Este es mi artículo de esta semana en El País de Andalucía:
En uno de sus relatos, Emilia Pardo Bazán cuenta la historia de una mujer de clase acomodada que plantó a su novio en el altar, ante el asombro y el escándalo de todos los invitados. Durante años, los vecinos especularon sobre las verdaderas razones por las que Micaela había tomado esta sorprendente decisión.
Mucho tiempo después contó a una amiga los auténticos motivos de su fuga. Micaela estaba ilusionada con su boda y avanzaba por el pasillo central hacia el altar ataviada con el clásico vestido blanco y un largo encaje que había pertenecido a la familia del novio. En mitad de su recorrido, el velo se enganchó con algún saliente y ella tiró levemente de él. El viejo encaje se desgarró y en el momento en que ella recobraba la compostura advirtió la mirada airada del novio y sus labios contraídos. Sintió en su pecho, mucho más que si la hubiese pronunciado, la completa desaprobación del que iba a ser su marido. En ese momento, Micaela, comprendió la vida que le esperaba y decidió pronunciar un rotundo no que dejó petrificados a los invitados.
En un año infausto para la violencia de género me pregunto cuántos encajes rotos, cuántas miradas airadas, cuántas señales de advertencia se han acallado. Ante las edades de muchas de las víctimas, tan jóvenes para morir por la ira de los tiempos antiguos, me pregunto si les hemos dado el mapa de señales correcto. Ojalá la transmisión de las experiencias vitales fuese tan lineal como la de los conocimientos científicos y nadie tuviera que vivir en propia carne lo que hace siglos Emilia Pardo Bazán había detectado en un simple gesto. Así, si pudiésemos transferir nuestro mapa vital, las jóvenes estarían advertidas de las señales ante las que cambiar de rumbo: las miradas de desaprobación, la crítica constante y negativa, los vetos a familiares y amigos hasta conseguir el perfecto aislamiento de la víctima... Si pudiésemos transmitir el conocimiento vital, podríamos prescindir del calvario de las falsas esperanzas, de las justificaciones ante el primer bofetón real o simbólico, de ese tramposo papel de querer convertirnos en redentoras de una convivencia imposible.
Tras la aparente calma de muchas relaciones, anida la flor negra del rencor por la supremacía perdida, la incomodidad ante la igualdad de las mujeres, guardados en la trastienda de los encajes rotos y los sueños traicionados... Pero lo peor de todo, es que han rebrotado, bajo nuevas formas, viejas justificaciones para los peores crímenes. El desprecio a la ley de igualdad, el manoseado tema de las falsas denuncias falsas, han puesto su granito de arena para desanimar a las mujeres que querían escapar de su aciago destino renunciando al único instrumento legal para protegerlas. Pero los que sustentan este tipo de argumentos contrarios al avance de las mujeres no sólo no han sido derrotados sino que han obtenido, incluso, el triunfo de ver desaparecer el denostado Ministerio de Igualdad y decaer las necesarias reformas para conseguir la igualdad real en el trabajo.
En los debates sociales, quien se cansa y abandona, pierde el terreno ganado. No es casual que, por ejemplo, hayamos asistido a la formación de un Gobierno en Cataluña, que ha dejado en agua de borrajas las demandas de paridad en el uso del poder político, con la escuálida presencia de sólo tres mujeres de un total de 12 componentes. Aunque, su presidente ha obviado por completo el tema, el mensaje simbólico es de nuevo evidente: la seguridad y la eficiencia se representan bajo la imagen masculina del poder. Algo que ha parecido "natural" si se tiene en cuenta que desde que se declaró oficialmente esta tramposa crisis, se ha difundido una simbología social sin mujeres.
Demasiados encajes rotos, demasiados rostros contraídos ante el avance de las mujeres por el pasillo central de las instituciones. Demasiadas señales que nos alertan de posibles retrocesos si consiguen hacernos creer que la igualdad entre los seres humanos es sólo un lujo accesible para los tiempos de bonanza pero algo perfectamente prescindible para el futuro inmediato.
(fuente original)
sábado, 5 de febrero de 2011
El encaje roto
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El chivo expiatorio
Publicado en el País Andalucía:
¿Qué tienen que ver los inmigrantes, la igualdad de las mujeres, el matrimonio gay, la escuela pública y las autonomías?¿Será verdad –como afirmaba el poeta Baudelaire- que cada objeto tiene su correspondencia y que hay una analogía universal según la cual cada concepto está ligado en nuestro inconsciente a otras ideas por leyes de atracción?
En la actualidad, estos conceptos han optado al título de chivos expiatorios de la crisis económica: si no hubiera tantos inmigrantes; si se suprimieran las instituciones dedicadas a la igualdad de género; si no existieran otras formas familiares; si la escuela pública fuera selectiva; si las autonomías desaparecieran…
Detrás de cada uno de estas afirmaciones hay un cúmulo de mentiras, de prejuicios y de añoranzas del pasado. Pero, va a llevar razón Baudelaire, en España hay una analogía evidente entre un estado centralizado y paternal, la familia convencional, un modelo de mujer dedicada prioritamente a las tareas domésticas, una escuela autoritaria y un país sin diversidad racial.
La derecha política acaba de confesar en público su añoranza de un estado centralizado, con sede en Madrid. Según ellos, el gasto autonómico es insostenible en términos económicos. Teniendo en cuenta que cerca del 80 por ciento del presupuesto de las autonomías se dedica a los servicios públicos de educación, salud y servicios sociales, ¿quieren decir que recortarían sustancialmente estos servicios o que un estado central administraría mejor estos servicios? Desde la transferencia a Andalucía de estos servicios, su mejora ha sido evidente y contrastable. En la salud pública se ha producido un rotundo cambio de calidad, de extensión del servicio y de cobertura pública. En cuanto a la escuela, ha acometido un proyecto de universalización de la escolarización que va desde los recién nacidos hasta los ciclos superiores, un camino lleno de incertidumbres, pero también de logros evidentes. Mucho más cuando el estado centralista anterior al autonómico, nos había dejado como herencia un reparto injustísimo de servicios públicos, con una ratio de hospitales, escuelas y servicios muy por debajo de la media española, por su tendencia a concentrar en el centro y en el norte todos los servicios e infraestructuras.
El “costosísimo” estado de las autonomías es responsable únicamente del 2 por ciento del déficit público que en 2010 ha sido del 9 por ciento para el total de las administraciones públicas. Curiosamente, la comunidad autónoma de Andalucía –la más poblada - ha sido de las instituciones menos endeudadas del estado, un ranking que encabeza Valencia, Cataluña y el ayuntamiento de Madrid.
Tildan a las instituciones autonómicas de “chiringuitos” pero se niegan a suprimir organismos tan anacrónicos como las Diputaciones Provinciales. Durante la tramitación del Estatuto de Autonomía se opusieron al principio de administración única y pasan por alto las duplicidades del gobierno central que mantiene delegaciones y servicios sin sentido alguno. Esto desvela que su interés no es el ahorro del dinero público ni la racionalidad, sino la vuelta a un estado centralista.
Pero, no sola la derecha alimenta el fuego contra el estado autonómico. Algunos insignes socialistas se han apuntado a la fiesta y comparten la tesis de que las competencias autonómicas han llegado muy lejos. Bono dixit que la Constitución solo preveía autonomía plena para Cataluña, Galicia y el País Vasco y que el “café para todos” los territorios fue una estrategia destinada a evitar la sublevación de los militares. Olvida que fue Andalucía quien rompió ese diseño y proclamó su derecho a la autonomía plena y al desarrollo. A los centralistas recalcitrantes les ha salido un nuevo aliado: los defensores de un estado desigual que no quieren repartir el café con nadie, sino saborearlo a grandes sorbos en un selecto club.
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sábado, 22 de enero de 2011
Un pinganillo para el andaluz
Este es el artículo de esta semana en El País de Andalucía
Ahora que el Senado ha repartido pinganillos para que los representantes puedan seguir las intervenciones en las diferentes lenguas del Estado, no estaría de más inventar un adminículo para que se dejara de despreciar la forma de hablar de los andaluces y, de paso, a nuestra tierra. Claro que el cacharrito habría que distribuirlo entre millones de españoles que consideran su forma de hablar el castellano más culta y correcta que la de los andaluces.
De momento me conformaría con que el mencionado pinganillo se repartiera entre los medios de comunicación -especialmente sus directores, guionistas y presentadores-, así como entre aquellos políticos que consideran una superioridad moral la pronunciación de las "eses" finales de las palabras.
Mi propuesta tiene base legal, no se crean. En la Constitución, en el mismo artículo 3 que establece el castellano como lengua oficial y la cooficialidad del resto de las lenguas aparece este apartado que naufraga en el mar del olvido: 3.3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Los que piensan que el andaluz es una forma incorrecta de hablar castellano, no hacen sino mostrar su propia incultura y desconocimiento histórico. El andaluz es una evolución histórica del castellano que ha tenido una fuerte influencia en la mitad sur de la península y en el español de América. Fue, además, la lengua que generó la primera gramática y que a punto estuvo, si no hubiera sido por los azares históricos, de ser la norma oficial del castellano. El segundo argumento contra el andaluz suele ser su falta de uniformidad y su diversidad de hablas. A los que esgrimen estos argumentos les recomiendo una lectura atenta de los manuales iniciales de lingüística, preferentemente Saussure, para comprender que tan importantes son los rasgos presentes de la lengua como los ausentes. Es decir, no importa si la s final se aspira o se abren las vocales, lo importante es que ningún andaluz tiene la "ese" final castellana. Por eso, aunque unos aspiremos y otros no, aunque unos seseemos, otros ceceemos y otros distingan c y s, cuando salimos de nuestra tierra somos reconocidos inmediatamente como andaluces.
Pero, el argumento más miserable contra el andaluz, es confundirlo el uso vulgar de la lengua. Un andaluz inculto introduce los mismos vulgarismos que un vallisoletano de su nivel y muchos menos que un madrileño inculto porque rara vez comete errores sintácticos. Sin embargo, un andaluz culto hablará sin asomo alguno de vulgarismos en su lenguaje. Pero, los prejuicios consiguen que se perciban como más correctas las barbaridades gramaticales y sintácticas de Belén Esteban o el acento gutural e impreciso de los catalanes cuando hablan castellano, que la forma de hablar de los andaluces. En este caso, es la historia reciente de Andalucía la que nos condena porque se asocia el uso del andaluz al subdesarrollo.
Algunos andaluces han interiorizado la idea de este desprestigio y apenas ascienden en la escala social se apresuran a pronunciar unas "eses" esperpénticas, verdadero testimonio de su complejo de inferioridad. Los que se atreven a exhibir la cuidada y hermosa forma de hablar andaluza muestran a todos la riqueza de nuestro patrimonio lingüístico y su capacidad de comunicación.
