares, desterrar el olvido.
Quería dejar entreabierto el portal para que desde fuera se adivinase el color de las flores y de la vida, recibir a los amigos de la familia, hacer compañía a los recuerdos que se agazapan en los rincones, creer que hay un hilo conductor que une el pasado y el presente, conjurar la muerte con música, risas y encuentros. Quería hablar con los fantasmas sin palabras, limpiar uno a uno los objetos y disfrutar en un rincón del viejo salón de la fresca oscuridad de la estancia. Había arrastrado a mis hermanos a esta tarea porque quería llenar la casa de presencias, no volver al pasado sino sacudir la opaca pátina que el tiempo deposita.
Una crisis de mi traidora espalda me impide acudir a ese lugar deshabitado donde cada una de las habitaciones me espera. La casa tiene más de un siglo de vida, si es que pueden vivir los objetos. Conoció los alegres años veinte, los inventos, la vida despreocupada de aquel tiempo. Vivió los tristes avatares de la guerra civil, la especial crudeza con que se desarrolló en este lugar de Andalucía. El patio, que recuerdo tan alegre, vio salir a altas horas de la noche, a personas que nunca volvieron. Con los años, volvió a poblarse de risas, de juegos infantiles, de mañanas alegres bajo el toldo y, finalmente, de nuevas despedidas. No son los recuerdos tristes los que me apenan, sino no saber qué hacer con los recuerdos felices. Ahora –será el estúpido romanticismo mezclado con el dolor de la espalda- las paredes, los objetos, las macetas, me llaman para romper el silencio. Ya voy, ya voy, les digo. No hay nada tan triste como una casa deshabitada en la que fuiste feliz.

sábado, 4 de abril de 2009

Semana de infancia



El éxito de unas fiestas podría resumirse en la fórmula de reunir, en un mismo acontecimiento, la infancia, el valor transmisor de la familia y del colectivo, la ocupación de los espacios públicos y una especial constelación de los planetas que le otorguen una cualidad mágica. Después, cada cual acuña sus recuerdos como si se tratara de piedras preciosas únicas, viejas reliquias familiares que, si compartimos, serán prácticamente idénticas a las que atesoran los demás en su fulgor, su brillo y sus cualidades.
En mi pueblo hay vírgenes y cristos crucificados pero el protagonismo no es el de la imaginería sino de los miles de tambores que se pueden escuchar a varios kilómetros de distancia. Sin embargo las sensaciones, los recuerdos, las estampas son muy parecidas a los que se viven en el resto de Andalucía. Durante algunos días vuelven los baenenses de todo el mundo a ocupar las calles, enfundarse la vestimenta de coliblanco o colinegro y tocar el tambor por las calles de la ciudad. Se frustran los mayores si no logran transmitir a sus nietos no una religión, sino unas costumbres, unas vivencias de olor, de luna, de calle o se enorgullecen si consiguen hacer brillar la ilusión en los pequeños corazones. Es un rito de iniciación, de transmisión, de pertenencia que, curiosamente, sienten con más intensidad los que se han ido más lejos de su tierra.
Cuando era pequeña sabía cuando se acercaba la Semana Santa porque empezaban a encalarse las casas de los pobres y de los ricos. Se llenaban las alacenas y los aparadores de pestiños, de flores de miel, de magdalenas caseras…Todas las casas transpiraban un olor a azúcar quemado, a ajonjolí, a especias y los niños nos transmitíamos las pillerías de cómo saquear el botín cerrado bajo llave por el simple procedimiento de sacar el cajón superior y alargar la mano.
Los preparativos formaban parte de la fiesta: organizar los vestidos (¡ay de quien no estrena el Domingo de Ramos!), encontrar las palmas para enlazarlas a los balcones, llenar el frigorífico de comida para tomar a cualquier hora, cuidar el patio, la disposición de las flores y borrar todo rastro de invierno. Pasábamos frío en Semana Santa porque las madres nos obligaban a llevar vestidos ligeros y unos zapatos de estreno que producían dolorosas rozaduras. Pero lo importante era salir a la calle, formar parte de la bulla, adueñarse de la noche, admirar los redobles de tambores y, de pronto, el silencio en luna llena…Esa maravillosa sensación de pertenecer a un lugar único que no logra desdibujar, cuando ya eres mayor, la certeza de que esas sensaciones son idénticas en el pueblo, en el barrio, en la ciudad de al lado con la sola variación de imágenes, de invocaciones, de figuras. Unas fiestas que son ya la añoranza de la infancia, de los padres desaparecidos, del sabor a libertad de tu primera madrugá…¿Quién dice que lo sustancial de estas fiestas es la religión y no los colores, el olor, el estallido de la primavera y el bullicio? Te descubres escudriñando en los ojos de tus sobrinos un atisbo de entusiasmo por los tambores…”Esto es único, ¿sabes?”-le dices. Y conoces que repiten esta frase en Sevilla, en Málaga, en Granada, en Jaén con las vírgenes, el Cautivo, el Cristo de los Gitanos o el Abuelo…pero lo de Baena es, créeme, absolutamente único, ¿sabes?

