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martes, 3 de febrero de 2009

Rafael Alberti



Conseguí el número de teléfono de Alberti tras muchas gestiones. Me dijeron, con tono secreto, que no lo pasara a nadie y que lo llamara por la tarde, después de las cinco y antes de las ocho.
A la hora acordada marqué el teléfono con la emoción anticipada de hablar con un mito de la literatura. Tras varios timbrazos sonó, potente la voz de Rafael y dijo: “Este es el contestador automático de Rafael Alberti, si quieres dejar algún mensaje hazlo a continuación”. Me di cuenta inmediatamente de que no era el contestador porque su voz sonaba clara y directa pero seguí el juego. “No me conoces, te llamo desde Jaén…”-empecé mi mensaje. De pronto él cambió de tono:
- Sí, dime
- Creía que era el contestador –mentí yo.
- No tengo contestador. Son muy caros, pero hago esto para evitar las llamadas inoportunas – y se rió con estruendo-. Funciona, ¿verdad?
La risa de Rafael.
Pasados algunos años tuve la oportunidad de compartir con él en Sevilla, un desayuno con la prensa. Lamento haber perdido en las mudanzas sentimentales, la cinta que grabé de este encuentro. Hacía pocos días que había visitado la ciudad Jorge Luis Borges y Rafael estaba deseoso de hablar de este personaje y, junto a él, dar un repaso –en el sentido más castizo de la palabra- a los escritores que de alguna forma colaboraron con el franquismo. Estuvo incisivo, ocurrente, chispeante. En esta conversación Borges pasó a mejor vida junto con Dámaso Alonso y algunos otros que no consigo recordar. Por el contrario habló con emoción de su amistad con Federico García Lorca y de su muerte. Entendí que, desde entonces, Rafael tenía la impresión de vivir una vida prestada porque la muerte de Federico era el espejo de la suya propia, la que debió haberle ocurrido a él, pero que fue a Granada por un error del destino. Al acabar el desayuno tomó un libro que llevaba y me hizo un maravilloso dibujo adornado de frases sobre mi sonrisa.” ¡Ah, esa sonrisa¡ ¡Cuántas cosas buenas me trae tu sonrisa! “- me dijo. También en una mudanza perdí el libro, el dibujo y la dedicatoria.
Rafael odiaba las largas reuniones del PCE. Cuando alguien expresaba el deseo de conseguir una sociedad sin clases, él añadía en tono bajo: “y sin reuniones”. Algunos avisados iban pertrechados de láminas y lápices de dibujos a los actos en las que aparecía Alberti. Cuando la reunión se hacía aburrida le pasaban el material y Alberti se aplicaba al dibujo como un niño en una tarde lluviosa. Finalmente colocaba su firma y una dedicatoria forzada. No tuve valor para recurrir a esta artimaña con los que muchos se procuraron obras de Alberti.
Yo perdí mis dibujos. Está bien que así haya sido. Los únicos que nunca pierden nada son los que clasifican el tiempo y lo guardan sin vivirlo.

miércoles, 28 de enero de 2009

BRUCE SPRINGSTEEN EN SEVILLA

Por la mañana leo la prensa en internet. Me detengo, especialmente, en la información económica y en la internacional (tras los primeros pasos de Obama y esperando la resolución de conflictos que hielan el corazón). Pero hoy no puedo apenas prestar atención a ninguna noticia porque he leído que Bruce Sprinsgteen viene a Sevilla el próximo día 30 de julio.
Lo confirmo en la página de Bruce y ahí está: July 30 Sevilla, Spain, la Cartuja Olympic Stadium, para presentar su nuevo disco Working on a dream.
Yo no era “springstera” hasta que hace algunos años fui a un concierto en Granada en el que el boss presentó su disco We shall overcome, de homenaje a Pete Seeger. Me gustaban algunas de sus canciones como The river o el album de Born to run, pero me repelían otras de sus composiciones más convencionales...Hasta que una noche granadina escuché su primera canción y se desató una corriente de energía, de vitalidad y de esperanza como no había conocido.
El directo de Bruce Springsteen no es comparable a ningún grupo que haya escuchado. No tiene un gran montaje escenográfico, sólo veinte músicos en escena curtidos, de una sensibilidad extrema. La voz de Bruce, su fuerza y su vitalidad surge como un torrente desde la primera canción porque en el escenario disfrutan con lo que hacen y no regatean con el público. No están cumpliendo con una obligación comercial sino tocando canciones con el mismo entusiasmo que si lo hicieran por primera vez.
Unos días más tarde llamé a un amigo de Granada para preguntarle por qué no había ido al concierto:
- No lo comentes. Le he dicho a todo el mundo que estuve allí – me dijo
- ¿Y eso por qué?
- Pues porque si digo que no he ido tengo que decir que no me interesaba o reconocer que me he perdido algo especial que no se va a repetir.
Vericuetos del alma granadina.

