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jueves, 22 de agosto de 2013

MIÉNTEME MUCHO


Publicado en ANDALUCES DIARIO 



    España es el país en el que se lleva la mentira con la cabeza más alta. Será nuestra historia. Será que desde pequeños nos predisponen a ser condescendientes con la mentira y obtenemos sobresueldos de seres mitológicos e inexistentes.
 
   La adolescencia nos hace amar la sinceridad y rechazar airadamente la falta de autenticidad de nuestras relaciones. Es el único momento en el que cultivamos, como flor extraña, un pequeño brote de amor a la verdad. Pero nuestro alrededor ve esta flor como una amenaza, una rebeldía sin futuro y nos reclama abandonar tan peligrosa ingenuidad. El resultado es que esa extraña flor se agosta antes incluso de haber florecido.
 
   A los veinte años, en general, ya han conseguido un ser humano cínico, convenenciero que, si bien no tiene por qué ser en sentido estricto malo, sí posee la dosis suficiente de sentido común para cerrar los ojos ante las injusticias y aceptar una red doméstica de pequeñas o grandes mentiras.
 
 
   El que no miente o el que no transige con el engaño, es una amenaza. Aunque guarde silencio, aunque su integridad sea sólo un vicio solitario, su presencia es molesta, su falta de asentimiento, un reproche mudo. El castigo más común es una parada brusca en sus posibilidades de promoción. Nadie le explicará nunca las razones, pero encontrará un muro infranqueable que solo deja paso a los que están en el secreto de esa madurez sutilmente corrupta.
 
   No es “cultura del esfuerzo” lo que ha faltado en nuestra sociedad. No. El chaval que abandonaba la escuela, se mataba a trabajar en la construcción. El banquero, político, constructor que obtuvo sus ganancias de forma ilícita, trabajaba duro para comprar amistades, ganar influencias, diseñar arquitecturas de contrabando. Lo que ha faltado no es “cultura del esfuerzo” sino “cultura de respeto a la verdad” y al bien común.
 
   Lo peor de las viejas tradiciones se las arregla para sobrevivir a todos los cambios históricos. Y en España, la falta de respeto a la verdad, el desprecio al bien común, el culto a la apariencia y la veneración a los poderosos se superpuso a la frágil democracia y a los nuevos valores que deberían haberla sustentado. Digamos que el fascismo no murió a manos de los valores democráticos, sino por el brillo del turismo internacional, la nueva capacidad de compra de las clases populares y el aumento del nivel de vida.
 
   Y así hemos llegado hasta aquí, a este rompeolas de todos los vicios, donde quedan al descubierto infinitas patrañas, añagazas, líos, comisiones, cuentas opacas y sobresueldos. El caso Bárcenas es hoy el mejor exponente del triunfo de la mentira, el disimulo y las apariencias. Los dirigentes del PP que exhortan al sacrificio, a “la cultura del esfuerzo”, a la reducción del gasto público, recibían en pago por estos desvelos, cajas de puros rellenas de billetes de amigables constructores, cenas por el precio de un salario mileurista, o regalos de esa marca de la ignominia que es llevar colgado en la muñeca un reloj, unas joyas o una indumentaria que valen lo que la vivienda de un pobre.
 
   Desde Mariano Rajoy hasta Zoido, todos han recibido escandalosos sobresueldos que provenían de estas donaciones ilegales que se agradecían presuntamente con una lluvia fina de contratos públicos, de sobreprecio de servicios públicos, de información y trato privilegiado. Y no digamos el inefable Arenas, en el centro del terremoto barceniano.
 
   Esta semana, dicen, que ha sido la más amarga para el PP, la más turbulenta para Mariano Rajoy.  Pero él ha comprendido la entraña convenenciera de este país, su carácter novelero e inconstante. Calculan que las noticias, por muy escandalosas que sean, se agotarán en unas semanas; el dinero, sin embargo, es más perdurable.  Bastará con agitar convenientemente el cóctel de la corrupción porque cuando todo el mundo es culpable, nadie lo es.
 