Y es que tiene el andaluz una riqueza singular, una gran vitalidad expresiva y creativa , un vocabulario rico y, sobre todo, una eficaz modernidad. Como se sabe, el idioma tiende a la economía, y a largo plazo triunfan las opciones más ligeras. Por eso, rasgos típicos del andaluz como la relajación de las consonantes finales e intervocálicas o el yeísmo se van imponiendo soterradamente en los últimos años. Los que ahora se ríen, a largo plazo hablarán un castellano fuertemente influido por el andaluz. Mientras tanto, que les coloquen de una vez el pinganillo del respeto a Andalucía y a nuestra hermosa forma de hablar.
Ahora que el Senado ha repartido pinganillos para que los representantes puedan seguir las intervenciones en las diferentes lenguas del Estado, no estaría de más inventar un adminículo para que se dejara de despreciar la forma de hablar de los andaluces y, de paso, a nuestra tierra. Claro que el cacharrito habría que distribuirlo entre millones de españoles que consideran su forma de hablar el castellano más culta y correcta que la de los andaluces.
Mi propuesta tiene base legal, no se crean. En la Constitución, en el mismo artículo 3 que establece el castellano como lengua oficial y la cooficialidad del resto de las lenguas aparece este apartado que naufraga en el mar del olvido: 3.3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Los que piensan que el andaluz es una forma incorrecta de hablar castellano, no hacen sino mostrar su propia incultura y desconocimiento histórico. El andaluz es una evolución histórica del castellano que ha tenido una fuerte influencia en la mitad sur de la península y en el español de América. Fue, además, la lengua que generó la primera gramática y que a punto estuvo, si no hubiera sido por los azares históricos, de ser la norma oficial del castellano. El segundo argumento contra el andaluz suele ser su falta de uniformidad y su diversidad de hablas. A los que esgrimen estos argumentos les recomiendo una lectura atenta de los manuales iniciales de lingüística, preferentemente Saussure, para comprender que tan importantes son los rasgos presentes de la lengua como los ausentes. Es decir, no importa si la s final se aspira o se abren las vocales, lo importante es que ningún andaluz tiene la "ese" final castellana. Por eso, aunque unos aspiremos y otros no, aunque unos seseemos, otros ceceemos y otros distingan c y s, cuando salimos de nuestra tierra somos reconocidos inmediatamente como andaluces.
Pero, el argumento más miserable contra el andaluz, es confundirlo el uso vulgar de la lengua. Un andaluz inculto introduce los mismos vulgarismos que un vallisoletano de su nivel y muchos menos que un madrileño inculto porque rara vez comete errores sintácticos. Sin embargo, un andaluz culto hablará sin asomo alguno de vulgarismos en su lenguaje. Pero, los prejuicios consiguen que se perciban como más correctas las barbaridades gramaticales y sintácticas de Belén Esteban o el acento gutural e impreciso de los catalanes cuando hablan castellano, que la forma de hablar de los andaluces. En este caso, es la historia reciente de Andalucía la que nos condena porque se asocia el uso del andaluz al subdesarrollo.
Algunos andaluces han interiorizado la idea de este desprestigio y apenas ascienden en la escala social se apresuran a pronunciar unas "eses" esperpénticas, verdadero testimonio de su complejo de inferioridad. Los que se atreven a exhibir la cuidada y hermosa forma de hablar andaluza muestran a todos la riqueza de nuestro patrimonio lingüístico y su capacidad de comunicación.
Y es que tiene el andaluz una riqueza singular, una gran vitalidad expresiva y creativa , un vocabulario rico y, sobre todo, una eficaz modernidad. Como se sabe, el idioma tiende a la economía, y a largo plazo triunfan las opciones más ligeras. Por eso, rasgos típicos del andaluz como la relajación de las consonantes finales e intervocálicas o el yeísmo se van imponiendo soterradamente en los últimos años. Los que ahora se ríen, a largo plazo hablarán un castellano fuertemente influido por el andaluz. Mientras tanto, que les coloquen de una vez el pinganillo del respeto a Andalucía y a nuestra hermosa forma de hablar.
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domingo, 16 de enero de 2011
Golondrinas del poder
Este es el artículo de esta semana en el País de Andalucía
Estoy empezando a creer que el PP ganará las próximas elecciones en Andalucía. No es por las encuestas, no. Aunque marcan una tendencia clara de descenso del PSOE, su margen de error es alto y el número de ciudadanos que no se pronuncian es excesivo. Si creo que va a ganar el PP es por el cambio gradual de chaqueta que empieza a operarse en los aledaños del poder, comenzando por Torretriana y siguiendo por algunos gestores de servicios públicos.
Un ex alto cargo de la RTVA, de los que brillaban con luz propia por su programación chapucera y su servilismo ante el poder -hasta el punto que se adelantaba a los deseos de los propios gobernantes- , me refiere que hace falta un cambio político, "para airear el sistema" y que le abochorna la programación de la cadena pública, precisamente ahora que él no está.
Altísimos cargos de instituciones que no quiero nombrar, y que han sido elevados a sus puestos directamente desde la sede del PSOE andaluz, pronostican con cierto agrado la victoria del PP en Andalucía y afirman que el Gobierno (que les mantiene en el cargo) carece de proyecto político, de liderazgo y de unidad, como si ellos no tuviesen nada que ver con este proceso.
Finalmente, algunos de los tradicionales chicos del coro que desde sus tribunas o sus micrófonos justificaban cualquier actuación del Gobierno andaluz, engrandecían sus actos o proclamaban sus bondades, afirman hoy que "el cambio político en Andalucía es ya una necesidad" y se consideran a ellos mismos como un factor de saludable alternancia en vez de reconocer el cambio evidente de su ideología y su afán de permanecer.
Le pregunté a un amigo, recién elegido por el Gobierno, si había visto excesiva politización en los altos cargos y su respuesta más sincera fue: "Todo lo contrario. Están completamente despolitizados, en el sentido de defender proyectos o ideas, y preocupados solamente por la permanencia en el poder. Ten en cuenta", me explicó, "que no hablamos de políticos que dan la cara en las elecciones, que pagan errores o se exponen ante el público, sino de miles de altos cargos que han sobrevivido a crisis de gobierno, a consejeros y a las disputas internas del PSOE".
Y es que, efectivamente, el partidismo y la política son dos cosas absolutamente diferentes. Un alto cargo debe tener un proyecto político para el sector que dirige; sin embargo, el partidismo es solo una forma de reparto, de clientelismo social, que ha ahogado a la administración y que ha esterilizado la cosecha, hasta el punto de que ya no crece la flor de las ideas.
En este clima, imagino que el teléfono de Javier Arenas no cesa de sonar y que los saludos que recibe son más cálidos y entregados que nunca. "Ya sabes que puedes contar conmigo", deben susurrarle en todos los tonos y construcciones gramaticales posibles. Aunque, el olfato de estos nuevos chaqueteros, les hace todavía encomendar una vela a Dios y otra al diablo. A Rubalcaba y a Arenas, concretamente. No vaya a ser que los vientos les engañen y les ocurra como a algunas golondrinas despistadas que confunden un día caluroso con la llegada del verano y se queden a la intemperie entre la nieve.
Estoy empezando a creer que el PP ganará las próximas elecciones en Andalucía. No es por las encuestas, no. Aunque marcan una tendencia clara de descenso del PSOE, su margen de error es alto y el número de ciudadanos que no se pronuncian es excesivo. Si creo que va a ganar el PP es por el cambio gradual de chaqueta que empieza a operarse en los aledaños del poder, comenzando por Torretriana y siguiendo por algunos gestores de servicios públicos.
Hace 20 años el Gobierno andaluz emprendió un proceso de externalización de servicios públicos, constituyó empresas públicas a troche y moche, que en realidad funcionaban como entidades privadas en la contratación de personal y de servicios. Estas empresas creaban, a su vez, sociedades aún más opacas de forma que se hacía complicado seguir la red administrativa de algunas consejerías. Las voces críticas con esta situación eran sumamente escasas y se silenciaban con argumentos de eficacia, modernidad y agilidad. Pues bien, 20 años después, algunos de los que han participado en este diseño administrativo, ponen el grito en el cielo, y exclaman con fingida irritación: "¡Aquí, se privatizan servicios!" con el mismo descaro que el cínico prefecto de policía en la película Casablanca exclamaba: "¡Qué escándalo, qué escándalo, aquí se juega!"
Altísimos cargos de instituciones que no quiero nombrar, y que han sido elevados a sus puestos directamente desde la sede del PSOE andaluz, pronostican con cierto agrado la victoria del PP en Andalucía y afirman que el Gobierno (que les mantiene en el cargo) carece de proyecto político, de liderazgo y de unidad, como si ellos no tuviesen nada que ver con este proceso.
Finalmente, algunos de los tradicionales chicos del coro que desde sus tribunas o sus micrófonos justificaban cualquier actuación del Gobierno andaluz, engrandecían sus actos o proclamaban sus bondades, afirman hoy que "el cambio político en Andalucía es ya una necesidad" y se consideran a ellos mismos como un factor de saludable alternancia en vez de reconocer el cambio evidente de su ideología y su afán de permanecer.
Le pregunté a un amigo, recién elegido por el Gobierno, si había visto excesiva politización en los altos cargos y su respuesta más sincera fue: "Todo lo contrario. Están completamente despolitizados, en el sentido de defender proyectos o ideas, y preocupados solamente por la permanencia en el poder. Ten en cuenta", me explicó, "que no hablamos de políticos que dan la cara en las elecciones, que pagan errores o se exponen ante el público, sino de miles de altos cargos que han sobrevivido a crisis de gobierno, a consejeros y a las disputas internas del PSOE".
Y es que, efectivamente, el partidismo y la política son dos cosas absolutamente diferentes. Un alto cargo debe tener un proyecto político para el sector que dirige; sin embargo, el partidismo es solo una forma de reparto, de clientelismo social, que ha ahogado a la administración y que ha esterilizado la cosecha, hasta el punto de que ya no crece la flor de las ideas.
En este clima, imagino que el teléfono de Javier Arenas no cesa de sonar y que los saludos que recibe son más cálidos y entregados que nunca. "Ya sabes que puedes contar conmigo", deben susurrarle en todos los tonos y construcciones gramaticales posibles. Aunque, el olfato de estos nuevos chaqueteros, les hace todavía encomendar una vela a Dios y otra al diablo. A Rubalcaba y a Arenas, concretamente. No vaya a ser que los vientos les engañen y les ocurra como a algunas golondrinas despistadas que confunden un día caluroso con la llegada del verano y se queden a la intemperie entre la nieve.
