domingo, 11 de septiembre de 2011

El Tea Party en la escuela

Llueven piedras contra la educación pública. Este es el artículo que puedes leer completo en El País Andalucía


Hace algunos años estaba de moda en el PP una leve contestación por la izquierda a las políticas de su partido. Algunas diputadas del PP se abstuvieron en la votación del matrimonio homosexual, el recurso contra la ley de aborto o la investigación con células madre. Estos pequeños gestos eran consentidos por la dirección del PP porque con ellos hacían un guiño al electorado de centro-izquierda.
Ahora -ya nos advirtió Hegel que los tiempos no siempre van hacia delante- lo que está de moda en las filas populares es ser recalcitrantemente de derechas. Ahora las señales no se hacen con el ojo izquierdo sino con el derecho, y más que un guiño es un tic continuado, un aviso a navegantes, una aguja de marear que señala nuevos continentes.
Aunque últimamente María Dolores de Cospedal está planteando una seria alternativa castiza y reaccionaria -reconozcamos que su imagen dolorosa con rigurosa mantilla fue realmente insuperable-, la viva representación del Tea party español es Esperanza Aguirre porque personifica una derecha que se ha librado de complejos de inferioridad y de tacto en los conflictos sociales. Ella ha tomado partido, sin contemplaciones, por los poderosos, por la enseñanza privada, por los sindicatos corporativos, por la exclusión social y el sálvese quien pueda. Construye su discurso sobre las piedras de los prejuicios, de los lugares comunes con el que los más acomodados justifican su estatus. Es una señora bien que comenta sin pelos en la lengua lo mal que está el servicio, lo desagradecidos que son los inferiores, lo inútiles que son los trabajadores y lo bien que se viviría con una mayor segregación social: los listos con los listos y los torpes con los torpes.
Esperanza no da puntada sin hilo, no habla gratis. Es la dirigente popular que hace realmente ideología con las palabras y con los hechos. Como los guionistas de los reality shows, hace aparecer en escena los conflictos, sugiere soluciones efectistas y alimenta las ideologías más reaccionarias respecto a los temas más delicados. Por eso, no se equivocó al sugerir que los profesores de la enseñanza pública son unos vagos que apenas trabajan y gozan de un sueldo fijo. No. Simplemente ha completado su trilogía educativa que comenzó con el titulo"autoridad en las aulas", continuó con "bachillerato para los más listos" y se cierra con este "desprestigia, que algo queda". Para ella los problemas de la enseñanza se derivan, precisamente, de la base fundacional del sistema educativo: la igualdad de oportunidades. Su ideal educativo es el de los años cincuenta, en los que solo una pequeña élite social, más unos cuantos esforzados estudiantes que surgían desde abajo, tenían acceso a la educación superior. Para el resto, sería suficiente con una escolarización masificada que enseñara el abc necesario para ocupar los puestos más bajos del mercado laboral.
Se esfuerzan, ingenuamente, los profesores en señalar que la educación no es un gasto, sino una inversión; que España figura todavía en el furgón de cola de gasto educativo de la Unión Europea; que la cualificación educativa determina el futuro laboral y la productividad de nuestro país. Ella ya lo sabe. También resulta inútil el esfuerzo por explicar el trabajo que los profesores realizan, la difícil tarea que prestan a la sociedad, la tensión de su dedicación y el escaso reconocimiento que reciben. Nada de eso importa a quien no ama la educación ni comparte la pasión por mejorar desde abajo la sociedad.
Antes, Esperanza andaba como un verso suelto pero ahora no camina sola sino acompañada por el afán retroinnovador de las comunidades del Partido Popular que se han aprestado a recortar el gasto educativo sin conmiseración. De todos los debates posibles, el que nos caracteriza más claramente, el que desvela nuestra forma de entender la vida, nuestra relación con los demás, es el debate educativo. Ahí nos jugamos el ser o no ser de nuestro modelo social y el Tea party lo sabe perfectamente.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Triste final

Con este artículo empiezo mi nueva temporada. Lo podéis ver completo en El País Andalucía


Nadie nos va a confesar nunca la verdad. Nadie nos contará los entresijos de esta decisión, las llamadas recibidas, la letra pequeña de esta decisión. Nunca sabremos si fue el Banco Central Europeo quien chantajeó al Gobierno con abandonar su deuda en el corral de los mercados o si fueron Angela Merkel o Sarkozy quienes llamaron al presidente de Gobierno para transmitirle algún ultimátum. En realidad, da lo mismo la identidad del mensajero. Lo importante es que, fuese quien fuese el emisario, tenía claro que sus deseos no iban a ser contrariados, ni siquiera explicados a la ciudadanía.
El presidente del Gobierno recurrió al aliado natural de estas políticas, al portavoz del Partido Popular, para reclamar un apoyo que obtuvo de forma inmediata, no en vano se suscribían por primera vez las tesis que la FAES y la gran derecha europea venía planteando desde tiempo inmemorial. Tampoco se sabrá nunca la razón por la que José Luis Rodríguez Zapatero, como un nuevo Fausto, ha vendido su alma al diablo a cambio de unas líneas elogiosas en los libros de historia que escribirán los vencedores, aunque las letras se escriban sobre la pira donde se incineran los últimos sueños de su propia organización política.
Las imágenes, en este caso, valen más que todas las palabras pronunciadas por los diferentes dirigentes socialistas en estos días. La entrada a las reuniones en las que discutieron, a posteriori, la reforma constitucional, era lo más parecido a una luctuosa despedida. Las caras de tristeza, los rostros cansados y el olor a derrota eran evidentes. Sólo los auténticos burócratas, quizá los que conocieron de antemano las decisiones y que consideran la política un juego infantil frente a los mercados, lucían impertérritos.
Realmente, tampoco sabremos por qué Rodríguez Zapatero, en calidad de secretario general del PSOE, no le comunicó su decisión al candidato de su partido hasta no tener cerrado el acuerdo con Mariano Rajoy. Alguien debería explicar cómo se ha llegado a este caudillismo de nuevo cuño, envuelto en la bandera española y en la vieja apelación de que los tiempos futuros le absolverán. Tampoco nos contarán las horas oscuras de ese día de negociación interna del PSOE; si es cierto que incluso estaba cerrado que en el texto constitucional apareciera la cifra exacta de la derrota política; si es verdad que muchas federaciones se debatían entre oponerse rotundamente a la reforma constitucional o negociar un pequeñísimo espacio para la política, dejando sin cifrar la reducción del déficit. Minúsculas esperanzas para salvar las últimas banderas.
Nadie nos contará nada, aunque sea nuestra Constitución y se trate del valor de nuestra democracia. Ya se sabe que para las decisiones económicas, las que de verdad determinan nuestras vidas, la ciudadanía es un estorbo, una rémora que dificulta el reino de los tecnócratas a sueldo y de los intereses de los sectores financieros.
Algunos intelectuales cínicos llaman "ganga utópica" a todos los artículos de los textos constitucionales que hacen referencia a temas sociales como el derecho a la vivienda o la bella declaración de que "toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general". La primera vez que escuché tal expresión me pareció indignante. Ahora han convertido también en ganga utópica la declaración inicial de que la soberanía reside en el pueblo porque han escrito con tinta invisible que excepto cuando se trate de decisiones de carácter económico.
Triste final de una difícil legislatura y torpe exhibición de la falta de alternativas ante una derecha que empuja ya descaradamente hacia el fin del estado del bienestar. Al finalizar el debate, Mariano Rajoy hizo ese gesto tan particular, ese movimiento de mandíbula con el que celebra sus grandes triunfos. Incluso se ha relamido un poco el bigote, tan satisfecho como el gato que acaba de zamparse al ratón.