   La prensa internacional se lleva las manos a la cabeza. ¿Qué clase de país es ese –se preguntan-  que no castiga la mentira ni exige explicaciones a sus dirigentes? Pues simplemente un país con miedo, con escasa cultura democrática y poder de la ciudadanía. Hasta el momento.

domingo, 31 de marzo de 2013

PREGUNTAS A DIESTRO Y SINIESTRO



Puedes leerlo completo en El País Andalucía 

   Cuando estudiaba la carrera nos explicaron el realismo como un esfuerzo por dibujar el entramado social bajo un prisma de honradez intelectual. Así, Balzac, tremendamente conservador, hace un relato inmisericorde de las clases ascendentes parisinas o Flaubert, que en su vida real añoraba el pasado nobiliario, nos regaló algunos de los relatos más certeros de los procesos revolucionarios y de la torpe educación sentimental de su tiempo.

   Hoy cualquier atisbo de honradez intelectual es un pasaporte seguro a la exclusión, un ejercicio de alto riesgo por el que puedes ser tachado inmediatamente de servir a unos u otros intereses. Pero la falta de honradez intelectual esteriliza el debate político, cultural o social y acaba con nuestro mayor tesoro: el espíritu crítico.

   La honradez intelectual no implica no tener ideología y defenderla incluso con pasión. Significa reconocer la verdad, o al menos no retorcerla. Supone tener comportamientos parecidos en situaciones similares y ser capaces de aplicar principios universales que no estén sujetos a la conveniencia particular.
La falta de honradez intelectual es realmente desalentadora, nos hace mover la cabeza, y exclamar “no es eso, no es eso” aunque no tengamos una orilla a la que amarrarnos.

   Esta semana algunos medios han utilizado la figura del presidente de la Junta de Andalucía como portada de sus ediciones bajo títulos penalmente acusadores. Si según estos medios el presidente Griñán es responsable de la trama de los ERE, incluso sin estar en la Junta de Andalucía durante gran parte de estas ilegalidades, ¿qué tendríamos que decir de Mariano Rajoy o de José María Aznar, que sí que fueron responsables del PP durante todo el periodo de la trama Gürtel y del caso Bárcenas? ¿Dónde están las portadas similares, exigiendo responsabilidades de estos presidentes? Las posiciones ideológicas de las empresas editoras, legítimas e incluso necesarias, deberían tener ciertos límites morales.

   La honradez intelectual nos dice que todos los acusados en los casos de corrupción deben ser tratados de igual forma, independientemente del juez asignado al caso. Si realmente esto es así, en uno o en otro lugar tiene que haber un grave error de instrucción. Si lo adecuado es dictar prisión provisional para los imputados en los delitos de corrupción ¿por qué se pasean a cuerpo gentil personas como Luis Bárcenas, Jaume Matas, Carlos Fabra, Iñaki Urdangarin… acaso no hay indicios suficientes de enriquecimiento personal?¿Es que tienen más caché que los corruptos del sur? ¿Por qué en la trama Gürtel hay tan pocos imputados y ninguna nueva resolución de prisión?

   ¿Si en el caso de Andalucía, el foco de corrupción estaba asentado en la Consejería de Empleo, por qué la juez imputa a uno de sus titulares y al otro no? ¿Es cierto que esta irregularidad responde al deseo de la juez de no perder el caso porque inmediatamente escaparía a su jurisdicción? ¿Es justa y ecuánime esta situación? Y para no dejar palo por tocar: ¿Por qué el PSOE abortó las conclusiones de la comisión de investigación en el Parlamento andaluz cuando se negó a reconocer responsabilidad política alguna de este mismo consejero?

    Si los procedimientos de la juez Alaya son los mejores, aplaudidos ampliamente por el sector político y mediático de la derecha, y escasamente comentados por el resto de los medios, ¿por qué no se utilizan mecanismos parecidos en el resto de los casos de corrupción, iguales fianzas, entradas en prisión o redadas policiales?

    Si la justicia es igual, la imparta el magistrado que la imparta, ¿por qué existe esa pelea judicial? ¿Por qué cada uno de los sectores imputados se inclina por un juez? ¿Qué más da que la instrucción de estos casos la haga la juez Alaya o la juez Ana Curra, el juez Gómez Bermúdez, Pablo Ruz o Baltasar Garzón? ¿O es que no es lo mismo? Solo citar este último nombre ya nos descorazona. Es muy doloroso constatar que el único procesado y condenado por la trama Gürtel se llama Baltasar Garzón.