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domingo, 9 de enero de 2011
Risas en China

Por pura casualidad, he estado tres veces en China en los últimos 25 años, lo cual no me convierte en especialista en ese país pero sí en una curiosa observadora de sus cambios. La primera vez acababa de ponerse en marcha la reforma económica, que comenzó liberalizando una parte de la venta de los productos agrarios. Las avenidas de Pekín rebosaban de tenderetes con toda clase de verduras de enorme tamaño y restallante colorido. Vimos las primeras zonas abiertas de turismo y una sociedad que empezaba a recontar su riqueza por el número de patas de los muebles de su hogar y los enchufes de los aparatos eléctricos. Nunca supe cuántas patas eran necesarias para considerarse rico. Todavía las avenidas de Pekín eran un río de bicicletas negras y las autoridades habían decidido que los retratos de Mao fuesen un poco más pequeños que en la etapa anterior. Algo típicamente chino como pude comprobar en la casa de Shanghai donde se fundó el Partido Comunista. Allí las fotos de los fundadores que después habían traicionado al PCCh no habían desaparecido pero sufrían el justo castigo de tener unas minúsculas dimensiones frente a las imágenes más grandes de los que permanecieron leales. En un poblado cercano a Shanghai, las autoridades chinas nos informaron de sus planes para hacerse con el mercado internacional de productos de baja gama: adornos navideños y utensilios de todo tipo que después nos han inundado.
La última vez, en el año 2002, formé parte de una delegación andaluza para la presentación de la oficina comercial Extenda en Pekín. Cuando el delegado comercial de España, nos informó de que China planeaba convertirse, en el plazo de unos diez años, en la segunda o tercera economía mundial, se escucharon las risas del auditorio. Yo ya había aprendido a tomarme en serio las estimaciones económicas de ese país. Las ciudades habían cambiado radicalmente, los nuevos ricos exhibían su nuevo estatus y la desigualdad patente se justificaba como paso previo del ascenso social. Las bicicletas perdieron definitivamente frente al empuje de los automóviles y las fotos de Mao escaseaban.
Para el acto de presentación oficial, la delegación andaluza había transportado una abundante reserva de jamón ibérico, uno de los productos estrella de la promoción. En el momento en que Magdalena Álvarez tomó la palabra para dirigir un saludo, las luces se apagaron. Fueron solo unos minutos, pero cuando volvieron a encenderse no quedaba ni rastro de jamón en las numerosas bandejas dispuestas en el bufé. La colonia española había liquidado, en la oscuridad, el manjar de la degustación.
De aquella delegación andaluza, compuesta por políticos y empresarios, solo tres sociedades tomaron en serio, en aquel momento, la comercialización en China de productos andaluces. El resto sonreía con la superioridad que al parecer confiere el simple hecho de ser europeo. Algunos medios de comunicación criticaron el despilfarro de la apertura de una oficina comercial en Pekín.
Esta semana, cuando las empresas españolas se daban tortas por estar en la recepción de Li Keqiang y escuchaba que el turismo, las energías renovables, el aceite y el jamón pueden ser objetivos preferentes del comercio con China, me acordaba de todo esto: de las risitas en la presentación oficial; y del desprecio a todo lo ajeno, especialmente si no es blanco y occidental.
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sábado, 18 de diciembre de 2010
¿Es el futuro el corporativismo?

Ya sé que no está de moda defender el sindicalismo sociopolítico. En cualquier conversación quedarás bien si planteas la inutilidad de los sindicatos, su dependencia del sistema político, su forma jerárquica y poco transparente de ejercer la acción sindical o la cuantía de las subvenciones que reciben por sus actividades. Lo curioso es que tus argumentos serán bienvenidos sea cual sea la posición ideológica del que te escucha. Incluso, aunque tu crítica provenga de una reflexión sincera que pretenda un sindicalismo más comprometido y social, te puedes encontrar con la sorpresa de tener unos aliados inesperados, como Esperanza Aguirre -el espécimen más netamente político del PP- que, en vísperas de la huelga general, se atrevió a poner en solfa todo el sistema de representación sindical.
Los últimos conflictos laborales -así como los primeros resultados de las elecciones en marcha- delatan un declive acentuado de los denominados sindicatos de clase en sectores públicos en favor, no de un sindicalismo más cercano y comprometido, sino más corporativo e insolidario.
La creación de los llamados sindicatos sociopolíticos tiene su origen en el principio de que el conjunto de los trabajadores comparten intereses que no son solamente salariales, sino también retribuciones indirectas como son la escuela, la educación, el acceso a la cultura, los servicios y la protección social. Si se rompe la delicada tela que une al trabajador manual con el intelectual, al trabajador de la construcción con el de los astilleros, al mileurista a tiempo parcial con el funcionario, se dinamitará todo una estructura que tiene como base el reparto, la solidaridad y el equilibrio social.
No es gratis, ni es casual, la crítica sistemática a todas sus acciones, ni la utilización de elementos extraídos de la izquierda crítica para su desprestigio. Hay sectores muy interesados en esta operación, como etapa necesaria para el desmantelamiento del Estado social.
En el tercer año de la crisis, los sindicatos han sido expulsados realmente de su papel de interlocutores sociales. Ni su opinión ni sus propuestas son tomadas en cuenta por un Gobierno que practica con ellos un insostenible paternalismo verbal.
El público toma nota de la falta de poder de los sindicatos y de su escasa musculatura para parar el golpe, tras años de apoltronamiento en los aledaños del poder. En los últimos meses, la sociedad ha aprendido que las huelgas y las acciones de protesta no cambian ni una línea de un decreto o de una ley. ¿Para qué entonces realizar huelgas legales, sufrir los descuentos salariales por su ejercicio y someterse a la prueba de su seguimiento, si no se obtiene ninguna ganancia con ello? El boicot, las huelgas salvajes, la interrupción del servicio, y los más variados métodos de chantaje parecen 10 veces más efectivos que los mecanismos legales y masivos.
De esta manera, si ya no cabe una defensa general de las pensiones, de los salarios, ni de la jornada laboral, el sindicalismo más corporativo se abrirá camino para defender reivindicaciones profesionales o de cuerpo. El problema es que el corporativismo que se avecina profundizará la brecha de la desigualdad y de la desprotección. Se negociarán situaciones laborales de ventaja o de privilegio, especialmente para sectores que ocupen lugares estratégicos en los servicios públicos o privados, pero el conjunto de los trabajadores perderá derechos e influencia en la sociedad. Por eso, contribuir al desgaste del sindicalismo sociopolítico es, a la larga, un mal negocio para todos.
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domingo, 12 de diciembre de 2010
A propósito del informe PISA
Este es mi artículo de opinión de esta semana, publicado en el País Andalucía
El informe PISA realizado por la OCDE viene marcando el debate sobre la educación. Es penoso que no dispongamos de otras evaluaciones del sistema educativo más que de un informe mundial, sin duda muy interesante, pero lleno de lagunas y de generalizaciones.
Hay una serie de limitaciones del informe PISA que conviene aclarar, no para justificar -como hacen algunos gobernantes- los problemas educativos de nuestra tierra, sino para celebrar un debate más completo sobre la situación de la educación.
En primer lugar, el informe es una muestra realizada sobre un universo de jóvenes de 15 años, edad en la que, según la OCDE, se finalizan aproximadamente los estudios de Secundaria. La medida es estimativa ya que en muchos países a esa edad ya ha concluido la educación obligatoria y, en otros, como España, queda más de un año (en realidad, dos) para su finalización. Incluso la selección de la muestra es confusa. En España, por ejemplo, no se han evaluado Valencia, Extremadura ni Castilla-La Mancha. En segundo lugar, se ha optado por hacer la prueba por edad, y no por niveles educativos, lo que influye decisivamente sobre los resultados, ya que si la prueba se realizara a la finalización del ciclo los resultados españoles serían absolutamente diferentes. Esto no es una justificación -como han pretendido algunos gobernantes-, ya que si bien es cierto que el nivel académico es, seguramente, superior al que detecta el informe PISA, nos pone ante un problema esencial del sistema educativo español que se concentra en el fracaso del primer ciclo de la ESO. Los verdaderos datos de alarma no son unos decimales en comprensión lectora, matemática o científica sino el hecho pavoroso de que en Andalucía, el 43% de los jóvenes de 15 años ya han repetido uno o dos cursos, y que el 34% de los estudiantes abandonen la ESO sin obtener titulación. Este dato sí que determina decisivamente el futuro de un tercio de la población andaluza, y por extensión de toda nuestra comunidad, que vagará por el mundo laboral sin preparación ni expectativas.
En tercer lugar, los aspectos sociales quedan relegados en el informe PISA a un segundo término. Está claro que la procedencia social y cultural del alumnado determina de forma sus competencias lingüísticas, científicas y matemáticas. Sin embargo, el informe apenas introduce elementos que corrijan los datos en función de estas observaciones sociales. Además, el sistema educativo parece ser el único responsable de la formación de los jóvenes, cuando los estudios sociales nos indican que en comprensión lectora, la educación contribuye un 30% a estas habilidades pero el 70% corresponde a la sociedad (familia, medios de comunicación, sociedad del ocio, etcétera). De familias sin libros, no nacen -más que excepcionalmente- lectores, ni de la televisión basura, científicos. ¿Se trata, por tanto, de cambiar solo el sistema educativo o se necesita una reflexión sobre el modelo social?
Finalmente, el informe promociona los resultados de modelos educativos autoritarios y selectivos, frente a los inclusivos. Las condiciones, incluso de la realización de esta prueba -y no es baladí- no son equivalentes. En algunos países, se presenta como una prueba central, determinante, y se insta a los alumnos a hacerla completa. Otros, realizan una motivación previa del alumnado. En nuestro caso, la prueba se hace forzosa y sin aliciente alguno. El valor que los alumnos le conceden es similar a las pruebas de evaluación iniciales que se acometen con dejadez y desgana incluso entre los mejores estudiantes.
Curiosamente, la mejor cualidad del sistema educativo español no ha merecido ni un solo titular en la prensa, pero sí algunos comentarios desdeñosos. Junto con Finlandia, es de los más igualitarios y sociales del mundo. Es este un logro que no se puede tirar por la ventana. El reto es mejorar los resultados, manteniendo la integración social y el ideal de que la educación es el mejor mecanismo de igualdad y de avance social. Y en Andalucía, el debate es urgente.
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sábado, 4 de diciembre de 2010
Barco en la tormenta

Han vuelto al lugar del que salieron hace algunos años. Vienen con la mirada más modesta. Llegan puntuales y no se agrupan en corrillos bulliciosos a las puertas del instituto. Esperan que toque el timbre y entran en las aulas sin regatear el tiempo de espera. Cuando el profesor aparece, ya tienen preparado el bloc, el bolígrafo y la mirada atenta.
La simple forma de ocupar el espacio nos da cuenta de las pequeñas historias de quienes lo habitan. En los centros escolares, los alumnos de la mañana son como un mar embravecido, cuyas olas inundan pasillos y escaleras, y su sonido es un bramido intermitente que te acompaña hasta el comienzo de la clase. Pisan fuerte, en territorio propio. Ocupan todo el espacio disponible, se llaman a voces desde lejos y componen verdaderas barricadas con las mochilas cargadas de libros, que transportan como soldados enviados a una alegre guerra. En contraposición, los alumnos de la tarde hablan en voz baja. Deambulan solitarios entre clase y clase. Ceden el paso, piden permiso con la mirada para abrir la puerta, la ventana, encender el ordenador o reclamar tu atención en clase. Son jóvenes todavía, pero hay, en casi todos, un aire de seriedad que les atraviesa.
