“…Y España va a ganar porque, además, el seleccionador de Alemania, Joachim Low, es un mariposón…” Lo escuché en la SER, en la emisora de la corrección política y en pleno día del orgullo gay. El seleccionador alemán, ha sido sin embargo, especialmente correcto tras el triunfo de España y reconoció inmediatamente la superioridad del equipo español del que dijo que "Han sido constantes. Han jugado en todo el torneo el mismo nivel de fútbol que hicieron en la final y merecen ser los campeones europeos". Sin duda declaraciones propias de “un mariposón” sin sangre en las venas que merecía perder.
Por lo visto el fútbol no se puede disfrutar sin esa mezcla de testosterona y de violencia encubierta, sea cual sea el sexo del espectador. Ya sé que todo es una liturgia con la que se exorcizan las rutinas y agravios cotidianos. Ya conozco que el fútbol sirve para sentirnos grupo, colectividad, y recuperar el “olor del establo” Ya sé que nadie quiere que “se triture”, “se machaque” o se “despedace” al equipo rival, que “la furia española” es solo una metáfora, y que palabras como “raza”, “ataque” y “ferocidad” no son literales, pero sigo sintiendo escalofríos ante este lenguaje belicoso. Me produce, además, extrañeza la parcialidad de los comentaristas deportivos, que han dejado de serlo, para convertirse en los más feroces hinchas del campo: “dale donde más les duele”, “acaba con ellos”…Me impresiona la ceguera ante las faltas propias y la exageración de las faltas ajenas.
Aunque hoy el bálsamo del triunfo atempere la violencia verbal, no se me olvida que durante esta semana he estado obligada a una dosis diaria de ultranacionalismo, furia guerrera, lenguaje masculinizado e hipérboles increíbles de sabor guerrero. No me consuela, que con bastante probabilidad, en Alemania se haya escuchado una versión similar (¡qué susto!). Hoy, “primer día de la victoria”, los medios de comunicación se vuelven épicos y las palabras (que creía olvidadas) tales como “gesta”, “heroicidad”, “histórico”, “superhéroes”, “epopeya”, “imperio” se utilizan con profusión. Los anuncios, por su parte, no ocultan esta relación bélica del fútbol y transmutan a los futbolistas en guerreros de los tiempos antiguos, para mayor gloria de Nike. Sin embargo, soy yo la que me siento como un garbanzo negro en una olla. Todos sonríen. He visto cómo a los más furibundos anti-nacionalistas, se les encendían las mejillas con el gol de España; he escuchado gritar “machácalos” a los más acendrados pacifistas. Mis amigas aplauden comentarios evidentemente machistas que las indignarían en cualquier conversación cotidiana. O sea que esto es un universo paralelo, con sus propias metáforas y ritos. Y yo estoy completamente ajena, excluida de la furia pero también del placer que los ha inundado.
Por lo visto el fútbol no se puede disfrutar sin esa mezcla de testosterona y de violencia encubierta, sea cual sea el sexo del espectador. Ya sé que todo es una liturgia con la que se exorcizan las rutinas y agravios cotidianos. Ya conozco que el fútbol sirve para sentirnos grupo, colectividad, y recuperar el “olor del establo” Ya sé que nadie quiere que “se triture”, “se machaque” o se “despedace” al equipo rival, que “la furia española” es solo una metáfora, y que palabras como “raza”, “ataque” y “ferocidad” no son literales, pero sigo sintiendo escalofríos ante este lenguaje belicoso. Me produce, además, extrañeza la parcialidad de los comentaristas deportivos, que han dejado de serlo, para convertirse en los más feroces hinchas del campo: “dale donde más les duele”, “acaba con ellos”…Me impresiona la ceguera ante las faltas propias y la exageración de las faltas ajenas.
Aunque hoy el bálsamo del triunfo atempere la violencia verbal, no se me olvida que durante esta semana he estado obligada a una dosis diaria de ultranacionalismo, furia guerrera, lenguaje masculinizado e hipérboles increíbles de sabor guerrero. No me consuela, que con bastante probabilidad, en Alemania se haya escuchado una versión similar (¡qué susto!). Hoy, “primer día de la victoria”, los medios de comunicación se vuelven épicos y las palabras (que creía olvidadas) tales como “gesta”, “heroicidad”, “histórico”, “superhéroes”, “epopeya”, “imperio” se utilizan con profusión. Los anuncios, por su parte, no ocultan esta relación bélica del fútbol y transmutan a los futbolistas en guerreros de los tiempos antiguos, para mayor gloria de Nike. Sin embargo, soy yo la que me siento como un garbanzo negro en una olla. Todos sonríen. He visto cómo a los más furibundos anti-nacionalistas, se les encendían las mejillas con el gol de España; he escuchado gritar “machácalos” a los más acendrados pacifistas. Mis amigas aplauden comentarios evidentemente machistas que las indignarían en cualquier conversación cotidiana. O sea que esto es un universo paralelo, con sus propias metáforas y ritos. Y yo estoy completamente ajena, excluida de la furia pero también del placer que los ha inundado.