lunes, 1 de julio de 2013

GRIÑÁN AGITA TODAS LAS AGUAS


Publicado en El País de Andalucía

   José Antonio Griñán anuncia que no se presentará a la reelección y provoca un terremoto en la política andaluza y estatal. Mientras la crisis arrecia y la ciudadanía consume sus últimas energías de indignación, nos estábamos acostumbrando a un tranquilo escenario institucional. En Madrid, la mayoría absoluta del PP garantiza votaciones mayoritarias de proyectos rechazados en la calle; en Andalucía, el gobierno bipartito garantiza una estabilidad institucional con un proyecto que pinta de rojo algunas rayas en el horizonte profundamente azul. En las instituciones, el naufragio de la política es lento. El PP se desangra y alimenta una rueda de recambio llamada UPyD. De forma incomprensible, el PSOE sigue perdiendo votantes, traspasados a IU o a la abstención más enfadada. Los primeros confían en que la crisis amaine, los segundos en que el pueblo vuelva a confiar en ellos por arte de magia. Incluso entonan algún baile atrevido de acuerdos institucionales en los grandes temas de Estado.

   La decisión de Griñán viene a poner en crisis este modelo, ese dolce far niente, esa nostalgia de que el pasado retorne, como las golondrinas, cuando las flechas macroeconómicas apunten hacia arriba, acallen la indignación y el bipartidismo reverdezca. Porque Griñán ha anunciado la muerte del pasado, el no retorno de los viejos tiempos, de sus políticos y de los modelos económicos. Y lo ha hecho inmolándose en la pira por pura cuestión de edad.

   Lo llevaba en absoluto secreto pero con una férrea determinación. Su decisión tiene efectos colaterales de todos los colores. El PP ha hecho el análisis previsto: Griñán se marcha por el caso de los ERE. Por simple razón electoral, el PP había convertido al presidente andaluz en la cabeza de turco del fraude, aunque la más elemental aritmética cronológica lo desmiente. De hecho, ni siquiera estaba en Andalucía mientras la trama empezaba sus andanzas. El caso de los ERE ha sido, sin duda, un sambenito del que Griñán no ha podido desprenderse, porque aunque no es suyo, es de los suyos. Pero no es la causa principal de su renuncia, aunque si una de sus razones. Sin embargo, la decisión de Griñán fuerza al PP de Andalucía a aclarar con rapidez su liderazgo y su proyecto.

   Por lo que respecta al IU, ha sido más que evidente su incomodidad con esta decisión. Nada le viene mejor a esta formación que esta transfusión lenta de votos sin riesgo alguno. Acaban de renovar su dirección y de elegir a Antonio Maíllo nuevo coordinador. Pero ahora la apuesta se queda corta. No basta con presentar un perfil más amable. Si quieren jugar en el terreno de la renovación tendrán que apostar mucho más fuerte por la apertura, las primarias, la autonomía del proyecto de IU respecto al Partido Comunista de Andalucía así como alguna asignatura incomprensiblemente pendiente, como el inexistente papel de las mujeres en esta formación.

   Pero el efecto más visible del terremoto Griñán es sobre el PSOE estatal, donde Rubalcaba administra los tiempos a paso de tortuga y se mantienen las líneas de fidelidades antiguas, de discursos oscilantes entre la oposición y la colaboración, y el temor a los cambios.

   Cuanto más se empeñan en afirmar que la decisión de Griñán “no alterará ni el calendario ni la agenda política prevista”, más claro parece que ha dado en la diana de una mayoría silenciosa o silenciada del PSOE. Es fácil agrupar las declaraciones de los líderes socialistas en racimos identificables: Rubalcaba, Chaves, Alfonso Guerra o el singular Rodríguez de la Borbolla han torcido el gesto ante el proceso andaluz. Frente a su evidente irritación, son fáciles de contraponer las sonrisas de Carme Chacón o de José María Barreda o la fruición con la que muchos militantes de base del PSOE citan las palabras de Griñán sobre la regeneración política, la celebración de primarias, la limitación de mandatos o el relevo generacional. Un toque de autocrítica hacia la trayectoria política del PSOE escrita con la piel de un presidente que tiene muchos años, pero que quizá ha olfateado los nuevos tiempos.
@conchacaballer