Entre el bullicio de la mañana y la quietud de la tarde hay solo unos años de distancia, pero todo un abismo de experiencia.
Salieron de este centro o de otros similares cuando tenían dieciséis o diecisiete años. Se fueron atraídos por el canto de sirena de las ganancias fáciles, convencidos de que estudiar era perder el tiempo. Encontraron inmediatamente trabajo en talleres, oficinas o en empresas de la construcción. Trabajaban duro pero los fines de semana deslumbraban con sus coches relucientes y sus bolsillos repletos. Eran la envidia de sus antiguos compañeros de instituto que también se preguntaban si no era mejor colgar los libros y buscar ingresos que les permitieran comprar los brillantes objetos del deseo. Deslumbrados por el brillo del consumo, salieron del sistema educativo miles y miles de chicos ya que el negocio de la construcción era un mundo masculino. La historia del fracaso de las chicas -mucho menos numeroso- se suele escribir con letras de problemas familiares. Curiosamente, cuando se relatan las causas del enorme fracaso escolar de estos últimos años -especialmente en la baja cifra de estudiantes que acometían el segundo ciclo- nunca se habló de esta fiebre de ganancia que atravesó a toda la sociedad, ni de ese canto de sirenas que, a la puerta de los centros educativos, entonaba promesas de riqueza a los jóvenes que atravesaban sus puertas.
En cuatro o cinco años, estos jóvenes han vivido el éxito, la capacidad de consumo, la confianza en su destino para pasar, de forma brusca, al desconcierto, el descenso laboral o el paro. No cuentan nada de su experiencia vital. Es posible que se sientan derrotados, o al menos eso parecen decir con la mirada, pero creo que hace falta mucho valor, mucha determinación para volver donde empezaron; retomar los libros, cuando se ha perdido la vieja costumbre de estudiar y aceptar con modestia la incomodidad de este nuevo aprendizaje con sus jerarquías de tiempos, de liturgias y de exámenes.
No se han publicado los datos generales pero, al parecer, se han disparado las matrículas de mayores de dieciocho años en todos los ciclos educativos. Llegan alumnos de todos los lugares y sectores para obtener el título de ESO que, en su momento, no consideraron importante; para completar los ciclos formativos o terminar ese maldito bachiller que se quedó a medias. Tienen, en su mayoría, veintitantos años y un cierto aire de derrota, pero suponen una pequeña esperanza de futuro. Los veo redactar seriamente las preguntas del examen. Es de noche y la lluvia azota los cristales del aula. Por un momento me ha parecido estar en un barco que atraviesa heroicamente una tormenta
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sábado, 27 de noviembre de 2010
Adiós federalismo

Hace cuatro años surgió una esperanza tibia de avanzar hacia un Estado federal y mañana se entierra. No hay lágrimas ni familiares afectados. Se marcha casi en silencio. En su corta vida no ha podido rendir apenas frutos. Nadie va a reclamar su herencia ni a analizar las extrañas condiciones sociales que lo han llevado al fracaso.
Hace cuatro años parecía factible un estado con autonomías fuertes y solidarias; con mayores competencias para las comunidades autónomas, mayor capacidad de codecisión y más coordinación. Hoy ese debate se ha clausurado sin haber tenido apenas oportunidad de discutir su conveniencia y se extiende una ola de prejuicios contra las autonomías como no se conocía desde la transición.
Decía Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Pues bien, en el mundo de la política, las nuevas ideas reciben una bienvenida similar: todos los intereses se conjuran contra ella.
Los principales actores de esta sublevación contra el avance federal, por riguroso orden de aparición, han sido los siguientes: el PP, el Tribunal Constitucional, el Gobierno de Zapatero y los integrantes del tripartito catalán. El PP puso el grito en el cielo contra el Estatut y emprendió la mayor campaña de desprestigio de una comunidad de toda la etapa democrática con recogida de firmas en todo el Estado. El Tribunal Constitucional anuló una tibia referencia a la nación catalana y elevó a sentencia una interpretación restrictiva de la carga magna, según la cual los estatutos de autonomía son papel mojado frente a la jerarquía del Estado. En el PSOE acabaron por triunfar las ideas de Alfonso Guerra y de Juan Carlos Rodríguez Ibarra frente a las promesas del antiguo Zapatero (antes de caerse del caballo y romperse la espina dorsal de su ideología) de avanzar hacia un Estado federal. Finalmente, como guinda de este complicado pastel, el Gobierno tripartito de Cataluña ha realizado una mala y contradictoria gestión que lo ha alejado de sus votantes.
Buena parte de la ciudadanía catalana ha interpretado que el camino federal está cegado y que su salida natural es el soberanismo y el estado asimétrico. Cataluña volverá a ser gobernada por la derecha nacionalista, cuyo lema real no es más que money, money entonado con un falso acento de solvencia, al que solo contribuyen nuestros complejos. La derecha puede sonreír porque prefiere el nacionalismo insolidario al federalismo social. No nos engañemos. Los postulados económicos e ideológicos de CIU son muy similares al ideario más conservador: privatizaciones de los servicios públicos, recorte de derechos laborales y mano dura con la inmigración. Además, el debate autonómico vuelve al terreno idóneo para el desprestigio de las autonomías y para la confrontación entre comunidades.
Para empezar, Artur Mas ya se ha colocado encima de la caja del dinero. Nos advierte que cualquier gasto fuera de Cataluña es un atraco o un despilfarro, en curiosa similitud con los centralistas más recalcitrantes. Para demostrarlos, ha sacado del arcón el artilugio más fullero y tramposo de su artillería: las balanzas fiscales. Un invento tan diabólico como mantener que los impuestos de los ricos deben ir a mejorar las escuelas de élite donde estudian sus hijos o que los impuestos de las ciudades se deben gastar teniendo en cuenta lo que cada barrio ha aportado.
Para Andalucía, esto es una mala noticia. El ascenso del nacionalismo insolidario en Cataluña siempre lleva aparejado el desprestigio de nuestra comunidad. Es posible que su sueño sea conseguir para Cataluña las ventajas del concierto económico vasco y su imaginario político sustituir a Madrid. Pero su aspiración inmediata es trazar una línea divisoria con el sur y acumular la riqueza en el norte, de donde nunca -a su entender- debió salir.
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sábado, 20 de noviembre de 2010
Cadena Perpetua

De pequeños nos decían que la mentira tenía las patas muy cortas y que se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo. Pero no es cierto. A veces la mentira tiene patas de mil leguas y la verdad no la alcanza. La mentira puede triunfar en muchas circunstancias y no siempre su éxito es efímero, como nos habían enseñado.
Cualquier extranjero que leyese la prensa española podría deducir que vivimos en un país amenazado por la violencia y el crimen de forma tan dura que se hace preciso modificar las leyes e incluso la Constitución para poder combatirlo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Vivimos en uno de los países más seguros del mundo que tiene uno de los índices de homicidios y suicidios más bajos del planeta, según la Organización Mundial de la Salud. Las cifras de criminalidad en España nos han dado más de una sorpresa en los últimos años. Era fácil pronosticar que la crisis económica nos trajera un recrudecimiento de las cifras de delitos, sin embargo, hasta la fecha -crucemos los dedos- no ha sido así y la tasa de delincuencia ha ido en descenso incluso en estos dos últimos años de hierro.
Estamos tan acostumbrados a analizar los fracasos que se nos olvida sacar experiencias de los datos positivos. La bajada continuada de la delincuencia en nuestro país desde los picos máximos de 1989 tiene, quizá, mucho que ver con el descenso del consumo de crack, pero también con un sistema social un poco más incluyente en el que la educación obligatoria hasta los 16 años ha jugado un papel fundamental.
Sin embargo, se ha puesto sobre la mesa la vieja idea de establecer la cadena perpetua como una imperiosa necesidad social ante "el aumento de los delitos violentos" y la "tibieza de las leyes estatales". No es extraño que familiares de las víctimas de repugnantes crímenes, salgan a la calle exigiendo la cadena perpetua o el cumplimiento íntegro de las condenas. Lo que resulta más extraño es que el PP se encuentre detrás -o delante- de esta reclamación. Como muy bien han argumentado prestigiosos juristas la cadena perpetua (revisable o no) necesitaría toda una reforma constitucional. Pero es que, además, en el año 2003 ya se produjo una modificación legal de máximo endurecimiento de las penas. Se eliminó la redención de penas por trabajo, se endurecieron hasta la saciedad las condiciones para acceder a la libertad condicional y se elevó hasta 40 el tiempo máximo de prisión. Es decir, que esta reforma -muy discutida desde el punto de vista de la rehabilitación de los delincuentes- vino a establecer en la práctica una condena casi perpetua con escasas posibilidades de redención.
Sin embargo, el discurso de la derecha política sigue diciendo que los asesinos "entran por una puerta y salen por otra", "se respetan más los derechos de los acusados que de las víctimas" aunque los datos recientes contradigan este discurso. En el caso de la niña Mariluz se cometieron errores judiciales terribles; en el de Marta del Castillo, un fracaso doloroso de la investigación policial. Pero jugar con el dolor de las víctimas y con el miedo de la sociedad no nos conduce a mejores soluciones, sino a un evidente retroceso social. Costó siglos hacer llegar a la legislación el concepto de rehabilitación y un sentido de la justicia que combinara castigo con redención. Habrá muchas cosas que mejorar en este camino, pero no nos haremos mejores, ni más pacíficos, acercándonos a las viejas máximas de la venganza. Y, sobre todo, tengamos presente que en nuestro país podemos retener en nuestra memoria durante años los nombres de Marta, de Mariluz o de las niñas de Alcàsser porque son sucesos excepcionales, mientras que en otros lugares -con cadena perpetua en su legislación- los nombres de las víctimas apenas si se recuerdan porque cada semana se producen nuevos crímenes monstruosos.
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sábado, 13 de noviembre de 2010
El Aaiún
Este es mi artículo semanal en el País de Andalucía
No sabemos cuántos muertos, heridos, detenidos o deportados ha habido en El Aaiún. Lo peor es que quizá nunca lo sepamos y pasen a formar parte de esa nube mundial de desaparecidos bajo las dictaduras, cuyas sombras claman contra el olvido.
En la era de Internet y de los móviles donde vivimos en la ficción de que nada escapa a nuestra vista, hay territorios que se desglobalizan cuando interesa a sus regímenes dictatoriales y sus dramas pasan a desenvolverse en un universo pequeño, hostil, absolutamente opaco. Para el uso del tanque y la metralleta, la porra y el líquido incendiario, se apagan las luces, y el lugar se convierte en un Gernika de rostros desencajados, de bebés que lloran y de mujeres que gritan sin voz.