domingo, 31 de julio de 2011

Elegía al automóvil

El último artículo de esta temporada. Puedes verlo completo en El País Andalucía


El siglo XX se inició con el culto a este magnífico invento. Marinetti escribió que un automóvil rugiente era más bello que la Victoria de Samotracia y compuso la primera oda a un ser mecánico, elevándolo a la categoría de bello objeto del deseo.
El automóvil se convirtió en una metáfora con cientos de significaciones y que concentra su esencia en la idea de la modernidad. Nunca un solo objeto reunió tanto simbolismo, tantas significaciones ocultas: era la expresión de la libertad individual; las alas que le negaron al ser humano para conquistar la tierra; la metáfora de independencia y la demostración del éxito social.
El coche parecía unido, de forma indisoluble, a la expansión de las metrópolis, a la íntima libertad de estar en cualquier lugar, a cualquier hora, dependiendo sólo de la libertad personal. El coche fue el caballo de los habitantes de las ciudades que les permitía galopar por el mundo a lomos de este cómodo milagro de la ingeniería. Con él surgió una nueva pasión por el riesgo, el amor a la velocidad, que todavía atrae -y mata- con sus brillantes luces a los jóvenes de medio mundo.
En una sociedad que aparentemente ha dejado de exhibir pomposamente sus diferencias sociales en el atavío o en las joyas, se ha convertido en el verdadero distintivo de nuestra posición en la escala social. Este milagro de la ingeniería es la joya que, fundamentalmente el público masculino, exhibe como atributo de su poder y como nostalgia de su juventud. No es baladí que la crisis de la cincuentena se acompañe, en sectores pudientes, de la compra de un artilugio potente, brillante y caro: más lejos, más rápido, más solos.
El automóvil es uno de los dioses principales del siglo XX y una de las religiones más caras de la historia. Según el último estudio de consumo de servicios del BBVA, las familias dedican el 30 por ciento de su presupuesto a la compra de automóviles. Una inversión que no sólo se funda en su utilidad o en la falta de servicios públicos de transporte, sino también en el convencimiento de que carecer de este aparato te convertía en una especie de paria social.
Por eso, cuando las directivas obligan a reducir el uso del coche, la reacción de algunos ciudadanos no es exigir mejor transporte público o evaluar sus ventajas, sino que sienten, por esas metáforas perversas, como si le arrancaran parte de su libertad, de su independencia o de su estatus. Todavía adoran los dioses del siglo XX. Por eso, una de las primeras medidas adoptadas por el conservador alcalde de Sevilla ha sido la de derogar un plan que tenía como objetivo reducir el uso del coche en el centro de la ciudad.
Sin embargo, la ecuación automóvil-modernidad, se ha disuelto para siempre. Hoy el coche no es un complemento de la ciudad sino un estorbo, una amenaza, un peligro para la salud y una antigualla. En las mayores metrópolis del mundo el automóvil ha sido seriamente limitado. La mayor parte de los habitantes de Nueva York, los más modernos, vanguardistas y estilosos del mundo, carecen de vehículo y no lo echan de menos. Para eso están las empresas de alquiler cuando desean viajar en coche por el interior de su país.
Es prácticamente imposible rebatir que el uso diario del automóvil en las ciudades es contaminante, derrochador en términos energéticos, insalubre para el ser humano, caro y completamente ineficaz para la movilidad.
Sin embargo, la derecha se aferra a los viejos tiempos como a clavo ardiendo, convencidos de que el medio ambiente es sólo un sinónimo de parques y jardines. También ridiculizaron y obstaculizaron el uso de la bicicleta, cuyos conductores fueron presentados como peligrosos asaltantes de los peatones, a los que limitaban el espacio y la seguridad. Y sin embargo, el coche tiene los días contados y la bicicleta acaba de nacer como signo de identidad de las nuevas ciudades. Aunque con la derogación del plan centro escriban un nuevo poema al automóvil, no dejara de ser una elegía o un epitafio escrito apresuradamente en forma de decreto.

miércoles, 27 de julio de 2011

La mano que aprieta

Puedes consultarlo completo en El País de Andalucía 

Había en Jaén un personaje conocido como “la mano que aprieta” que poseía cientos de locales y viviendas. Por las mañanas se dedicaba personalmente a cobrar los recibos del alquiler  que subía caprichosamente y, al parecer, no tenía miramientos en amenazar a los inquilinos o  poner de patitas en la calle a los que no pagaban aunque se tratara de viudas con hijos.
Los niños le teníamos un terrible miedo, parecido al que profesábamos al hombre del saco, el sacamantecas y otras construcciones terroríficas de nuestra infancia. Era chaparro y coloradote. Siempre pensé que su color se debía al esfuerzo al estrangular a las víctimas. El personaje de Jaén, que había acumulado un inmenso capital aunque vivía casi en la pobreza, murió y sus herederos liquidaron en poco tiempo todo su patrimonio. Sin embargo, nunca pudimos imaginar que la figura de “la mano que aprieta” se multiplicaría por nuestras ciudades y que las escenas de las personas arrancadas de sus viviendas con los enseres en la calle podían ser una realidad del siglo XXI
Ya no está de moda escribir a la manera de Charles Dickens. Es una pena. Aunque sería imposible poner cara a los responsables de esta situación que en el siglo XIX tenían rostro y nombre pero que hoy se  esconden tras siglas, entidades bancarias y empresas de gestión de riesgos. Una parte importante del esfuerzo civilizatorio de los últimos siglos ha sido la de revestir de asepsia los procedimientos más dolorosos. Los verdugos han conseguido no tener que mirar directamente los ojos de las víctimas e incluso permanecer ajenos al daño que producen.
En España, desde el año 2008, se han decretado trescientos cincuenta mil desahucios de viviendas, cuatro veces más que en los periodos anteriores. La mayor parte de los procedimientos se iniciaron por el impago de las hipotecas contratadas y fueron promovidas por las entidades bancarias. En vez de buscar nuevas soluciones a la actual situación se aplican inmisericordemente los reglamentos y las leyes previstas para los tiempos de bonanza económica y las cláusulas leoninas que aparecían en la letra menuda de los contratos hipotecarios. Ya conocen la historia: los bancos sobrevaloraron el valor de la vivienda como anzuelo para captar a los clientes, e incluso les seducían para que incluyeran otros gastos. Aunque ellos mismo hicieron la tasación del valor del inmueble, ahora recurren a la caída en su valor de mercado para que la diferencia la pague el pobre hipotecado. Así se explica que aunque el desahuciado entregue su vivienda, al ser tasada ahora de forma mucho menor, siga debiendo al banco una cantidad astronómica. Ni la mente malvada de “la mano que aprieta” jiennense pudo imaginar un sistema más cruel de extorsión económica. Legal, por supuesto. Completamente inmoral, sin duda.
 Pero nada de esto importa cuando se pone en marcha el infernal mecanismo jurídico: el banco pasa el caso al departamento de impagados, los servicios jurídicos inician el procedimiento, se lleva el caso a los tribunales, se decreta el desahucio y se ejecuta aunque para ello sea necesario llevar más antidisturbios que para una final de la Champion. No suele haber un proceso de negociación, de acuerdo o de revisión de cláusulas. Ninguna institución de las que deberían velar por el derecho constitucional y estatutario a una vivienda digna se personan en el caso y tienden una mano a los ciudadanos afectados. Los derechos, al parecer, se paralizan a la puerta de las instituciones financieras, que argumentan por su parte que si se aprueba el proyecto de dación en pago - o sea suprimir las deudas con la entrega de la vivienda-, arruinarán sus (falsos) activos patrimoniales.
Y para finalizar, un toque absolutamente surrealista: todo esto ocurre en un país que tiene 700.000 viviendas nuevas en stock y varios millones de viviendas vacías. Sucede en un lugar que se proclama una democracia política y social y que escribe en sus textos fundacionales bellas palabras sobre el derecho a una vivienda digna y la protección social. 

