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domingo, 29 de junio de 2008

VIAJAR Y COMER GRATIS



Mi primer puesto institucional fue en el recién creado Consejo de Administración de RTVA, es decir Canal Sur. El todopoderoso Zarrías había colocado al frente de la nueva televisión pública andaluza a un personaje llamado Salvador Domínguez, cuyas habilidades notorias eran organizar grandes juergas con los amigos, crear empresas “auxiliares” de la nada (a las que encargaba todo, a precios desorbitados) y divertirse con el dinero público. No es pretencioso decir que me convertí en el látigo de esa ostentación y despilfarro. El director general se reía del mundo y de mí. Ante mi insistencia en pedir documentación, él se guaseaba:
-Hoy vengo chungo de papeles – llegó a contestarme en uno de los Consejos.
Pero, a su pesar, llegaba a mis manos cada vez más información. Incluso algunos de sus directivos, escandalizados por estas prácticas, me hacían llegar clandestinamente la documentación de contratos millonarios y de gastos sin justificar con el ruego de que hiciera algo.
Recibí, incluso, la llamada de uno de ellos, que me dejó sin habla. Fue más o menos de este tenor:
-Te llamo para decirte que voy a crear una productora (actividad prohibida para los directivos) para hacerme millonario. Estoy cansado de ver cómo todos los de mi alrededor se hacen ricos en varios meses con la tele y me he cansado de ser honrado. Ya lo sabes, no tienes que investigar.
Las actividades de la dirección de Canal Sur se acompañaban de una incitación al gasto para los miembros del Consejo de Administración: “Vayan a Paris, a Londres, a Nueva York, a Los Ángeles…tienen que ver mucho mundo para conocer las novedades de la comunicación”. Tampoco había obstáculos, sino todo lo contrario, para las cuentas de gastos, los regalos, las comidas de “relaciones públicas”. Por mi parte me encerré en un “terco puritanismo”, a su entender. Era el “enemigo en casa” que estropeaba su fiesta. Nunca hice un viaje, jamás invité a cuenta de la empresa. De hecho, (con una sola excepción), nunca he aceptado un viaje de la administración, en los más de 13 años de vida pública. Y mis razones han sido que, no solo es un despilfarro de dinero público realmente escandaloso, sino que, a través de estas prebendas se compra el silencio y la independencia de los que lo reciben. Los que se enfangan en el derroche del dinero público necesitan cómplices de sus correrías y sobre todo, silencio, mucho silencio, entre sorbos del mejor vino y alta cocina.

viernes, 20 de junio de 2008

HE VISTO AMANECER UN DÍA Y NO ES TAN BONITO COMO DICEN



Ya he hablado en este blog de mi tío Miguel, el que venció el capitalismo a la manera andaluza o, como decía Ortega y Gasset, reduciendo el debe en vez de aumentar el haber.
En el ambiente en que nací había verdadera pasión por el ocio y auténtica repulsa por el negocio. No se trataba de no trabajar, sino simplemente, hacerlo del modo y manera que te lo fuese pidiendo el cuerpo o dictando la inspiración. Visto desde fuera, quizá era una forma trasnochada de vivir de señoritos andaluces, arruinados lentamente por la caída de la agricultura y poco amoldables a los tiempos del capitalismo productivista. Pero nosotros no lo vivíamos así. Nos habían enseñado que la vida era, ante todo, una diversión. Un día sin risas, sin amigos, sin juegos, era un día perdido para la vida. Y no hablo solo de los niños porque los mayores se entregaban a esta forma de vida con mayor pasión aún. El dinero no tenía apenas importancia, y por el contrario, disponer de tiempo, de espacio, y no tener obligaciones era el mayor bien. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos por ocultarlo, el tiempo existía y no tenía ya la misma sustancia que en el pasado. Mi padre, volvía del casino algunos días con malas noticias.
- Vicente se va del pueblo, a Madrid. – decía con el mismo tono de voz e idéntica tristeza que se empleaba para anunciar la muerte de un amigo.
No sé cómo los niños habíamos percibido que todo estaba a punto de cambiar o, mejor dicho, que todo había cambiado ya a nuestro alrededor, solo que nuestros padres no lo sabían, y tampoco había que decirselo.
Por aquel tiempo, mi hermano, tras mucho rogar, había conseguido ir a un campamento de verano. La tarjeta postal que envió se convirtió en una especie de dicho familiar porque conectaba con el pasado de ese otium cum dignitate. Decía lo siguiente:
MAMÁ: HE VISTO AMANECER UN DÍA Y NO ES TAN BONITO COMO DICEN
Desde aquel entonces, todos nosotros hemos visto amanecer muchos días y, es verdad, que, no es tan bonito como dicen.