Las guerras no se retransmiten, las represiones no se cuentan ni se permite poner rostro a las víctimas. Se decreta la muerte de la libertad de información y, con ella, de cualquier atisbo de verdad que pueda filtrarse al mundo exterior.
En este espacio dantesco ha sido un rayo de esperanza la presencia en El Aaiún de un equipo de la cadena SER, encabezado por la misma voz que nos contó la muerte de Couso en la guerra de Irak de una forma que nunca olvidaremos. Àngels Barceló y todo su equipo han representado en estos días un testimonio de compromiso con la verdad que nos devuelve cierta esperanza en el papel de una prensa libre y de un derecho a la información que se vulnera siempre que hay en juego intereses económicos. El solo hecho de partir hacia El Aaiún a buscar la verdad en sus calles en los momentos quizá más decisivos para la resolución de la causa saharaui es ya un monumento al viejo periodismo de las fuentes directas frente a la manipulación de las agencias, de los comunicados oficiales y de los periodistas empotrados en los ejércitos vencedores. Por el contrario, su detención y expulsión son un monumento a la tiranía que nos hace temer lo peor en el largo éxodo de los saharauis por su independencia.
Mientras la cadena SER prestaba este servicio a la libertad de expresión, el Gobierno adoptaba un inexplicable silencio y una comprensión infinita hacia el régimen marroquí. Afirmar que los periodistas detenidos y expulsados han sido sólo "retenidos para responder a algunas preguntas" es una declaración ridícula de pleitesía extrema con los que vulneran los derechos humanos más elementales. Incluso las declaraciones posteriores en las que el presidente del Gobierno matiza las palabras de la ministra de Exteriores y afirma que se va a investigar la muerte de un ciudadano español nos enerva por la reducción de un drama colectivo a un contencioso particular de nacionalidad herida.
Mientras el Gobierno central miraba para otro lado, el Parlamento de Andalucía ha cumplido fielmente la función de representar el sentir de la ciudadanía y ha condenado sin paliativos la vulneración de derechos humanos y expresado su solidaridad con las víctimas de los sucesos de El Aaiún así como con el pueblo saharaui. De todas las declaraciones del Parlamento de Andalucía respecto al conflicto del pueblo saharaui con Marruecos, esta es la más dura y también la más desesperanzada. Apela a una mayor implicación del Gobierno central y de la Unión Europea y solicita observadores internacionales que garanticen los derechos humanos de la población saharaui. Desgraciadamente, hasta el momento, la comunidad internacional ha permanecido muda ante la masacre.
Pero Andalucía ha hablado y, aunque no sea suficiente, esa resolución transmitida por las emisoras de televisión y de radio que se escuchan en todos los territorios ocupados dará algo de esperanza a todo un pueblo que se encuentra hoy aterrorizado y disperso por el país vecino. Porque, en estas fechas, el horror y la ignominia contra el ser humano tienen un nombre: El Aaiún.
No sabemos cuántos muertos, heridos, detenidos o deportados ha habido en El Aaiún. Lo peor es que quizá nunca lo sepamos y pasen a formar parte de esa nube mundial de desaparecidos bajo las dictaduras, cuyas sombras claman contra el olvido.
En la era de Internet y de los móviles donde vivimos en la ficción de que nada escapa a nuestra vista, hay territorios que se desglobalizan cuando interesa a sus regímenes dictatoriales y sus dramas pasan a desenvolverse en un universo pequeño, hostil, absolutamente opaco. Para el uso del tanque y la metralleta, la porra y el líquido incendiario, se apagan las luces, y el lugar se convierte en un Gernika de rostros desencajados, de bebés que lloran y de mujeres que gritan sin voz.
Las guerras no se retransmiten, las represiones no se cuentan ni se permite poner rostro a las víctimas. Se decreta la muerte de la libertad de información y, con ella, de cualquier atisbo de verdad que pueda filtrarse al mundo exterior.
En este espacio dantesco ha sido un rayo de esperanza la presencia en El Aaiún de un equipo de la cadena SER, encabezado por la misma voz que nos contó la muerte de Couso en la guerra de Irak de una forma que nunca olvidaremos. Àngels Barceló y todo su equipo han representado en estos días un testimonio de compromiso con la verdad que nos devuelve cierta esperanza en el papel de una prensa libre y de un derecho a la información que se vulnera siempre que hay en juego intereses económicos. El solo hecho de partir hacia El Aaiún a buscar la verdad en sus calles en los momentos quizá más decisivos para la resolución de la causa saharaui es ya un monumento al viejo periodismo de las fuentes directas frente a la manipulación de las agencias, de los comunicados oficiales y de los periodistas empotrados en los ejércitos vencedores. Por el contrario, su detención y expulsión son un monumento a la tiranía que nos hace temer lo peor en el largo éxodo de los saharauis por su independencia.
Mientras la cadena SER prestaba este servicio a la libertad de expresión, el Gobierno adoptaba un inexplicable silencio y una comprensión infinita hacia el régimen marroquí. Afirmar que los periodistas detenidos y expulsados han sido sólo "retenidos para responder a algunas preguntas" es una declaración ridícula de pleitesía extrema con los que vulneran los derechos humanos más elementales. Incluso las declaraciones posteriores en las que el presidente del Gobierno matiza las palabras de la ministra de Exteriores y afirma que se va a investigar la muerte de un ciudadano español nos enerva por la reducción de un drama colectivo a un contencioso particular de nacionalidad herida.
Mientras el Gobierno central miraba para otro lado, el Parlamento de Andalucía ha cumplido fielmente la función de representar el sentir de la ciudadanía y ha condenado sin paliativos la vulneración de derechos humanos y expresado su solidaridad con las víctimas de los sucesos de El Aaiún así como con el pueblo saharaui. De todas las declaraciones del Parlamento de Andalucía respecto al conflicto del pueblo saharaui con Marruecos, esta es la más dura y también la más desesperanzada. Apela a una mayor implicación del Gobierno central y de la Unión Europea y solicita observadores internacionales que garanticen los derechos humanos de la población saharaui. Desgraciadamente, hasta el momento, la comunidad internacional ha permanecido muda ante la masacre.
Pero Andalucía ha hablado y, aunque no sea suficiente, esa resolución transmitida por las emisoras de televisión y de radio que se escuchan en todos los territorios ocupados dará algo de esperanza a todo un pueblo que se encuentra hoy aterrorizado y disperso por el país vecino. Porque, en estas fechas, el horror y la ignominia contra el ser humano tienen un nombre: El Aaiún.
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sábado, 6 de noviembre de 2010
Ideología del malismo
El artículo de esta semana en el País de Andalucía trata sobre los cambios culturales que, si no lo impedimos, se avecinan:
Si quiere adaptar su conciencia a los nuevos tiempos que corren debe apresurarse a adoptar este ideario que emerge más allá del Atlántico. Aunque su estética nos recuerde a Doris Day y su ética a Jesús Gil, el secreto de su éxito está en la elaboración.
En primer lugar, es importante colocar en el centro de su pensamiento la idea de que el ser humano es intrínsecamente malo y que la vida es una selva de la que sólo saldrá triunfante si tiene suficiente capacidad de autodefensa. Es conveniente desechar las viejas ideas de cooperación o de fe en la humanidad que alimentan un ingenuo buenismo con el que usted pondrá en peligro a su patria o a su familia.
Convierta el egoísmo en una fuente inagotable de avance y de bienestar. Sin el ansia de lucro privado, sin el afán de acumulación y de sobresalir por encima de los demás, la humanidad no hubiera salido de las cavernas. Sus miras sociales deben reducirse a su estricto círculo social y familiar. Con ellos, es posible colaborar o conseguir beneficios mutuos, pero olvídese de los demás. No mire nunca al exterior, ni caiga en el ternurismo para con los débiles, a fin de cuentas, cada uno obtiene de la vida estrictamente lo que se merece. El propio mercado es un dios justiciero que premia a los buenos y castiga a los malos, así que no merece la pena -y resultaría completamente contraproducente- cualquier tipo de política social que reparta los beneficios de los más capaces entre los más inútiles de nuestra sociedad.
Suprima de una vez sus viejos prejuicios éticos. Hable claro y alto de todo aquello que le moleste: inmigrantes, feministas, vecinos, políticos. La corrección política no es más que una forma de sumisión del viejo sistema. Tampoco acepte pedagogías ni enseñanzas de nadie. No se avergüence de su falta de conocimientos ni intente esconderlos. Convierta su incultura en un valor (llámela sinceridad, espontaneidad o corazón) frente a los "privilegiados" que han conseguido conocimientos o estudios superiores, prácticamente a su costa.
Ajuste sus principios a estas nuevas consideraciones. Descarte el viejo sistema de tener principios éticos de validez universal que acompañaban esa visión seráfica del mundo y proclame una libertad individual sin límite alguno, sobre todo por lo que respecta a los bienes económicos. El Estado es un enemigo natural de la libertad económica y tiene tendencia a derrochar el dinero en costosos servicios gratuitos como la educación y la salud o a repartir algunos beneficios que deberían corresponderle a usted en exclusiva.
La familia, sin embargo, es la institución central de la sociedad. Representa el egoísmo bueno y productivo. Por la familia se puede matar y morir porque es el núcleo del consumo, de la utilización de los bienes y de su cuidado. Para defenderla es necesario reconstruir los viejos papeles sociales entre hombres y mujeres; firmar un nuevo contrato social. Las mujeres deben recuperar los más altos ideales femeninos. Y recuerde que la feminidad más pura está ligada inexorablemente a la maternidad. Sólo así superaremos la incomodidad que nos ha producido el viejo feminismo igualitario, con demasiado costo para las mujeres y una completa pérdida de identidad masculina.
Realmente la feminidad y la masculinidad, la supremacía de la cultura occidental y el individualismo son los únicos principios con valor universal. Y sobre todo, no olvide nunca que estamos continuamente amenazados por la existencia de los otros: los que son diferentes en lengua, en cultura, en sexualidad o en pensamiento. Sin ellos, seríamos mucho más felices. Pero no se preocupe por el futuro: este nuevo conservadurismo tiene un código completo de comunicación frente a una izquierda que balbucea porque olvidó hace tiempo la importancia de los valores y un pueblo cuyo sueño vital es consumir hasta morir.
lunes, 1 de noviembre de 2010
¿Ganará la derecha?
Artículo publicado en El País Andalucía el 30/10/2010
Se hace muy difícil reflexionar sobre la política andaluza, encontrarle un argumento propio, un lugar al sol en un escenario político en el que cada vez cuentan menos las ideas y más la dramatización de los conflictos. Resulta difícil hablar de política andaluza sin caer en una simple transposición de la política estatal. Es complicado realizar un análisis de la crisis en nuestra comunidad que no pase por dibujar con trazos más negros las cifras del paro, el peso de la construcción o la falta de perspectivas para nuestros jóvenes.