jueves, 20 de noviembre de 2008

MI AMIGA ES UNA IZQUIERDISTA


El día está indeciso: temperatura primaveral y cielo de invierno. En Sevilla el otoño es una estación extraña a la que solo define un cambio de luz. Ana está sentada junto al ventanal del bar. Dicen que el asiento que se elige –cuando hay espacio disponible- en un bar o un restaurante, nos delata el carácter de quien lo escoge. Ella ha elegido un lugar que le permite dominar el conjunto de la cafetería y el exterior. Al escoger este asiento obliga a que Alejandro, cuando llegue, tenga forzosamente que situarse de espaldas al bar y casi de cara a la pared.
- Vienes algo tarde –le dice Ana- ¿estás muy ocupado?
- Sí. Es que estoy refundando el capitalismo –sonríe él.
- Te veo contento.
- No te creas, pero hay que adaptarse a los tiempos...¿qué remedio? –dice mientras encarga un café bien cargado- Vengo de la Consejería de Obras Públicas porque ahora, el único clavo al que agarrarnos es a la inversión pública.
- Ah, yo creía que ya habías superado al Estado.
- De momento lo necesitamos –se ríe Alejandro- porque la actividad privada está casi paralizada.
- ¿Por qué no bajáis el precio de las viviendas que tenéis terminadas?
- No lo descartamos. Ya veremos en el futuro, pero de momento prefiero regalarlas a hacerlas VPO. Lo que sí hemos decidido es bajar el precio de las obras y, la verdad, es que se están haciendo a mitad de precio.
- ¿Y quién paga esta bajada?
- Vaya, pues estamos ganando menos todos: los contratistas, las empresas, los proveedores...
- Y los trabajadores, ¿no? Me apuesto a que cuando la cadena de descuentos llega al último ya casi no quedan ganancias. Y para qué hablar de los inmigrantes.
- ¿Ves cómo no te enteras? Los inmigrantes casi han desaparecido de la construcción en Andalucía
- ¿Y dónde están? –pregunta ella.
El amigo de Ana no contesta. Mira la plaza que se extiende ante el bar. Definitivamente es un precioso día de otoño.

martes, 29 de julio de 2008

Estrategias para sobrevivir




Cuando Soledad Becerril era alcaldesa de Sevilla hizo un viaje a los países nórdicos para promocionar el turismo en esta ciudad. Un amigo mío, profesor de Comunicación, opinó que la campaña (Giralda, Reales Alcázares y el rio Guadalquivir) estaba equivocada. Él tenía el mejor lema para promocionar la ciudad entre los ateridos noruegos y suecos y era el siguiente: “Sevilla: calefacción en las calles”. Desde luego no había que decirles a los posibles turistas que en verano se nos olvida quitar la calefacción y que cuando nos atrevemos a salir a la calle nos pegamos a las paredes, tomamos aliento en las esquinas con sombra y buscamos refugio en tiendas y comercio como quien ha llegado a un oasis. Creo que en esta ciudad la crisis no se nota tanto porque los sevillanos abarrotamos las grandes superficies comerciales como una forma de sacudirnos el calor en las horas perdidas. Al llegar la noche, sentados al aire libre, buscamos un indicio de que hemos derrotado al implacable cielo. Nos transmitimos previsiones meteorológicas, como si se tratara de saberes ocultos:
- La semana que viene, me han dicho, bajarán las temperaturas.
- Si, pero hasta el sábado, van a seguir subiendo.
- Pero hoy corre algo de fresquito –decimos ante el menor soplo de aire.
Es mala sombra decir esa frase porque, justo en ese momento, deja de hacerlo y la noche se queda quieta, como sin horas. Regateamos el irnos a la cama y nos asomamos al balcón, a la terraza, al patio, con la cabeza levantada, la vista al cielo, la boca entreabierta como en una plegaria. Es el momento de elegir entre dormir con las sábanas calientes, y alguna caricia esporádica de una brisa perdida, o encender el aire acondicionado y dormir en ese país extraño sin sueños.
La única tregua se produce a esa primera hora de la mañana, en la que el sol es joven y piadoso cada día. Pero, cualquier andaluz sabe que necesitamos la paciencia de Job, la imperturbabilidad de Buda y el control mental de un fakir para no sucumbir a la desesperación a lo largo del día.