Publicado en AndalucesDiario
!Qué mala suerte tenemos los andaluces! Más tarde o más pronto lo que
es nuestro, acaba siendo suyo porque España es una ficción que no existe
sin Andalucía. Cuando tuvieron que construir una identidad cultural,
tomaron cuatro tópicos andaluces y los envolvieron en la bandera
española. Voilá, Spain is different!
Lo de ser universales -¡ay querido Juan Ramón!-, tiene estos inconvenientes. Que entran a saco en nuestra despensa y se apropian de nuestros bienes más queridos.
Para legalizar esta apropiación cultural nos ningunean, nos presentan
como una tierra desprovista de identidad, sin perfiles claros, sin
aportaciones interesantes.
Si la mayor parte de los escritores de la generación del 27 hubiesen
nacido en Cataluña, en vez de en Andalucía, se llamarían la renaixença
catalana, pero como lo hicieron aquí llevan una cifra, un año de
matriculación, ni una sola pista de su impronta andaluza. Aquí lo
sobrellevamos como podemos. Con cierta alegría cuando subliman nuestros
logros, con fastidio cuando nos ningunean, con enfado creciente cuando
nos menosprecian.
Ahora, con la marca España bajo mínimos, han decidido españolizar el
Guadalquivir. En Cataluña quieren españolizar infantes, aquí nuestro
río. La cosa es españolizar y dar pábulo a esa patraña de que
las autonomías son una fuente de problemas, de gasto innecesario y de
mala gestión.
Los argumentos racionales no importan en este caso. De nada vale
decir que el Guadalquivir transcurre casi íntegramente por Andalucía,
que las escasas colas fuera de la comunidad son en el ciclo alto del río
y que por lo tanto no pueden ser afectadas por las actuaciones que
hagamos en el sur. Tampoco han tenido en consideración que nadie, ni el
Estatuto de Andalucía, ha negado una gestión general del ciclo del agua,
ni de la cuenca hidrográfica del Guadalquivir. Que Andalucía no solo
respeta estos principios, sino que los defiende y colabora con ellos. El
Tribunal Constitucional, por una cuestión de simetría, tachó la
declaración nacional de Cataluña de su Estatuto y anuló el traspaso del
Guadalquivir, sin miramientos.
El último capítulo de este sainete se ha producido en el Congreso de
los diputados donde una proposición aprobada por unanimidad en el
Parlamento de Andalucía reclamaba, no ya la titularidad del río ni las
competencias plenas, sino la pura gestión o cogestión de nuestro río. La
respuesta ha sido un rotundo NO que cierra la última puerta posible y
sometería a un ridículo espectacular al PP Andaluz, en el caso de que
existiera.
O dicho con otras palabras, que podemos gestionar la educación o el
sistema sanitario, podemos tomar decisiones sobre la formación y la vida
de los andaluces, pero no podemos autorizar un pozo, aprovechar un
salto hidraúlico o regular el aprovechamiento de unas riberas. El
Guadalquivir es español, de la Confederación, de los federales con la
chapa en la solapa, de Aznar que tanto se queja de la desmembración de
España, de Esperanza Aguirre que sueña con devolver las competencias
autonómicas, de Rosa Diez que combina tan bien el rosa y el tricornio de
los viejos tiempos. Todo menos andaluz, esa anomalía histórica donde la
derecha no desemboca, como diría el poeta.
Lorca estaba equivocado. Es posible que el Guadalquivir vaya entre
naranjos y olivos, pero sus papeles legales, sus procedimientos de
autorización y sancionadores, van por la estepa castellana. Es
un gran río, un motor económico, una fuente de riqueza que no puede
quedar en manos andaluzas. Toda una metáfora del nuevo centralismo que
nos acecha.
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