sábado, 16 de julio de 2011

Dedicación exclusiva

Puedes consultarlo en la edición original de El País de Andalucía 


En el Congreso de los Diputados solo 33 diputados de 350 tienen dedicación exclusiva, es decir, menos del 10% dedican su tiempo íntegro a la tarea para la que fueron elegidos. Los demás compatibilizan su condición con otros cargos públicos o con actividades privadas como despachos, asesoramientos a empresas u otros. Sin embargo, todos ellos pasaron la criba de la declaración de compatibilidad, que en su inicio estaba pensada sólo para facilitar labores como las de la enseñanza, la creación científica o cultural o colaboraciones con medios. En la comisión que concede estas licencias están presentes todos los grupos políticos y, con alguna excepción notable, siempre han autorizado estas actividades. Hoy por ti, mañana por mí.

No sé si la ciudadanía conoce esta situación o si le parece razonable. En el Parlamento de Andalucía cincuenta diputados de un total de 109, declaran ejercer otras actividades, algunas de escasa importancia pero en más de treinta y cinco casos francamente incompatibles con un desarrollo correcto de su labor. En cualquier trabajo, para cobrar el salario completo es necesaria la dedicación exclusiva en sus horarios, excepto en el Parlamento, donde se permite cobrar las retribuciones totales aunque se alternen con otras actividades.
Treinta y seis diputados andaluces -según los datos todavía no actualizados tras las últimas elecciones- son, a su vez, alcaldes o concejales en sus municipios. Creo que todos, sin excepción, han optado por cobrar del Parlamento de Andalucía sus retribuciones completas, algo que el reglamento, injustamente, permite y que no les priva de cobrar asistencias o dietas en otras instituciones.
En mi opinión existen dos tipos de incompatibilidades diferentes: la de los negocios privados con la representación pública, que debería abordarse seriamente porque facilita el tráfico de influencias y, por otra, una incompatibilidad puramente funcional y horaria. El Parlamento de Andalucía exige la asistencia a plenos y comisiones durante, al menos, cuatro días a la semana, en sesiones extensas ¿Puede un alcalde, especialmente de una gran ciudad, estar fuera de su municipio cuatro días a la semana? Evidentemente no. Asisten a última hora de las sesiones plenarias para cumplir con las votaciones y desatienden completamente las demás tareas, en las que son suplidos por una tropilla de diputados y diputadas que ejercen meritoriamente de todoterreno. En cuanto a la redacción de iniciativas parlamentarias, se delegan en los técnicos o se recurre a las socorridas iniciativas escritas o colectivas que no necesitan la presencia física del diputado.
Esta es la razón por la que, durante años, se ha imposibilitado un control efectivo de actividad individualizada o de asistencia de sus señorías, en contra de todo criterio de transparencia y de evaluación real de sus funciones.
No es la primera vez que se intenta que los diputados tengan una dedicación exclusiva real a esta tarea, que no es solo de representación sino también de redacción de propuestas, elaboración de leyes y de atención a la ciudadanía. En la anterior legislatura fue derrotada la iniciativa, que yo misma presenté en representación de IULVCA, para que las incompatibilidades fuesen reales y se controlasen las faltas.
En un momento en el que urge prestigiar la política y reformar todos los vicios que la alejan de los ciudadanos, es muy oportuno plantear este debate, no para utilizarlo contra esta o aquella fuerza política, sino para mejorar el funcionamiento de las instituciones.
El PP ha reaccionado airadamente, como si se tratara de una medida contra ellos o contra el municipalismo. Una forma curiosa de concebir el Parlamento como una representación territorial y no política que recuerda la democracia orgánica. Sería bueno contemplarlo desde otra óptica: ¿acaso la ciudadanía no tiene derecho a que sus parlamentarios trabajen exclusivamente para ellos? o, desde el ángulo municipal, ¿no tiene derecho la sociedad a que sus alcaldes se dediquen exclusivamente a la gestión de los ayuntamientos?

sábado, 9 de julio de 2011

Let the SOL in

Este es el video que acompaña la declaración de amor del artículo anterior:


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Enamoramiento

Este es el artículo de esta semana que puedes consultar en El País Andalucía 

Me he enamorado perdidamente esta primavera. Cuando menos lo esperaba. Cuando creía que ya conocía lo que la vida podía ofrecerme, de pronto, me he enamorado. Sucedió una tarde de mayo. Fue en plena calle, en una cita casual que no prometía nada sustancialmente nuevo, en una de los centenares de manifestaciones a las que he acudido. Asistía un tanto descreída, acostumbrada ya a la aburrida liturgia en la que se había convertido nuestra protesta, preguntándome cuántos kilómetros habría recorrido a lo largo de mi vida, hasta qué lugar llegaría si sumara, uno tras otro, mis pasos en unas manifestaciones que, en los últimos tiempos, más que reunir esperanzas, aunaban desconsuelos, recuento de sueños rotos y un tibio cariño de caras conocidas.
Sin embargo, aquella tarde fue distinta porque miles de personas desconocidas se agolpaban en el recorrido, porque no había pancartas oficiales con lemas clónicos, ni pegatinas lujosamente serigrafiadas, ni escenario final, ni cortejos partidarios sino sencillos carteles de cartón personalizados donde cada uno había anotado sus pensamientos. Ahí empezó todo.
Vinieron enseguida las acampadas, que no me atreví a visitar, temerosa de que se pudieran sentir incómodos por mi presencia. Pero, como una amante tímida, los seguía en la distancia, pegada a las redes, buscando vídeos, post, tuits, manifiestos y debates.
Mis hermanos y mis sobrinas que nunca han estado en la batalla política me mantienen al corriente, felices de poder enseñar a la que, hasta hace justo dos meses, era la entendida en materia política. Me siento feliz de olvidar mis experiencias, de aprender algo radicalmente nuevo, empezando por un nuevo lenguaje político que no tiene un recetario, ni unos líderes reconocidos, ni una estructura rígida, sino que fluye como el agua para inundar campos secanos y abrir espacios donde antes sólo anidaba la impotencia. Me cuentan las asambleas, las disquisiciones, los problemas y los avances. Como toda enamorada, me interesan los detalles y les pregunto qué decían los mayores, qué hacían los estudiantes, cómo se organizan en las acciones.
En una pequeña asamblea de Granada, la Cartuja, los jóvenes pintan carteles en el suelo mientras que los viejos sentados en los bancos los miran con curiosidad. Ahora han creado un cine de verano, con unas sábanas estiradas y un viejo proyector. Cada vecino lleva su silla y la plaza ha recuperado la vida. Días atrás, hablaban de cómo ayudar a los mayores de su barrio. Algunos jóvenes propusieron subirles las bolsas de la compra por las cuestas de la ciudad y ofrecerles pequeños servicios de reparación y de cuidados. Maravillosas ingenuidades que te conmueven. Cada mañana paran un desahucio, una injusticia: pequeños Robin Hood contra el capital. Sin ningún medio muestran más valentía y determinación que todo el Gobierno junto los escasos días en que recuerdan que son socialistas y no tienen una cita con Botín. En un solo mes han zarandeado todo el escenario político. Ellos apuntan al marco completo del debate porque saben que si no emerge una nueva fuerza que lo cuestione, no será posible ninguna otra política que no sea beneficiar a los mercados. Han contagiado a medio mundo el espíritu de una spanishrevolution pacífica y llena de contenido.
Soy consciente de la cursilería que destila este artículo. Perdonen el azúcar, pero el amor es lo que tiene. Mi entusiasmo no es acrítico pero nunca, en la pequeña historia de la democracia española, ha habido un movimiento tan profundo, tan real, tan capilar como el que ellos representan. Algunos de mis amigos dicen que es un amor que no me conviene, que no es oro todo lo que reluce, que al final te decepcionará, que es mejor que vuelva al camino trillado de la política partidaria donde el amor se extinguió hace mucho tiempo pero que todavía ofrece el atractivo de la tranquilidad. No los escucho. Conecto el ordenador. Veo por enésima vez uno de los vídeos del 15-M titulado Let the Sol in. Somos muchos. No somos nadie. Somos legión. Cruzo los dedos y les pido, por favor, que no desaparezcan de nuestras vidas.