La política andaluza languidece como la dama de las camelias, entre el abandono de sus admiradores y el silencio de sus antiguos amigos. Los medios de comunicación con vocación andaluza se las ven y se las desean para editar informaciones que no sean estrictamente locales o de sucesos y el desinterés hace subir las acciones de los que pregonan la vuelta a los tiempos del centralismo de tan triste memoria para Andalucía.
En unos momentos en que es tan necesario discutir el modelo de desarrollo de nuestra comunidad, el papel de la ecología, la organización de los servicios públicos y las apuestas por el futuro, los únicos debates que han adquirido cierta presencia son un decreto de organización del sector público de la Junta de Andalucía o el recorte de inversiones para tal o cual provincia o comarca. Desolador.
El proyecto de Griñán suscitó en sus inicios un modesto interés porque parecía traslucir un nuevo modelo de gobierno andaluz más transparente, menos clientelar y con una vocación socialdemócrata de dotar de un fuerte impulso a los servicios públicos. Sin embargo, con el transcurso de los meses se ha puesto de manifiesto la falta de impulso político. Muchos de sus consejeros y consejeras son personas eficaces, trabajadoras e incluso con un punto de ingenuidad política dignas de mejores tiempos, pero en los momentos presentes carecen de tirón político y se inclinan peligrosamente a una gestión tecnocrática muy lejanos de la realidad y de los problemas de la ciudadanía. Parecen obsesionados con detalles secundarios de su gestión, como la organización interna de la administración pública, mientras que en temas tan sensibles como el empleo, los servicios públicos o la ecología nunca se saben si suben o bajan ya que un día se declaran fervientes ecologistas y al siguiente, se inclinan por un desarrollismo sin cortapisas. Por su parte, las consejerías de mayor calado político, guardan un inexplicable silencio, como si estuvieran a la espera de tiempos mejores o sufrieran un pánico escénico insuperable.
Algunos destacados dirigentes socialistas han afirmado que la dimisión de Rafael Velasco no desata ninguna crisis en el partido gobernante, y es verdad, porque desde hace meses el PSOE parece encontrarse en estado de shock permanente. Habitualmente Griñán aparece solo en escena, mientras que el resto de sus actores han perdido el guión o se escabullen entre las bambalinas. Parecen deambular por Andalucía, sin conexión con los problemas reales e instalados en una duda hamletiana que les atormenta: ¿ganará Arenas, como pronostican las encuestas, las próximas elecciones autonómicas o es imposible que el PP gobierne en una comunidad con tanto arraigo de izquierdas como Andalucía? Como si la respuesta no dependiese de sus actos y se encontrara oculta en no se sabe qué recóndito escondrijo de nuestra geografía. Como dijo el poeta: ¿Y tú me lo preguntas? Depende de lo que se haga aquí y ahora; de concretar proyectos que vuelvan a dar sentido a la autonomía andaluza y demuestren su utilidad para luchar contra la crisis y alentar la esperanza de un porvenir para nuestra tierra. De momento, es aterrador escuchar cómo el médico pregunta al enfermo si la operación saldrá bien.
Se hace muy difícil reflexionar sobre la política andaluza, encontrarle un argumento propio, un lugar al sol en un escenario político en el que cada vez cuentan menos las ideas y más la dramatización de los conflictos. Resulta difícil hablar de política andaluza sin caer en una simple transposición de la política estatal. Es complicado realizar un análisis de la crisis en nuestra comunidad que no pase por dibujar con trazos más negros las cifras del paro, el peso de la construcción o la falta de perspectivas para nuestros jóvenes.
La política andaluza languidece como la dama de las camelias, entre el abandono de sus admiradores y el silencio de sus antiguos amigos. Los medios de comunicación con vocación andaluza se las ven y se las desean para editar informaciones que no sean estrictamente locales o de sucesos y el desinterés hace subir las acciones de los que pregonan la vuelta a los tiempos del centralismo de tan triste memoria para Andalucía.
En unos momentos en que es tan necesario discutir el modelo de desarrollo de nuestra comunidad, el papel de la ecología, la organización de los servicios públicos y las apuestas por el futuro, los únicos debates que han adquirido cierta presencia son un decreto de organización del sector público de la Junta de Andalucía o el recorte de inversiones para tal o cual provincia o comarca. Desolador.
El proyecto de Griñán suscitó en sus inicios un modesto interés porque parecía traslucir un nuevo modelo de gobierno andaluz más transparente, menos clientelar y con una vocación socialdemócrata de dotar de un fuerte impulso a los servicios públicos. Sin embargo, con el transcurso de los meses se ha puesto de manifiesto la falta de impulso político. Muchos de sus consejeros y consejeras son personas eficaces, trabajadoras e incluso con un punto de ingenuidad política dignas de mejores tiempos, pero en los momentos presentes carecen de tirón político y se inclinan peligrosamente a una gestión tecnocrática muy lejanos de la realidad y de los problemas de la ciudadanía. Parecen obsesionados con detalles secundarios de su gestión, como la organización interna de la administración pública, mientras que en temas tan sensibles como el empleo, los servicios públicos o la ecología nunca se saben si suben o bajan ya que un día se declaran fervientes ecologistas y al siguiente, se inclinan por un desarrollismo sin cortapisas. Por su parte, las consejerías de mayor calado político, guardan un inexplicable silencio, como si estuvieran a la espera de tiempos mejores o sufrieran un pánico escénico insuperable.
Algunos destacados dirigentes socialistas han afirmado que la dimisión de Rafael Velasco no desata ninguna crisis en el partido gobernante, y es verdad, porque desde hace meses el PSOE parece encontrarse en estado de shock permanente. Habitualmente Griñán aparece solo en escena, mientras que el resto de sus actores han perdido el guión o se escabullen entre las bambalinas. Parecen deambular por Andalucía, sin conexión con los problemas reales e instalados en una duda hamletiana que les atormenta: ¿ganará Arenas, como pronostican las encuestas, las próximas elecciones autonómicas o es imposible que el PP gobierne en una comunidad con tanto arraigo de izquierdas como Andalucía? Como si la respuesta no dependiese de sus actos y se encontrara oculta en no se sabe qué recóndito escondrijo de nuestra geografía. Como dijo el poeta: ¿Y tú me lo preguntas? Depende de lo que se haga aquí y ahora; de concretar proyectos que vuelvan a dar sentido a la autonomía andaluza y demuestren su utilidad para luchar contra la crisis y alentar la esperanza de un porvenir para nuestra tierra. De momento, es aterrador escuchar cómo el médico pregunta al enfermo si la operación saldrá bien.
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domingo, 24 de octubre de 2010
La igualdad tenía un precio
Este es mi artículo semanal en el País Andalucía:
La política tiene un alto valor simbólico. A fin de cuentas cumple también el papel ritual de representar los conflictos sociales y los valores hegemónicos. Pues bien, más allá de la simple lectura politicista de la reciente remodelación del Gobierno, se destilan otros mensajes, algunos de ellos muy regresivos. A saber, que los conceptos de seguridad y confianza están estrechamente ligados al género masculino, especialmente si peina canas. En segundo lugar, la sensación de que tras esta remodelación se trasluce una cierta derrota de las mujeres en el poder político. Y finalmente, que las políticas de igualdad no dejan de ser un adorno perfectamente prescindible cuando aprieta el fragor de la batalla y los tiempos se vuelven hostiles.
A fin de cuentas venimos de una historia de siglos que nos ha inculcado que en los momentos difíciles, la figura paternal representa un nicho de seguridad insustituible para atravesar las aguas procelosas. Y en las decisiones que comentamos, con la sola excepción de la incorporación de Rosa Aguilar a este gabinete, la lectura que se ofrece es que sólo el género masculino es capaz de producir confianza y credibilidad. Tras unos primeros tiempos en el que el avance de las mujeres se producía de una forma pacífica y dulce, hemos comprobado con cierto estupor que la igualdad tenía un precio. O dicho de otra manera, que íbamos a ser escrutadas, examinadas, analizadas con criterios doblemente exigentes. Por ello, mientras que los políticos masculinos sufrían el desgaste lógico del poder en tiempos de crisis, las mujeres que ejercían esta función han sido sometidas a una lapidación simbólica de mentiras, sospechas, exageraciones o distorsiones feroces de su propia imagen. Nunca me ha gustado el tono árido y la falta de capacidad dialéctica de María Teresa Fernández de la Vega ni me han interesado los argumentos fuera de la realidad de Leire Pajín, pero es fácil detectar en las críticas que se le han prodigado (y no hablo siquiera de las obscenidades fascistas) un ensañamiento particular que expresaba la disconformidad con el empoderamiento de cualquier mujer. No en vano, para el imaginario machista del que provenimos, la presencia de la mujer en el poder solo tiene dos orígenes: la excepcionalidad o la impostura. La pura constatación de esta realidad, vuelve a dar actualidad al pensamiento de Simone de Beauvoir cuando reclamaba para las mujeres idéntica valoración que para los varones, no de su inteligencia, sino de sus errores.
El problema no es el cese masivo de mujeres, más o menos justificado en según qué casos. El problema es que mientras que a los hombres se les juzga individualmente, a las mujeres se les aplica un juicio colectivo que la derecha se ha prestado a rotular bajo el título de la inutilidad.
En estos momentos de nuestra historia, en el que las mujeres empezamos a construir modelos y referentes de intervención en el poder, en que nos encontramos metafóricamente "en mitad del río", los que se habían proclamado defensores de esta revolución han desertado bruscamente. No puede entenderse de otra forma la desaparición, de un plumazo indiferente, del Ministerio de Igualdad. ¿Ante qué Dios se inmola el que fue presentado como un gran proyecto innovador y el mayor símbolo de apuesta por la igualdad de las mujeres?¿Qué pecado ha cometido Bibiana Aído, aparte de su novedad o su juventud?
sábado, 16 de octubre de 2010
Extremistas útiles
Este es el artículo que publico hoy en El País Andalucía y que trata sobre la proliferación de comentarios y actuaciones ultraderechistas:
No sé a ustedes pero a mí me mosquea enormemente que todas las semanas haya titulares escandalosos, descalificaciones monstruosas y pornógrafos inconfesos. Antes creía que se trataba de cuatro locos con exceso de adrenalina y de resentimiento, pero ahora veo que actúan en grupo, que definen temas y que marcan estrategias.
Se trata, generalmente, de señores que insultan, arremeten o agreden sin ningún tipo de reparo o de freno. Se precian de no utilizar el lenguaje políticamente correcto. No temen ser calificados de ultraderechistas, machistas o maleducados porque quieren volver a abrir estos territorios ideológicos. Antes eran francotiradores ocasionales, ahora han comenzado a impregnar buena parte de la línea editorial de una serie de medios de comunicación que hasta hace poco presumían de ofrecer una oposición más seria y educada. La cantidad y variedad de estos especímenes, así como la conversión a estas prácticas de nuevos adeptos, me hace temer que no se trata ya de una anomalía o de un delirio individual, sino de una función.