jueves, 2 de abril de 2009

Historias del sur



Cuando cuento historias de mi familia los amigos me piden que las escriba. Les divierte esa forma de pensar tan divergente, absurda a veces, fuera del mundo en que se desenvolvieron los primeros años de mi vida.
No son, exactamente historias de mi pueblo sino de una clase ociosa, extinta, que nunca encontró su sitio en el productivismo al que se encaminaba el capitalismo pero que, lejos de combatirlo, crearon un mundo aparte sin muchas necesidades pero con apariencias de señorío. Son, en realidad, historias de Andalucía, de gente inadaptada a los cambios sociales. Restos de viejas aristocracias rurales que, a fuerza de dividir sus propiedades y de rendir culto al viejo principio de no trabajar, acabaron encerradas en sus sueños y ajenas al mundo exterior.
El último que me amenaza con publicar este rosario de anécdotas es el historiador Juan Ortiz Villalba con el que pude compartir ayer algunos momentos y lo encontré lleno de vitalidad, de afán de futuro, con un libro en sus manos que relata cómo la represión franquista contra las mujeres no solo tenía por objeto castigar sus ideas sino también hacerlas volver al redil del trabajo doméstico y del silencio. “Curiosamente, a las mujeres se les castigaba más por lo que decían que por lo que hacían. No toleraban que las mujeres pudieran tener voz”- me dijo.
A Juan Ortiz le fascinaron algunas historias de esas clases ociosas andaluzas. “Son restos de la hidalguía”y me amenazó con que si no las relataba, él las publicaría. Acababa de contarle que en mi pueblo los ricos advenedizos que habían hecho inmensas fortunas, invitaban un día de la feria a su caseta a toda la tribu de viejas glorias arruinadas de mi pueblo. La caseta de los ricos no era ni más lujosa, ni muy diferente a la de “los cristales” en la que pasábamos el tiempo los invitados, solo que era exclusiva y familiar. Recuerdo que un día, antes de la visita, mi padre nos advirtió: “Y recordad que en la caseta de los ricos, el jamón no está bueno”. No se refería, claro está, a la calidad del jamón, sino a que no debíamos impresionarnos, ni alabar, ni dejarnos seducir por lo que se nos ofreciera. Y entrábamos allí, sin ninguna disposición a dejarnos impresionar y sin permitirnos sentir ninguna envidia. He llevado siempre a gala ese sentimiento de no rendir pleitesía a los poderosos. Sin embargo Juan Ortiz tiene otra interpretación de la anécdota: “Viejos hidalgos -dice Juan- que no solo quieren demostrar su hidalguía, sino también señalar la ilegitimidad de los nuevos ricos”. ¡Ay, la historia…Cómo desacraliza la literatura!

No estarás sola

Rofolfo Serrano me regala una canción a punto de salir que lleva por título el nombre de la sevillana Alameda de Hércules. Todavía no puedo colgarla porque el disco está en edición. Gente que canta, que no pierde la esperanza, ese latir de la vida, en boca de Ismael Serrano y de Manuel Cuesta.
Para ir haciendo boca pongo aquí la canción "No estarás sola"

Y este poema de Rodolfo Serrano
Marcamos territorio.
Hasta aquí, tu frontera.
Tus amigos. Mis bares.
Antes de que se ponga
el sol
dejarás este el pueblo.
Tengo el arma cargada.
Dispararé a matar
cuando te encuentre.
La ciudad es ahora
territorio enemigo.
Llenaré las farolas,
cada árbol del parque
con carteles de búsqueda.
Recompensa: mil días
por tu cuerpo.
Desnudo, a ser posible.