domingo, 3 de julio de 2011

Nortificación

Artículo publicado el 02/07/2011 en El País Andalucía:


No sólo los poetas y los anuncios publicitarios construyen metáforas. La sociedad organiza su visión del mundo en torno a representaciones de un alto valor metafórico. El norte y el sur es una de estas narraciones míticas que conforman nuestra percepción del mundo. Su acomodo a la realidad es muy precario: a fin de cuentas todos somos el sur o el norte de otra ciudad, de otro país o de otro punto geográfico. Aún así, estas dos palabras se llenan de sentidos ocultos con los que interpretamos la vida.
A escala internacional, la distinción norte-sur no es geográfica, sino económica. La línea que nos divide no es el Ecuador, sino una ruta zigzagueante que atraviesa escenarios tan dispares como el Mediterráneo y la frontera mexicana con USA. Arriba, el capitalismo desarrollado, abajo el capitalismo depredador. Una línea que deja sin sur al continente asiático, lo que quizá explique que su pobreza se sitúe al norte.
En nuestro país la división norte-sur ha atravesado nuestra historia. Su línea no ha sido estable ni definida hasta que el modelo de revolución industrial decretó que por debajo de Madrid, todo era sur. Después de eso, nos llovieron con más intensidad los cuentos. Como todos los relatos míticos, los tópicos andaluces son circulares, eternos, cosidos a la piel con etiquetas sin firma.
A veces estos mitos funcionan de manera halagadora y nos hablan de la alegría, la pasión, el arte y el sentido de la fiesta. Con estos mismos conceptos forjan, en su trastienda, los puñales con los que nos acribillan: los inventos de la vagancia, la inestabilidad, la incapacidad organizativa y de la irracionalidad de los andaluces.
En política, cuando el sur desaparece, emergen con asombrosa vitalidad la desigualdad social y los recortes públicos. De forma especial, cuando Andalucía desaparece de la escena política, germina el clasismo más evidente basado en una indemostrable excelencia social del norte de los poderosos frente al sur, de los desposeídos. La nortificación política tiene dos variables dignas de estudio: la fortificación de Madrid, como sede de un estado fuertemente centralizado, o la variable catalana, que reclama un trato privilegiado para sus mermados intereses comerciales e industriales.
No es una confrontación territorial. No nos engañemos. Cuando cualquier insigne político de la derecha catalana arremete contra Andalucía, no pone en la punta de su lanza una crítica razonable a una gestión o a una medida, sino el desprestigio de los de abajo; de un sur que -en su confusión onírica-, cree que mantiene con el sudor de sus impuestos. La última andanada ha sido protagonizada por Durán i Lleida quien ha calificado las becas andaluzas para los jóvenes que abandonaron sus estudios por el boom de la construcción, como "una subvención a los ni-nis" propia del despilfarro de nuestra tierra. Sin embargo, no hay más ni-nis en Andalucía que en Cataluña; ni siquiera recibimos más subvenciones o financiación que las que recibe su territorio. Si ellos han hecho recortes en política sociales es porque su gobierno ha decidido que la igualdad o el buen estado de los servicios públicos no son una prioridad, ¿o es que somos los andaluces los responsables de su crisis, de sus gastos y de sus errores? El insigne político catalán -al que asombrosamente califican de elegante- no hubiese pestañeado si las subvenciones se dirigieran a la enseñanza privada o a otros sectores económicos más poderosos que estos miles de jóvenes a los que se pretende formar para el futuro. Por eso es una pena la nortificación -perdónenme la palabra que pretende ser un cruce semántico entre mortificación y norte- del debate y la desaparición política de Andalucía justo cuando más se necesita una reflexión sobre el modelo social y económico.
A no ser que al final, como escandalosamente apunta la CEOE, la desigualdad social sea una cuestión genética, escrita en nuestra vida con letras indelebles y se proclame el fin de las políticas públicas. Dicen que el sueño de los pobres produce utopías, pero el sueño de los ricos no cesa de generar monstruos.

sábado, 25 de junio de 2011

El pintor y sus modelos

Cuando la nuera de  Pablo Picasso denunció el uso político de una exposición que tiene como eje la colección de grabados que el pintor realizó bajo el título “Sueño y mentira de Franco”, pensé que se había alterado el pensamiento de la obra del artista, que se había edulcorado su denuncia de la dictadura u ocultado el contexto de esta serie de dibujos destinados a ayudar a la república española en su defensa de la democracia.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Christine Ruiz-Picasso (nombre incógnito para una de las nueras del genial pintor), no se refería a este tipo de ocultación sino al uso político de esta exposición en un momento de “polémico periodo electoral”, con lo cual da por sentado que la exhibición de estas obras de arte, influye en la conciencia electoral y perjudica a uno de los contendientes.

Christine, imitando a la reina de corazones de Alicia en el País de las Maravillas, ha sentenciado un “que le corten la cabeza” rotundo, dirigido al director artístico del Museo Picasso de Málaga, José Lebrero. Si los modos de actuar de esta remota parentela de Pablo Picasso son absolutamente inapropiados, aún lo es más la reinterpretación que realizan de su obra y de su vida.

Se supone que cuando se acepta una herencia cultural, tan rica y maravillosa como la del pintor malagueño, el patrimonio no sólo incluye el cuidado de sus obras sino también del legado inmaterial de su pensamiento y su figura. Sin embargo, algunos parientes de los artistas se consideran reinterpretadores de sus obras y dueños de su contenido. Para la Presidenta de honor de la Fundación Picasso, sus críticas a la gestión del museo vienen  "por respeto a la memoria pacifista de mi suegro, que pintó la paloma de la paz y Premio Nobel de la Paz" (¿?). El autor del Guernica, el creador del cubismo, el transformador más importante de la pintura moderna queda reducido a una visión infantilista y descontextualizada. Si Picasso es el pintor de la paz lo es, no porque pintase maravillosas palomas –muchas de ellas donadas, por cierto, para la financiación del partido comunista-, sino porque denunció los horrores de la guerra, la muerte de los inocentes y el papel criminal de las dictaduras.

