domingo, 29 de mayo de 2011

Cambio de piel

Artículo de esta semana para El País Andalucía: 

Zavalita, el protagonista de Conversación en la Catedral, tras mirar sin amor las calles de su ciudad, se preguntaba en qué momento se jodió el Perú. Después de las elecciones del domingo, en vez de contemplar los restos del naufragio, quizá fuera conveniente interrogarse sobre las causas.-
Los partidos de la denominada izquierda han renunciado al papel pedagógico y social que tuvieron en su origen y se han convertido en simples instrumentos electorales que administran una tradición, una ideología, contradictoria muchas veces con su práctica política. Por esa razón, en plena derrota, en vez de analizar las razones, se preocupan por los resultados
Después de los mercados, no hay nada que haya hecho tanto daño a las ideas de la izquierda como la apelación a un mal análisis sociológico que consiste, básicamente, en tomar nota de los cambios sociales para lamentarse amargamente o adaptarse a ellos. Así, constatan que la sociedad se ha derechizado o se ha rendido al populismo más reaccionario, como si no hubiera tomado parte en ello. IU no se interroga sobre las razones de su incapacidad para recoger el descontento de la izquierda social, se limita a hacer un recuento de pérdidas y ganancias en las que Córdoba es la dolorosa espina. El PSOE dice que acepta el castigo que la sociedad le ha propinado en las urnas pero descarta una revisión ideológica o una mirada a la izquierda social. El pragmatismo de los viejos tiempos no les deja ver la nueva realidad.
La sociedad no es un cuerpo enterizo sino plural y diverso. No es un objeto inanimado para la acción política. El problema es que la izquierda social -haya votado en las elecciones o no-, está cada vez más alejada de la izquierda oficial, en sus dos versiones electorales. Sus partidos están inmersos en una intensa crisis de representatividad, hasta tal extremo de que si consultaran, de forma no plebiscitaria, a su propia militancia política, comprobarían el abismo de incomprensión y de incomodidad que les separa.
Mientras que la derecha se encuentra a gusto con su representación, la izquierda está demandando un urgente cambio de piel. Un cambio que afecta tanto a los contenidos de la política como a la forma de realizarla. Esta izquierda social tiene una alta capacidad de análisis, de crítica y de porosidad. No van a reaccionar ante el peligro de la derecha, sino ante la ilusión de nuevos proyectos y nuevos valores con la condición de que puedan participar en ellos. Los jóvenes que resisten heroicamente en las plazas de nuestras ciudades están apuntando la luna del futuro: reforma de la política y compromiso social.
Porque quizá "el Perú" no se jodió con la crisis económica, quizá todo se estropeó mucho antes, cuando se asumió el crecimiento especulativo de nuestras ciudades, el desarrollismo sin límites, el individualismo como organizador social. Cuando no éramos todavía conscientes del papel de "los mercados" pero habíamos mercantilizado toda nuestra estructura social. Quizá "el Perú" de Andalucía se fue al garete cuando se acallaron las conciencias críticas y se premió el conformismo social.
Por primera vez desde la transición, no están en juego las próximas elecciones, sino los próximos 20 años de nuestra vida. En vez de querer parar las olas desde la orilla, la izquierda debería tener la ambición de generar las olas del futuro. Y no lo puede hacer sola, reunida en sus sedes partidarias, lamiéndose las heridas o haciendo quiméricas cuentas de sumas electorales.
Si se empeñan en hacer lo mismo, obtendrán los mismos resultados. Si no empiezan a pensar de forma ambiciosa; si consumen los días en debates estériles sobre candidatos o persisten en completar la agenda de reformas que los mercados han impuesto, el porvenir será todavía más incierto. Por el contrario, es el momento de sacudirse el miedo y el inmovilismo. Sólo los cambios sinceros, mirando con los nuevos ojos de la sociedad, servirán de pasaporte hacia el futuro

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, Chicos, Esta es una vista excepcional de la situación, no creo que bastante he visto desde esa perspectiva antes.

Nacho Martin dijo...

de acuerdo practicamente en todo.

Anónimo dijo...

De pronto, tras el estallido de libertad que han ejercido responsablemente
miles de ciudadanos asentados en plazas públicas en los últimos días, la
clase política que forma la izquierda de nuestro país ha envejecido y ha
entrado en coma. Ya no sabe qué decir para justificar su presencia en las
instituciones o en los medios y sin embargo sabe que la plaza pública tiene
razón. Unos sólo cuentan los días para que el movimiento de rebeldía termine
por cansancio y todo vuelva a ser como antes, y los demás tratan sin fortuna
de sacar enseñanzas de todo lo sucedido para hacerlo mejor de ahora en
adelante. Pero nadie dimite ni se cuestiona sus cargos de representación
civil o de opinión.