El papel del extremista puede ser de una enorme utilidad, especialmente en la política. Desde tiempos inmemoriales los gobernantes alimentaban grupos extremos para hacer cambiar al público de opinión, al tiempo que aparecían como mediadores ante soluciones extremas. El truco es un tanto forzado pero ha mostrado su eficacia a lo largo de la historia. Ante un problema concreto, un grupo de extremistas desata la paranoia y el delirio para a continuación, el líder político de turno, proponer una solución menos drástica pero que camina en la misma dirección. La dramatización de los conflictos cumple la función de exaltación y de alivio posterior, pero sobre todo, puede cambiar las reglas del juego, alterar los consensos sociales y provocar, en este caso, una derechización creciente de la sociedad.
Pongamos por caso, un conocido juez afirma que tan solo el 2% de las denuncias de violencia de género son verídicas y que el 98% restante son falsas. Sin duda el público no lo creerá, pero (y ahí está la función) tenderá a relativizar la autenticidad de las denuncias y será más proclive a restar importancia a estos criminales atentados contra las mujeres. El ejemplo es válido en casi todos los casos que abordan en su radical y ultraderechista visión de la sociedad, ya se trate de temas de inmigración, delincuencia, derechos de las mujeres, sistema impositivo, memoria histórica o calidad de la enseñanza pública.
Por eso, empiezo a pensar que disparar dialécticamente contra estos personajes, es como hacerlo contra el mensajero. Es más, creo que disfrutan de una morbosa gloria que se nutre de nuestra irritación hacia su mensaje. Como si nuestro enfado fuese el síntoma claro de haber dado en no sé qué diana de feria. Sin embargo, los que obtienen la ventaja política, económica y electoral con estos comportamientos silban y miran para otro lado sin mancharse apenas las manos, pero recogiendo los frutos de tan triste cosecha. Me pregunto si no sería mejor interpelarlos directamente. No comprendo por qué razón nadie le pregunta a Rajoy si está de acuerdo o no con la algarada ultraderechista en su fiesta nacional favorita.
Tampoco es posible entender que no se les coloque en la tesitura de definirse respecto a las denuncias por violencia de género, la escolarización de los hijos de los inmigrantes, la escuela pública o la investigación biomédica. En vez de discutir con la oposición real, se debate con unos fantasmas agrandados por las sombras de la crisis y del malestar social que marcan una agenda oscura de rencores y de regresiones ideológicas. Son extremistas útiles que abren el camino a la derecha a golpe de machetazo a la ciudadanía y a los valores que con tanta dificultad hemos construido. Empieza a ser urgente que el PP, cuyo ascenso al poder facilitan, empiece a responder de todo esto.
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sábado, 9 de octubre de 2010
Peter Pan y los poderosos
Este es el enlace al artículo semanal del País Andalucía
"Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla", decía Pessoa. Algo parecido sucede con la política. Hablan pero se les percibe como un ruido de fondo, como esa emisora de radio que has dejado encendida mientras abordas las tareas cotidianas.
Escuchas a Zapatero y parece una figura intemporal, de cara circunfleja, que termina con una sonrisa sus intervenciones y procura acabar sus frases con palabras de esperanza, tan lacias como desvaídas. Las escasas intervenciones de Rajoy también parecen procedentes de un planeta indescriptible en las que no se habla fluidamente nuestro idioma. El contraste entre su barba blanca y su negrísimo cabello acentúa esa sensación de irrealidad, de cuento enlatado, que siempre contiene una reprimenda articulada con tono cansino.
Cada uno de ellos aparece instalado en su cuento particular. Peter Pan se asoma a los cristales de la vida cotidiana, pero no los traspasa. Olvida con facilidad los acontecimientos recientes. Sabe que existe la realidad pero no quiere entrar en ella. En realidad piensa que el tiempo lo resolverá todo. El abuelo gruñón, por su parte, parece haberlo visto todo y no espera nada. Un "ya lo sabía" eterno recorre sus facciones. Seguramente fue viejo incluso antes de ser joven.
Como en las malas funciones de teatro, se les nota el recitado, la desconexión completa con el patio de butacas. Incluso la clac que han contratado para la función, aplaude desmañada.
Posiblemente no sea solo un problema de liderazgo ni falta de convicción o una equivocada estrategia de comunicación. Es que sus palabras han dejado de ser importantes. Si quieres saber lo que ocurre en el país es mejor que escuches a los de abajo y si quieres conocer el futuro mejor escuchar a los que realmente mandan que no son los gobiernos ni la oposición sino señores desconocidos que en vez de los emblemas partidarios exhiben siglas como FMI, OCDE, G-8, G-20, OMC o BM.
Para conocer lo que hará Zapatero es mejor escuchar al Fondo Monetario Internacional; para saber lo que opina en realidad Rajoy, mejor escuchar al gobernador del Banco de España. No han sido elegidos democráticamente, es cierto, pero es evidente que han conseguido un empoderamiento absoluto frente a la política y a la sociedad. No hay más que observar su tono despectivo, su capacidad de amenaza, los mandatos imperativos que desprenden cada una de sus observaciones. No los ha votado nadie, es cierto, y lo que en principio podría suponer un obstáculo, se ha convertido por arte de birlibirloque en una ventaja porque parecen hablar desde la profesionalidad y la independencia.
Cuando era joven me hicieron caer en la cuenta que poder y gobierno no son lo mismo. Se les olvidó explicarme que cuanta mayor es la distancia entre ambos, menor es la democracia real.
Hoy es sumamente fácil ser independiente de la política. Lo realmente difícil es ser independiente del poder económico y del poder mediático. Economistas, investigadores, científicos, periodistas y un sinfín de profesionales pagan muy cara cualquier desafección a estos nuevos ricos del poder. Por eso el travestismo y el transfuguismo se practican a placer en estas esferas sin coste alguno. La única diferencia con la política es que siempre "transfugan" para el mismo sitio: la más descarada defensa del mercado, del recorte social y del desarrollo insostenible.
El PP puso el grito en el cielo cuando eligieron a Fernández Ordóñez gobernador del Banco de España. Era innecesario. Una vez que se accede al club, los nuevos socios aprenden pronto las costumbres de los señores. Repita, por favor: "recortes, buenos; gasto social, malo; autonomías, despreciables; centralismo, óptimo; ecología, innecesaria". Enhorabuena, ya tiene el carné del lobby estratosférico que controla nuestras vidas. Independiente, por supuesto.
"Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla", decía Pessoa. Algo parecido sucede con la política. Hablan pero se les percibe como un ruido de fondo, como esa emisora de radio que has dejado encendida mientras abordas las tareas cotidianas.
Escuchas a Zapatero y parece una figura intemporal, de cara circunfleja, que termina con una sonrisa sus intervenciones y procura acabar sus frases con palabras de esperanza, tan lacias como desvaídas. Las escasas intervenciones de Rajoy también parecen procedentes de un planeta indescriptible en las que no se habla fluidamente nuestro idioma. El contraste entre su barba blanca y su negrísimo cabello acentúa esa sensación de irrealidad, de cuento enlatado, que siempre contiene una reprimenda articulada con tono cansino.
Cada uno de ellos aparece instalado en su cuento particular. Peter Pan se asoma a los cristales de la vida cotidiana, pero no los traspasa. Olvida con facilidad los acontecimientos recientes. Sabe que existe la realidad pero no quiere entrar en ella. En realidad piensa que el tiempo lo resolverá todo. El abuelo gruñón, por su parte, parece haberlo visto todo y no espera nada. Un "ya lo sabía" eterno recorre sus facciones. Seguramente fue viejo incluso antes de ser joven.
Como en las malas funciones de teatro, se les nota el recitado, la desconexión completa con el patio de butacas. Incluso la clac que han contratado para la función, aplaude desmañada.
Posiblemente no sea solo un problema de liderazgo ni falta de convicción o una equivocada estrategia de comunicación. Es que sus palabras han dejado de ser importantes. Si quieres saber lo que ocurre en el país es mejor que escuches a los de abajo y si quieres conocer el futuro mejor escuchar a los que realmente mandan que no son los gobiernos ni la oposición sino señores desconocidos que en vez de los emblemas partidarios exhiben siglas como FMI, OCDE, G-8, G-20, OMC o BM.
Para conocer lo que hará Zapatero es mejor escuchar al Fondo Monetario Internacional; para saber lo que opina en realidad Rajoy, mejor escuchar al gobernador del Banco de España. No han sido elegidos democráticamente, es cierto, pero es evidente que han conseguido un empoderamiento absoluto frente a la política y a la sociedad. No hay más que observar su tono despectivo, su capacidad de amenaza, los mandatos imperativos que desprenden cada una de sus observaciones. No los ha votado nadie, es cierto, y lo que en principio podría suponer un obstáculo, se ha convertido por arte de birlibirloque en una ventaja porque parecen hablar desde la profesionalidad y la independencia.
Cuando era joven me hicieron caer en la cuenta que poder y gobierno no son lo mismo. Se les olvidó explicarme que cuanta mayor es la distancia entre ambos, menor es la democracia real.
Hoy es sumamente fácil ser independiente de la política. Lo realmente difícil es ser independiente del poder económico y del poder mediático. Economistas, investigadores, científicos, periodistas y un sinfín de profesionales pagan muy cara cualquier desafección a estos nuevos ricos del poder. Por eso el travestismo y el transfuguismo se practican a placer en estas esferas sin coste alguno. La única diferencia con la política es que siempre "transfugan" para el mismo sitio: la más descarada defensa del mercado, del recorte social y del desarrollo insostenible.
El PP puso el grito en el cielo cuando eligieron a Fernández Ordóñez gobernador del Banco de España. Era innecesario. Una vez que se accede al club, los nuevos socios aprenden pronto las costumbres de los señores. Repita, por favor: "recortes, buenos; gasto social, malo; autonomías, despreciables; centralismo, óptimo; ecología, innecesaria". Enhorabuena, ya tiene el carné del lobby estratosférico que controla nuestras vidas. Independiente, por supuesto.
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sábado, 2 de octubre de 2010
Las ilusiones perdidas

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.
No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.
No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.
No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.
No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.
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domingo, 26 de septiembre de 2010
El 29-S vamos de Huelga
Esta es la Editorial de Paralelo36 respecto a la convocatoria de Huelga General, que suscribo completamente:
Las crisis son como las enfermedades: lo importante no es cómo se entra, sino cómo se sale. Al inicio de esta ya larga enfermedad que padecemos lo inteligente hubiera sido analizar las causas que la provocaron, aplicar el tratamiento a los órganos afectados y modificar los hábitos de conducta del paciente. Pero no. Los médicos de bata gris que nos atienden han decretado que la mejor receta es reducir salarios y derechos.