Una cosa es no utilizar partidariamente la figura de Pablo Picasso y otra muy distinta intentar convertirlo en un personaje apolítico, ajeno a su tiempo y a los avatares históricos.  Picasso fue un fiel defensor de la república, un ciudadano comprometido políticamente con el Partido Comunista y un enemigo declarado de la dictadura. Estaba tan preocupado por la utilización de su obra que ordenó que, en especial, el Guernica no regresase a España hasta que no se hubiese producido un restablecimiento completo de la democracia. Despolitizar en este sentido a Picasso es como pedir que el fuego no queme o que el hielo arda.

La Presidenta de Honor del MPM no aclara cuál es su posición respecto a esta exposición donde Picasso está genialmente acompañado por los desastres de Goya, los dibujos Toño Salazar, los fotomontajes de John Heartfield, las composiciones gráficas de Josep Renau y Mauricio Amster, así como las caricaturas de Luis Bagaria y George Grosz. ¿Prefiere programar la exposición para otros  momentos en los que no se perfilen elecciones o, simplemente, propone clausurarla? Sin embargo, si que nos aclara, muy en la línea de las corrientes contrarias a la memoria histórica y artística, que exhibir obras que guarden relación con la historia real de nuestro país, es un ejercicio de regresión ¿Deberían ocultarse, entonces, las obras de Picasso, de Miró, de Renau o simplemente ser presentadas como elucubraciones artísticas sin conexión con la realidad?
Andalucía ha agradecido a Christine Picasso, incluso con el reconocimiento de hija predilecta, su generosidad para la creación del Museo Picasso de Málaga, pero esta cesión no debería convertirse en una patente de corso para decidir el futuro, la dirección y la orientación de este museo público, ni mucho menos para imponer una lectura sesgada de sus obras.

lunes, 20 de junio de 2011

Dios en los ayuntamientos

El artículo de esta semana en El País Andalucía 



Al parecer, Dios ha ganado estas elecciones. Lo deduzco por la presencia de crucifijos en las tomas de posesión, las alusiones a la Biblia o las sentidas invocaciones marianas que se han deslizado en los primeros discursos de los flamantes alcaldes.
La entrada de Dios en los organismos oficiales cumple unas normas similares a las del principio de Arquímedes: su ascenso es directamente proporcional al desalojo de las políticas públicas, la supresión de los organismos de igualdad de las mujeres y la privatización de la enseñanza. No me pregunten por qué, ya que mis conocimientos de teología son muy escasos, pero a este Dios no le gustan ni mijita los servicios públicos, las políticas de igualdad y las escuelas públicas. Muestra, sin embargo, una enorme complacencia con los empresarios privados, con los papeles tradicionales de las mujeres y con las escuelas de élite, especialmente si las administra el Opus Dei.
En Sevilla, sin ir más lejos, ha desaparecido misteriosamente la delegación de la mujer. No se persigue el ahorro o la simplificación administrativa. Su contenido ha pasado a una nueva delegación dedicada a la familia, mucho más acorde con los planteamientos marianos de los nuevos tiempos. Citando las palabras textuales del Foro de la Familia "es hora de acabar con la ideología de género y con el homosexualismo de las instituciones".
Pero a Dios, sobre todo, le preocupa la enseñanza, el alfa y omega de la organización social. Precisamente por eso, ha abierto las puertas del consistorio sevillano a los representantes más conspicuos de la enseñanza privada. Son las organizaciones que vienen dando la batalla contra la educación por la ciudadanía, contra la ley de igualdad de trato y por la segregación en las aulas. Gestionan los colegios de élite de la comunidad y, aunque abominan de la ideología, practican el ideario del Opus Dei que, como todos ustedes saben, es absolutamente libre y plural. Ante ellos, el flamante alcalde de Sevilla ha afirmado que se compromete a "facilitar las condiciones para la instalación de colegios de iniciativa privada". Aunque se lamenta de las escasas competencias municipales para fomentar este tipo de enseñanza hará un ímprobo esfuerzo para apoyar las inversiones privadas en esta área.
El objetivo de esta patronal de la enseñanza, compartido por los nuevos gobiernos populares, es conseguir que el 50% del sistema educativo en Andalucía sea privado y, a ser posible, religioso. Eso sí, convenientemente subvencionado por el dinero público. Una redistribución a la inversa según la cual el albañil paga parte de la factura educativa de sus élites. Su ideal es la comunidad de Madrid donde se han dejado de construir centros públicos y la concertación con la privada llega al 70% en la enseñanza primaria. La escuela pública ocuparía un papel residual, destinada a los que nada tienen, a los problemáticos del sistema social mientras que en la enseñanza privada se cultivarán los nuevos talentos de nuestro país, convenientemente adoctrinados.
El problema es que ante esta ofensiva la sociedad está inerme y mal informada. Se ha popularizado el mensaje de que la enseñanza pública es un desastre, las aulas problemáticas y el fracaso escolar una amenaza. De esta forma, incluso padres que no comparten estos idearios religiosos, sueñan con alejar a sus hijos de esas "amenazas". Por eso ha llegado el momento de prestigiar la escuela pública y destacar sus infinitos logros, conseguidos más sobre las espaldas de los docentes que sobre la atención institucional. Un sistema educativo que debe ser mejorado y revisado, pero que ha amortiguado muchas fracturas sociales y sacado adelante miles de talentos.
Los nuevos gobernantes de la marea azul no tienen competencias sobre la educación. Todavía. Pero su proyecto educativo asoma la patita tras los crucifijos de las tomas de posesión y las encomiendas a la Biblia.

lunes, 13 de junio de 2011

Asesinato por contagio

Algunos responsables políticos se han apresurado a dictaminar que los últimos asesinatos de mujeres han tenido como desencadenante la difusión, a través de los medios de comunicación, de otros crímenes. Están tan deseosos de encontrar una causa cierta, un clavo en que colgar la percha, que se aferran al más mínimo indicio que ofrezca una sencilla explicación. Algunos han formulado ya la propuesta de una especie de autocensura para limitar la información de estos hechos.
Se basan, al parecer, en un estudio muy discutible y discutido según el cual los asesinatos de mujeres suelen agruparse, en cuanto a su frecuencia, en racimos de tres o cuatro. De ahí deducen que en los asesinos se produce un efecto imitación, un aliento común que les induce a matar por contagio.
Ya han advertido algunos especialistas en estudios sociales que, dada la escasez de casos, resulta muy difícil establecer explicaciones para una frecuencia determinada. La simple división matemática daría como resultado un crimen cada 4,6 días, y el hecho de introducir cualquier otra variable (agrupación por fines de semana o meses) nos daría también asociaciones dignas de estudio.
Tampoco los profesionales de la psicología, que prestan ayuda terapéutica a los hombres que han cometido estos crímenes, han detectado como una causa determinante ni siquiera coadyuvante el efecto imitación. En muchos de esos feminicidios "en serie", los actores no habían tenido siquiera conocimiento de los casos que habían sucedido en los días anteriores.
No obstante, no hay por qué descartar un estudio más detallado y completo sobre esta hipótesis. Es posible que, en algún caso, la violencia retransmitida haya servido de malvada inspiración pero solo para una mente transtornada y ya decidida a cometer un crimen. Como ven, el tema es discutible y no sería lógico que, sin más pruebas ni análisis de las consecuencias, se tomaran medidas amparadas en tan débil formulación.
Algunos han hablado, incluso, de contagio en las formas criminales: el ensañamiento con la víctima, el uso preferente de un arma blanca que busca un definitivo cuerpo a cuerpo con la víctima o la conocida secuencia final del suicidio con la que el homicida remata su fatal hazaña, se desculpabiliza y acusa.
Efectivamente, en el homicidio de mujeres hay pautas similares a los asesinatos en serie, con un patrón general, señales precisas y advertencias comunes. Pero esta homogeneidad del crimen no se ha creado por la contemplación de noticias en los medios de comunicación sino por un turbio inconsciente de posesión y de desigualdad forjado durante años, alimentado por el resentimiento y enraizado en su incapacidad de aceptar la libertad de las mujeres. Ahí reside el auténtico copycat, el germen común de un delito que, aunque a ojos del agresor sea un asunto completamente personal, comparte con cientos de asesinatos el trasfondo feroz de una revuelta contra la igualdad de las mujeres.
No sabemos si la publicación de los asesinatos de mujeres en los medios de comunicación ha podido anticipar alguna acción ya premeditada. Es verdad. Pero lo que sí conocemos, es el tremendo coste social de silenciar estos crímenes. Conseguir que la violencia de género entrara en la llamada agenda de los medios de comunicación y de la política, ha sido todo un logro. Hasta entonces, la violencia contra las mujeres se vivía como un delito privado, sin especial trascendencia. La conciencia social no se rebelaba contra los verdugos y las víctimas eran olvidadas. Publicar sus nombres, explicar su historia ha dado visibilidad a un fenómeno oculto y ha cambiado el pensamiento de gran parte de la sociedad. No sería bueno dar un paso atrás y ocultar la imagen del espejo, edulcorarla o suavizarla. No. Es mejor combatir las causas que los efectos. Si no nos gusta la realidad, cambiémosla. Para eso vivimos.