EL NOMBRE BUENO DE LAS COSAS MALAS


Publicado en el País de Andalucía

 “Cuando quieran hacer algo malo, busquen un nombre bueno”, es el consejo de los expertos internacionales en comunicación.Y el ministro de Educación, José Ignacio Wert, lo ha tomado al pie de la letra. Ha cambiado el término exclusión por excelencia y lo ha dirigido como una bomba de relojería contra los estudiantes sin recursos económicos. Ha empleado la palabra “pobre” con profusión, “excelencia” con delectación y ha acusado a Andalucía de tener demasiados estudiantes sin recursos en la Universidad. Para finalizar ha afirmado que está dispuesto a ser duro con los pobres por que “cuando se recibe dinero público, es lógico pedir un esfuerzo extraordinario”.
 
   La ideología de la derecha es muy hábil en hacer creer a la clase media, que hay una horda de holgazanes viviendo a nuestra cuenta. Es una vieja estrategia de tensión y de confrontación que intenta servir de válvula de escape a unas clases medias cada vez más empobrecidas por la crisis. Por eso, es muy importante que la verdadera información y que la pedagogía nos ayuden a separar los argumentos ficticios de los reales.

   Antes de que ningún lector se apunte a las tesis de Wert es conveniente conocer la realidad. La Universidad se sufraga fundamentalmente con dinero público. Dependiendo de la Comunidad, las tasas solo suponen entre el 15% y el 25% del coste total del servicio universitario. En Andalucía, al haber mantenido las tasas en su horquilla más baja, la subvención pública cubre el 85% del coste universitario en la primera matrícula. En consecuencia, no solamente están becados los “pobres” sino que la totalidad de los estudiantes universitarios disfrutan de una “beca” porque sus estudios son financiados con los impuestos de toda la ciudadanía. Curiosamente, el 80% de estos impuestos procede de trabajadores y, casi el 40% de cotizantes mileuristas. Por eso, todos los que hemos estudiado en la Universidad, incluido el ministro Wert, hemos sido becarios. Sin embargo, solo hablamos de control del dinero público y del esfuerzo para referirnos a los estudiantes a los que ofrecemos un pequeño plus en forma de beca oficial.
 
    Es más, cuando el ministerio niega ayudas públicas a un estudiante por haber suspendido alguna asignatura, no está defendiendo ningún criterio de excelencia de la educación universitaria. Simplemente lo condena a la exclusión mientras sigue regando con dinero público los estudios de su compañero de aulas que ha suspendido el curso completo.

   El término “excelencia” se ha convertido en el caballo de Troya de la exclusión social, en un arma arrojadiza contra los estudiantes sin recursos, mientras la verdadera excelencia universitaria se desangra por la fuga de cerebros jóvenes al extranjero o se guillotina con el recorte brutal a la investigación.

  Si alguien piensa que el debate sobre las becas solo atañe a las personas sin recursos algunos, se equivoca gravemente. En esta primera fase del proyecto educativo de la FAES, se trata de reducir a la mitad el número de alumnos sin recursos que pueblan las aulas universitarias, pero tras este ajuste, se pretende “adecuar las tasas universitarias a sus costes reales”, es decir, encarecer de forma exponencial el acceso a la Universidad.

   Aunque a las clases medias les guste pensar que su futuro está ligado a los sectores de mayor nivel adquisitivo, la realidad es que el empobrecimiento galopante y el recorte de los servicios públicos acabarán con ellas. De hecho, los precios de los másteres y estudios postgrado son ya un factor de selección económica, que no académica, del currículo de nuestros jóvenes. Por eso, el debate sobre la excelencia, planteado en estos términos, acabará siendo una trampa que devorará el modelo universitario. Esta medida es el primer paso para imponer nuevas restricciones, mayores tasas y privatizaciones de este servicio. Los que aplauden la retirada de becas, que vayan preparando cien o 200.000 euros para que estudien los jóvenes del futuro. Avisados estamos.