Entre los segundos, esto es, entre los que tratan de extraer las debidas
enseñanzas del movimiento DRY 15-M, los menos peligrosos pero los más
incautos, se tiende a pensar que los partidos políticos de izquierda habrían
renunciado al papel pedagógico y social que tuvieron en su origen y que les
demanda el artículo 6 de la Constitución de 1978, y que por ello se habrían
convertido en meros instrumentos electorales con la consecuencia lógica de
que esa izquierda oficial se habría distanciado de la izquierda social,
propugnando un urgente cambio de piel que afecte a los contenidos de la
política así como a la forma de realizarla (1).



Es justo lo contrario. Los partidos de la izquierda oficial han apurado al
máximo su papel pedagógico de "formadores de la voluntad popular" y han
generado en seguidores y votantes una ideología mixturada que resulta
extraña a la izquierda de siempre, y que no encaja en modo alguno en la
proposición más elevada de ésta: ""de cada cual según es su capacidad, a
cada cual según es su necesidad". Una ideología impostada en fin, en la que
la gubernamentalidad y la razón de estado se antepondría a cualquier otra
consideración y en la que la moral se sobrepondría a la política en sí. La
lucha contra la corrupción, contra la guerra, o contra el mismo paro por vía
puramente económica o contra el transfuguismo o contra la mentira como forma
política, o contra la mala gestión de la catástrofe (del Prestige o del
Yak-42) o del conservacionismo, han monopolizado el discurso de la izquierda
de gobierno silenciando el verdadero reto de la sociedad en cualquier
tiempo, que es el de ir a un otro modo de producción de bienes y de afectos
en el que, tendencialmente, todas las capacidades sean tenidas en cuenta y
todas las necesidades sean atendidas... (continúa).

Plataforma Constituyente del este de Cádiz



(1) Concha Caballero de IU en EL PAÍS del 28 de mayo.

Anónimo dijo...

... La izquierda oficial ha jugado con el modo de producción existente
ocultándolo con ese discurso impostado o estimulándolo tal cual hace la
derecha. Y por eso era de esperar que tamaña construcción ideológica, tan
heterogénea y tan inane, quebrara en la primera crisis real que se desatara;
la que tiene que ver además con un modo de producción ya de por sí
mistificado por la intermediación abundante del capital financiero. Cuando
la multitud pierde poder de acción y de afección más allá de lo intolerable
y no hay discurso elaborado que canalice creativamente su ira, resulta
temible para los gestores del orden; ya sean éstos de la derecha o de la
izquierda.



No se trata pues de cambiar la piel para seguir haciendo lo mismo, ni de
cambiar los contenidos de la política porque no es cuestión de voluntad -
pues por el momento no se atisba en el horizonte otro discurso político que
el que puede generar el modo de producción mistificado en el que estamos -,
ni tan siquiera de hacer otra política, sino de ensayar otra forma de
situarse en política; y en eso, el movimiento DRY 15-M, nos ha dado una gran
lección que enlaza perfectamente con la gran tradición de la izquierda, que
parte de la certeza de que la multitud creativa se expresa sólo en asamblea
y que la tarea de gobierno (pero no de autoorganización) le resulta
absolutamente extraña. Los resultados electorales del 22-M por otra parte,
han demostrado que el momento demandaba soluciones y decisiones de gobierno
y que por eso se ha preferido a la derecha más clásica desalojando de
asambleas locales y regionales, con el mismo golpe fruto de la falta de una
división de poderes, buena parte de la fuerza potencial de la izquierda.



Por todo ello, y en tanto la modificación de la Constitución esté vetada por
razón de estado (la que personifican, además del monarca, los partidos de
gobierno), la izquierda habría de abstenerse de la tentación de gobernar y
dedicarse a hegemonizar el escenario asambleario - desde la plaza pública
hasta los Parlamentos -, que son sus ámbitos naturales; generando ideas de
base democrática que necesariamente vendrán informadas por la más simples de
las reglas en política: la de que es exigible la capacidad de cada cual y
que a cada cual ha de atenderse según es su necesidad. Que huya la izquierda
de pactos de gobierno y que se consagre asambleariamente a la labor de
generar ideas, normas
y espacios de libertad. A partir de ahí, mantener a los gobiernos en su
limitada pero incontenible tarea, supondrá tan sólo un juego de niños.
20110528



Plataforma Constituyente del este de Cádiz