sábado, 4 de junio de 2011

Extremadura y lo ya vivido







A propósito de la encrucijada en la formación de gobierno en Extremadura, he escrito este artículo en El País Andalucía

Sé que este artículo va a ser malinterpretado, escrutado, sometido a juicio de intenciones por personas que miran el mundo desde etiquetas inamovibles. No necesito ninguna justificación. Solo les digo, a esos malintencionados, que si hubiera deseado saltar a un cargo en otra organización lo hubiese hecho hace mucho tiempo y de forma muy ventajosa. Desgraciadamente, para mi interés particular, pertenezco a ese tipo de personas que no pueden superar su simpatía por los vencidos y su recelo por los vencedores. Alguien que además tiene un anticuado sentido de la lealtad, fundado más en el cariño de las personas, que en las posiciones políticas de una organización de la que me he desvinculado.
Me inculcaron desde pequeña -en el seno de una familia muy conservadora- que había que ser altivo con los poderosos y sencillo con los desposeídos. No me he agachado cuando el PSOE ostentaba un poder omnímodo en las instituciones. He denunciado la prepotencia, el clientelismo, el afán de acabar con la conciencia crítica de nuestro país cuando el PSOE gozaba de un poder social y mediático indiscutible. Por esas mismas razones -y muchas otras que afectan al modelo social, cultural y económico- no voy a congraciarme, directa o indirectamente, con el poder omnímodo que el PP acaricia en nuestro país, ni acompañar de forma alguna al TéDeTé party.
De Extremadura sé muy poco. Conozco el talante de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, su vena patriotera y antifederal, su soberbia ante cualquiera que le plantara cara a su enorme poder meticulosamente fundado en una infiltración clientelista que llegaba hasta el último rincón de Extremadura. Sé de su alegría cuando IU de Extremadura salió del Parlamento, merced a una barrera electoral incomprensible. Sobre su sucesor, conozco el empecinamiento en proyectos medioambientales insostenibles y la exclusión de sectores internos que ponían en cuestión su autoridad. En cuanto a IU de Extremadura, conozco la honradez de su coordinador, Pedro Escobar, y las dificultades que ha encontrado para trabar un marco de alianzas sociales que le permitiesen volver a la Asamblea de Extremadura.
A pesar de esto, no comprendería que el cambio en Extremadura pase por dejar que el PP acceda al gobierno de la comunidad. No sé si a los extremeños les puede servir la experiencia andaluza. Como dicen las madres, nadie escarmienta en cabeza ajena. Pero en Andalucía se llevó a cabo una de las experiencias de mayor ingenuidad política de la historia de la izquierda.
En 1994, IU-LV-CA obtuvo 20 diputados en el Parlamento de Andalucía y el PSOE perdió la mayoría absoluta. En contra de lo que se ha afirmado, IU no aupó a la derecha al poder, ni gobernó en modo alguno con el PP. Se abstuvo en la votación y se limitó a poner en manos de la oposición la presidencia del Parlamento de Andalucía y a aprobar algunas leyes que tenían como objetivo la regeneración de algunas instituciones andaluzas. El entusiasmo de los primeros meses y la alegría de la propia militancia por estos atisbos de cambio, nos impidieron ver que la sociedad no había entendido en absoluto el mensaje y junto, a una hábil campaña socialista, el periodo fue bautizado como el de la pinza y entendido como una alianza contra natura que fracasó rotundamente en las urnas.
Casi ninguno de los participantes en aquel periodo volveríamos a repetir la experiencia. No se trata de dar un cheque en blanco al PSOE, ni de gobernar prematuramente con quienes se han mantenido numerosos conflictos políticos, pero Izquierda Unida de Extremadura tiene hoy en sus manos la posibilidad de forzar cambios importantes en su comunidad desde dentro o desde fuera del Gobierno. Lo puede hacer preservando su autonomía y con mecanismos de evaluación que no la conviertan en un bastoncito dorado en los momentos de decadencia del PSOE. Pero considerar que la única opción de cambio para Extremadura es dejar que el PP la gobierne, solo alimentará el bipartidismo futuro y la desesperanza en los electores de izquierda.

domingo, 29 de mayo de 2011

Cambio de piel

Artículo de esta semana para El País Andalucía: 