De esta crisis saldremos más pobres y más de derechas. O sea, más pobres durante más tiempo. Y ya es mala suerte la de Andalucía porque lleva décadas y décadas ofreciendo a los mercados mano de obra barata y suelo abundante, sin encontrar más contrapartida que una tasa elevada de paro y bajos salarios. Pues bien, ahora que empezaba a abrirse camino la idea de que competir en los mercados a base de bajar el precio de la mano de obra era una antigualla insostenible, que lo importante era rivalizar en innovación, investigación y nuevas fuentes energéticas se produce un violento giro ante el que asienten los sectores más decimonónicos: más facilidad para el despido, menos convenios, menos derechos.
Cualquiera diría que los costes excesivos del despido, acogotan a los empresarios españoles. Pero es mejor ver los datos: durante los años 2008 y 2009 han sido despedidos en Andalucía algo más de 330 mil trabajadores. El ochenta y cinco por ciento de ellos recibieron el mínimo posible de indemnización, es decir, menos de ocho días por años trabajado. En cuanto a las indemnizaciones máximas de cuarenta y cinco días por año (presentadas como un lujo asiático de nuestro mercado laboral), solo las obtuvieron un dos por ciento de los trabajadores después de haber acreditado por vía judicial que el despido era completamente arbitrario e improcedente.
El gran problema del mercado laboral no es el despido sino la precariedad. No se pueden ofrecer productos ni servicios de calidad con unas plantillas mal pagadas que se renuevan antes de comprender siquiera el proceso de trabajo. Hagan la prueba llamando a cualquier servicio de sus proveedores.
Pero, si el problema económico real, no son los salarios ni los despidos ¿por qué se ha cargado con dureza contra ellos? Algunos teóricos hablan del “desempoderamiento” de los trabajadores en el mundo productivo, donde han pasado de ser un actor central a un factor marginal sin voz propia. Claro que este desempoderamiento comenzó hace tiempo cuando la sociedad aceptó, implícitamente, que los jóvenes entraran al mercado laboral en condiciones muy inferiores a las que lo hicieron sus mayores. El mileurismo y los contratos temporales han sido el caballo de Troya sobre el que los sindicatos no han sabido cabalgar.
El mundo de la cultura habla de desempoderamiento de la ciudadanía porque, despojados del control de los mercados, las personas nos convertimos en simples consumidores. O dicho en otros términos, en los momentos decisivos en que los gobernantes deben elegir entre los mercados y la democracia, se han rendido sin librar siquiera batalla. Aunque Zapatero quiera presentar estas medidas como ajustes imprescindibles, en aras de las cuales está dispuesto a inmolarse, no son más que la expresión de una derrota que lanza un aviso inconfundible al cuerpo social: ¡Sálvese quien pueda!
Se discute si la huelga del próximo miércoles será un éxito o un fracaso de los sindicatos, y hay quienes afilan sus cuchillos para acabar con el último resto de organización de los trabajadores. Pero, quizá, habría que preguntarse por el papel de la ciudadanía. Si preferimos una sociedad que, ante el recorte de derechos, se organiza, protesta y defiende otras alternativas o, si por el contrario, es mejor un modelo social en el que la queja se dirige a cualquier objetivo –inmigrantes, vecinos, mujeres, políticas sociales- antes que contra los poderosos. A fin de cuentas, saber exigir es también una lección de ciudadanía.
El Consejo de Redacción de Paralelo36 apoya la huelga general y hace un llamamiento a que los andaluces y las andaluzas participemos activamente en ella el día 29 de septiembre, secundando así la convocatoria de los sindicatos.
Las crisis son como las enfermedades: lo importante no es cómo se entra, sino cómo se sale. Al inicio de esta ya larga enfermedad que padecemos lo inteligente hubiera sido analizar las causas que la provocaron, aplicar el tratamiento a los órganos afectados y modificar los hábitos de conducta del paciente. Pero no. Los médicos de bata gris que nos atienden han decretado que la mejor receta es reducir salarios y derechos.
De esta crisis saldremos más pobres y más de derechas. O sea, más pobres durante más tiempo. Y ya es mala suerte la de Andalucía porque lleva décadas y décadas ofreciendo a los mercados mano de obra barata y suelo abundante, sin encontrar más contrapartida que una tasa elevada de paro y bajos salarios. Pues bien, ahora que empezaba a abrirse camino la idea de que competir en los mercados a base de bajar el precio de la mano de obra era una antigualla insostenible, que lo importante era rivalizar en innovación, investigación y nuevas fuentes energéticas se produce un violento giro ante el que asienten los sectores más decimonónicos: más facilidad para el despido, menos convenios, menos derechos.
Cualquiera diría que los costes excesivos del despido, acogotan a los empresarios españoles. Pero es mejor ver los datos: durante los años 2008 y 2009 han sido despedidos en Andalucía algo más de 330 mil trabajadores. El ochenta y cinco por ciento de ellos recibieron el mínimo posible de indemnización, es decir, menos de ocho días por años trabajado. En cuanto a las indemnizaciones máximas de cuarenta y cinco días por año (presentadas como un lujo asiático de nuestro mercado laboral), solo las obtuvieron un dos por ciento de los trabajadores después de haber acreditado por vía judicial que el despido era completamente arbitrario e improcedente.
El gran problema del mercado laboral no es el despido sino la precariedad. No se pueden ofrecer productos ni servicios de calidad con unas plantillas mal pagadas que se renuevan antes de comprender siquiera el proceso de trabajo. Hagan la prueba llamando a cualquier servicio de sus proveedores.
Pero, si el problema económico real, no son los salarios ni los despidos ¿por qué se ha cargado con dureza contra ellos? Algunos teóricos hablan del “desempoderamiento” de los trabajadores en el mundo productivo, donde han pasado de ser un actor central a un factor marginal sin voz propia. Claro que este desempoderamiento comenzó hace tiempo cuando la sociedad aceptó, implícitamente, que los jóvenes entraran al mercado laboral en condiciones muy inferiores a las que lo hicieron sus mayores. El mileurismo y los contratos temporales han sido el caballo de Troya sobre el que los sindicatos no han sabido cabalgar.
El mundo de la cultura habla de desempoderamiento de la ciudadanía porque, despojados del control de los mercados, las personas nos convertimos en simples consumidores. O dicho en otros términos, en los momentos decisivos en que los gobernantes deben elegir entre los mercados y la democracia, se han rendido sin librar siquiera batalla. Aunque Zapatero quiera presentar estas medidas como ajustes imprescindibles, en aras de las cuales está dispuesto a inmolarse, no son más que la expresión de una derrota que lanza un aviso inconfundible al cuerpo social: ¡Sálvese quien pueda!
Se discute si la huelga del próximo miércoles será un éxito o un fracaso de los sindicatos, y hay quienes afilan sus cuchillos para acabar con el último resto de organización de los trabajadores. Pero, quizá, habría que preguntarse por el papel de la ciudadanía. Si preferimos una sociedad que, ante el recorte de derechos, se organiza, protesta y defiende otras alternativas o, si por el contrario, es mejor un modelo social en el que la queja se dirige a cualquier objetivo –inmigrantes, vecinos, mujeres, políticas sociales- antes que contra los poderosos. A fin de cuentas, saber exigir es también una lección de ciudadanía.
El Consejo de Redacción de Paralelo36 apoya la huelga general y hace un llamamiento a que los andaluces y las andaluzas participemos activamente en ella el día 29 de septiembre, secundando así la convocatoria de los sindicatos.
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sábado, 25 de septiembre de 2010
Casino Party

En el casino de algún pueblo perdido es posible que todavía le hayan reído la gracia. Los que las rapaban, digo. Habrán reído con alborozo ante un titular tan soez: "Griñán busca mujeres rapadas hace 70 años para darles 1.800 euros". Es una frase larga y compuesta, que pretende volcar toda una supuesta carga crítica de doble o triple lectura. ¿Qué es exactamente lo que se critica: el electoralismo del presidente, la escasa cuantía de la indemnización o el que se haga 70 años después? Desde luego no el hecho lamentable de la humillación y el castigo de estas mujeres. Al consejero de la Comunidad de Madrid, el tema le produce "vómito" y pide la retirada inmediata de la medida porque compra "la dignidad de las personas" y a María Dolores de Cospedal la medida le plantea serias dudas. ¡Vaya por Dios! Cree que el decreto discrimina ideológicamente a las mujeres y le asalta un repentino interés por las maltratadas, a las que habría que destinar estas cantidades, aunque en los días alternos se apunta a la tesis de las denuncias falsas y de la supresión de las políticas de igualdad. En el PP andaluz se hacen un lío y no se entiende si critican el gasto, les parece insuficiente o desean que sus cuantías vayan destinadas a las mujeres víctimas de la violencia de género a las que tanto quieren cuando llegan estos momentos.
El PP de los años noventa deseaba desembarazarse de la herencia del franquismo, pero en los últimos años parecen tener con este fantasma relaciones paranormales: una especie de conexión íntima y secreta que consiste, más que en expresar la identificación, en combatir cualquier forma de denuncia. Esta semana el fantasma del franquismo ha tenido varias apariciones estelares: una, en la rabia contenida por la medida andaluza de indemnizar a las mujeres humilladas por ese régimen y otra en el Senado, en una sesión en la que se opuso a que el plomizo y escalofriante Valle de los Caídos dejase de ser un lugar de enaltecimiento del franquismo y se convirtiese en un monumento a la memoria histórica donde se respeten los valores constitucionales. Claro que, a algunos miembros del PP como a Mayor Oreja, el fantasma del franquismo le susurra con frecuencia al oído y le recuerda la placidez de la vida bajo la dictadura en la que solo la gente de mal vivir tenía motivos para el descontento.
En la derecha norteamericana ha aparecido el fenómeno del Tea Party, una especie de plataformas políticas donde se integran los sectores más integristas del republicanismo y que proclaman sin rubor consignas políticas ultraconservadoras con un claro contenido racista y discriminatorio. En España, se ha empezado a organizar todo un movimiento similar compuesto por comentaristas agresivos e insultantes y medios de comunicación que hacen del espectáculo y de la falta de educación su verdadera carta de identidad. Componen, entre todos, una especie de gol sur, de hooligans, de casino de señoritos que cuentan con la complacida sonrisa de la derecha política.
Este Casino-party español es especialmente agresivo con los acontecimientos o con las noticias que tienen a las mujeres como centro de interés. Aunque la lista de sus fobias incluye también a homosexuales, inmigrantes, Gobierno y sindicalistas, a los que atacan con ese punto cañí y chulo de la España tardofranquista. Una especie de jimenezlosantismo invade el espacio de la comunicación y va, lentamente, inoculando sus virus a publicaciones que hasta hace poco no se hubieran atrevido con estos titulares.
Las pocas mujeres rapadas, vejadas, despreciadas en los años de plomo, que aún viven se han vuelto a topar con la ironía, el gesto despreciativo y la mirada altiva de los que las humillaron. Pero, precisamente, son estos gestos de desaprobación los que nos indican que medidas como esta son todavía necesarias y útiles.
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