Zavalita, el protagonista de Conversación en la Catedral, tras mirar sin amor las calles de su ciudad, se preguntaba en qué momento se jodió el Perú. Después de las elecciones del domingo, en vez de contemplar los restos del naufragio, quizá fuera conveniente interrogarse sobre las causas.-
Los partidos de la denominada izquierda han renunciado al papel pedagógico y social que tuvieron en su origen y se han convertido en simples instrumentos electorales que administran una tradición, una ideología, contradictoria muchas veces con su práctica política. Por esa razón, en plena derrota, en vez de analizar las razones, se preocupan por los resultados
Después de los mercados, no hay nada que haya hecho tanto daño a las ideas de la izquierda como la apelación a un mal análisis sociológico que consiste, básicamente, en tomar nota de los cambios sociales para lamentarse amargamente o adaptarse a ellos. Así, constatan que la sociedad se ha derechizado o se ha rendido al populismo más reaccionario, como si no hubiera tomado parte en ello. IU no se interroga sobre las razones de su incapacidad para recoger el descontento de la izquierda social, se limita a hacer un recuento de pérdidas y ganancias en las que Córdoba es la dolorosa espina. El PSOE dice que acepta el castigo que la sociedad le ha propinado en las urnas pero descarta una revisión ideológica o una mirada a la izquierda social. El pragmatismo de los viejos tiempos no les deja ver la nueva realidad.
La sociedad no es un cuerpo enterizo sino plural y diverso. No es un objeto inanimado para la acción política. El problema es que la izquierda social -haya votado en las elecciones o no-, está cada vez más alejada de la izquierda oficial, en sus dos versiones electorales. Sus partidos están inmersos en una intensa crisis de representatividad, hasta tal extremo de que si consultaran, de forma no plebiscitaria, a su propia militancia política, comprobarían el abismo de incomprensión y de incomodidad que les separa.
Mientras que la derecha se encuentra a gusto con su representación, la izquierda está demandando un urgente cambio de piel. Un cambio que afecta tanto a los contenidos de la política como a la forma de realizarla. Esta izquierda social tiene una alta capacidad de análisis, de crítica y de porosidad. No van a reaccionar ante el peligro de la derecha, sino ante la ilusión de nuevos proyectos y nuevos valores con la condición de que puedan participar en ellos. Los jóvenes que resisten heroicamente en las plazas de nuestras ciudades están apuntando la luna del futuro: reforma de la política y compromiso social.
Porque quizá "el Perú" no se jodió con la crisis económica, quizá todo se estropeó mucho antes, cuando se asumió el crecimiento especulativo de nuestras ciudades, el desarrollismo sin límites, el individualismo como organizador social. Cuando no éramos todavía conscientes del papel de "los mercados" pero habíamos mercantilizado toda nuestra estructura social. Quizá "el Perú" de Andalucía se fue al garete cuando se acallaron las conciencias críticas y se premió el conformismo social.
Por primera vez desde la transición, no están en juego las próximas elecciones, sino los próximos 20 años de nuestra vida. En vez de querer parar las olas desde la orilla, la izquierda debería tener la ambición de generar las olas del futuro. Y no lo puede hacer sola, reunida en sus sedes partidarias, lamiéndose las heridas o haciendo quiméricas cuentas de sumas electorales.
Si se empeñan en hacer lo mismo, obtendrán los mismos resultados. Si no empiezan a pensar de forma ambiciosa; si consumen los días en debates estériles sobre candidatos o persisten en completar la agenda de reformas que los mercados han impuesto, el porvenir será todavía más incierto. Por el contrario, es el momento de sacudirse el miedo y el inmovilismo. Sólo los cambios sinceros, mirando con los nuevos ojos de la sociedad, servirán de pasaporte hacia el futuro

sábado, 21 de mayo de 2011

Llevan razón

Este es el artículo de opinión de esta semana. Puedes leerlo completo en El País Andalucía

El mundo ha sido ocupado por los antisistema y nadie ha dicho nada. Han asaltado el corazón de los Estados; han privatizado bienes y servicios públicos; han zarandeado Gobiernos hasta doblegarlos; han comprado voluntades; han alquilado expertos en la defensa de sus posiciones reclutados en los templos de la sabiduría de cada país. Han proclamado la supremacía de las operaciones financieras sobre los derechos humanos. Han arrebatado a la democracia su poder de decisión sobre los poderosos y han obligado a todos los ciudadanos a pagar su crisis con el dinero de sus salarios y con el futuro de su juventud. Han reducido la política a un juego de poder sin sustancia. Han sembrado la desconfianza y la confrontación entre los pueblos y nos han arrebatado toda esperanza. Son los ocupas de la City, de Wall Street, de Pudong, de La Defense o del barrio financiero de Madrid.
Recorremos el camino hacia lo que los sociólogos conocen como "la espiral letal de la plutocracia" y cuya regla es muy simple: cuanto mayor es la concentración de riqueza, mayores son las capacidades de este segmento adinerado y privilegiado para cambiar las reglas del juego a su favor. Por eso, tal como advirtió Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema: "Podemos tener democracia o riqueza concentrada, pero no podemos tener ambas".
Contra esta ruleta de la fortuna, de los privilegios, del secuestro de la política, han salido los jóvenes a la calle y han levantado un campamento de esperanza en nuestras calles. Hay quienes los miran con hostilidad. Son los que habían emprendido una campaña de desprestigio contra ellos, los que hace unos días le reprochaban su silencio, su apatía y su conformismo por no tomar parte en la revuelta conservadora de nuestro país. Ahora les llaman okupas, desharrapados y extremistas. Hay quienes les miran con miedo porque usan un lenguaje que no entienden, unas claves que desconocen. Otros, aun compartiendo sus argumentos, les miran con recelo porque creen que eso supone el suicidio de la izquierda o con paternalismo porque lo consideran electoralmente beneficioso. Son viejos tics de una vieja izquierda que no ha comprendido todavía que su único futuro consiste en su radical transformación.
Simplemente, nos habíamos acostumbrado a no escucharlos. Nos habíamos adaptado a escribir sus vidas con minúsculas y sus dramas con diminutivos. Habíamos convertido sus problemas en microhistorias personales, su desilusión en una parte de la intrahistoria familiar.
Les escuchábamos hablar de sus salarios de 400 euros; de empleos tan inestables que no les daba tiempo ni de conocer a los compañeros; de sus estudios y títulos convertidos en papel mojado. Les habíamos visto despedirse en los aeropuertos, con el alma encogida, convencidos de que aquí no hay esperanza ni futuro. Y, a pesar de eso, pensábamos que eran una nota a pie de página de la historia.
Les habíamos señalado con el dedo, convertidos en ni-nis para ocultar nuestro fracaso y ellos mismos acunaban el fantasma de la desilusión en la habitación prestada de sus padres. Ahora han decidido que su pequeña historia se escribe con mayúsculas, que sus problemas no son individuales y que no se resignan a la espiral infernal que reduce la democracia.
Han salido a la calle, acompañados de rejóvenes entusiasmados; se han sacudido a manotazos la culpabilidad o el miedo, y más que indignación producen una emoción parecida a la esperanza, a día por estrenar, a nuevos conocimientos que podemos aprender, a viejos vicios que podemos desterrar. A pesar de las fechas electorales, a pesar de las contradicciones y de los balbuceos, a pesar de los interrogantes que nos acechen.
En Madrid, en Granada, Barcelona o Sevilla, veo a los jóvenes empuñar una escoba para mantener limpia la acampada y huir de la imagen de botellona con que pretenden desprestigiarles. Miran la luna llena a través de los espacios rotos de una lona que apenas les cubre de la lluvia. Tienen una enorme tarea que hacer: barrer las mentiras repetidas, las ilusiones perdidas y los crímenes diminutos que amenazan nuestra democracia.

sábado, 14 de mayo de 2011

El juego de la silla

Este es el artículo semanal de El País Andalucía:


Se parece al juego de la silla, pero no lo es. Los jugadores participaron en el reparto hace treinta años y desde entonces conservan sus asientos. Lo que varía desde entonces es el número que obtiene cada equipo, pero no se permite que nadie más entre en el juego. Por el contrario quienes pierden todas las sillas nunca vuelven a recuperarlas, de forma que las opciones han quedado reducidas a dos o tres, con la única excepción de algunas anomalías territoriales.
No me estoy refiriendo al tiempo de permanencia en los cargos públicos sino al bloqueo que los actuales dueños de las sillas ejercen para que sea imposible cualquier cambio, cualquier novedad en el escenario político.
En teoría, un grupo de ciudadanos puede fundar un nuevo partido político y presentarse a las elecciones. El procedimiento es simple y la inscripción tiene pocas dificultades y costes. Sin embargo, una vez superados los trámites legales vienen las dificultades reales. La nueva formación no dispondrá de ningún tipo de financiación,  ni tendrá ninguna facilidad para el uso de los recursos públicos. De forma especial, se evitará que tengan acceso alguno a los medios de comunicación.
Me enseñaron que la esencia de la democracia no era el poder de la mayoría ni siquiera la existencia de parlamentos. De hecho, hay multitud de dictaduras o de organizaciones no democráticas que apelan a su mayoría social o tienen parlamentos uniformes. No. Lo que define especialmente la democracia es el respeto a las minorías y la existencia del pluralismo político y social. Lo que forma parte esencial de este sistema es la posibilidad de que las minorías de hoy,  puedan ser mayoría en el futuro.
Sin embargo, en España –también en otros muchos países- es prácticamente imposible el surgimiento de nuevas formaciones políticas. Tan solo han alcanzado cierto éxito algunas candidaturas independientes de carácter local -que en su mayoría abominan de la política y se agrupan por intereses concretos más o menos legítimos-, y el partido de Rosa Díez,  con ciertas características y apoyos que merecería la pena analizar en otro momento.
Mientras que en todas las actividades sociales se han producido grandes cambios y aportaciones, curiosamente en la política, las grandes corrientes de pensamiento se mantienen inalteradas. Si un español que hubiera vivido en 1930 visitara el presente, seguramente no reconocería su propia ciudad ni comprendería las nuevas formas de vida o de comunicación, pero entendería rápidamente el sistema político: derecha, socialistas, comunistas y nacionalistas. Punto y final.
Por si acaso el sistema no estuviera lo suficientemente cerrado, se adoptan disposiciones como la ley D´Hont o los límites electorales del 5 por ciento necesarios para participar en las instituciones. No hay inocentes en estas triquiñuelas electorales. Todos los que obtuvieron sillas en la transición han participado, de una forma u otra, en alguno de los límites que tenían como objetivo cerrar la posibilidad de nuevos concursantes.
La última de las limitaciones impuestas rozan el límite de lo patético. Se trata de que la información electoral se realice, tan solo para los partidos de las sillas, y con un milimétrico reparto de tiempos que afectan incluso a los tiempos de los debates en las televisiones. Tras el éxito de las ruedas de prensa sin preguntas, se han estrenado urbi et orbe los espacios electorales sin criterio informativo. Los profesionales de los medios han protestado amargamente. Dicen que esta resolución es un estado de excepción encubierto y que acaba con el periodismo. Sólo encuentro cierto parecido a la información que se nos suministra en las guerras, en las que el material es supervisado por los altos mandos militares y los periodistas se convierten en soldados “empotrados” en cada uno de los ejércitos que participan en la contienda. Con razón Clausewitz afirmaba que “la política es la continuación de la guerra por otros de medios”: los de comunicación.

sábado, 7 de mayo de 2011

Ensayo general

Artículo publicado hoy en el País Andalucía:


Lo siento por Baudelaire pero no hay ahora mismo nada que guarde tantos significados ocultos, tantas correspondencias y metáforas como esta campaña electoral que acaba de comenzar.

      En teoría la gran pregunta es qué modelo de ciudad y de convivencia defiende cada opción política, pero esta es una cuestión que ni los partidos políticos, ni la propia ciudadanía está dispuesta a discutir.

      La sociedad tiene otras urgencias, otras apreturas, otros malestares que quiere expresar. Son las primeras elecciones desde que estalló la crisis económica y de alguna forma quiere manifestar el descontento con los compromisos incumplidos, los cambios de rumbo y la brecha social que cinco millones de parados suponen para un Estado que se proclama una democracia política y social. El PSOE se escuda en las exigencias de los mercados, pero estos tienen la ventaja de no presentarse a las elecciones y la ciudadanía no puede ir a manifestarse a sus puertas ni a revocar el poder omnímodo que los gobiernos le han concedido, arrancado directamente de las manos del pueblo.
      El PP, por su parte, ha convertido las elecciones municipales y autonómicas en un ensayo general para el acceso al poder que, según dicen todas las encuestas, podría producirse pocos meses después de estos comicios. En especial en Andalucía, el PP pretende convertir las batallas de Sevilla, Córdoba, Jaén y Jerez en la antesala de su triunfo en las próximas autonómicas. Rajoy no ha iniciado su campaña en Andalucía para apoyar a su candidato Zoido, sino para investir a Arenas con la púrpura del poder de la Junta de Andalucía. Curiosamente, Andalucía se ha convertido en el mayor objeto de deseo de la derecha política, en la metáfora perfecta del triunfo indiscutible y absoluto.
      Por eso, básicamente, el debate sobre las ciudades no se va a producir, ni tampoco un verdadero debate sobre la gestión política o las propuestas programáticas. Pero una cosa es que el debate no se produzca y otra cosa que no existan modelos de ciudades diferentes. En anteriores elecciones el gran tema municipal era el desarrollo urbanístico. Sin embargo, en estos momentos ese debate está aparcado, no porque hayan muerto los proyectos especulativos y desarrollistas sino simplemente porque la crisis del ladrillo los ha hecho inviables a corto plazo. Es decir, no faltan especuladores, sino mercado; no faltan proyectos desarrollistas, sino compradores. Lo más preocupante es que este debate ha sido sustituido por otro, aún más soterrado y turbio sobre la vivencia y convivencia social. A diferencia de otras posiciones, la desagregación, los prejuicios contra los inmigrantes, contra los pobres, e incluso la limitación de manifestaciones culturales en las calles, no han sido elevados a rango de debate político, sino que se ha expresado en reglamentos municipales, verdaderos poemas enigmáticos de exclusión social y prohibiciones sin cuento. Naturalmente, nadie se atreve a pronunciar un discurso xenófobo. Nadie nos va a prometer segregar a los más pobres, ni desatender los barrios más desfavorecidos. Simplemente se limitan a alimentar estos discursos sotto voce y a implementarlos con la práctica municipal. Dolorosamente, tampoco nadie se atreve a combatirlos de frente por miedo a perder el asentimiento de una mayoría social que se supone escorada, cada vez más acusadamente, hacia estas posiciones. No se percatan de que es este un ensayo general para una batalla política futura en la que se pondrá en solfa el papel redistribuidor del estado, comenzando por los servicios públicos de salud o de educación.
      En política, como en la vida, tan importantes son las palabras como los silencios; el lenguaje verbal y el gestual; lo pronunciado y lo sugerido. Los que han decidido convertir estas elecciones en un juego de tronos, en un recuento de territorios conquistados o perdidos, es posible que ganen la partida. Pero la chincheta con la que marcarán su victoria en las urnas solo atrapará la flor muerta de la desesperanza.

      sábado, 30 de abril de 2011

      Pecado de omisión

      Este es el artículo de esta semana, publicado en El País Andalucía, y donde se plantea la pregunta de si la nueva gramática de la desigualdad se escribe con elipsis, omisiones y reconocimientos tardíos:



      En 1929 Virginia Woolf escribió que en el transcurso de un siglo, las mujeres ocuparían su lugar en la literatura. Para ello pedía a las nuevas escritoras usar la libertad; tener el valor de decir exactamente lo que pensaban y disponer de una habitación propia (a lo que añadía la condición menos poética de disfrutar de una renta suficiente). Estudió las condiciones en las que creaban las escasas escritoras que publicaron sus textos antes del siglo XX y recordaba con especial ternura los esfuerzos de las hermanas Brontë o la figura de Jane Austen, la autora de Orgullo y perjuicio quien "se alegraba de que chirriara el gozne de la puerta para poder así esconder el manuscrito de su novela". Virginia Woolf ansiaba el día en que la escritura de las mujeres saliese de la clandestinidad y demostrara, no las cualidades de una determinada literatura femenina, sino la potente voz de su experiencia en todos los campos.

      No han hecho falta cien años para que el silencio se rompiese y las mujeres escritoras pasasen de ser una venerable o detestable excepción a una pléyade de voces diversas que miran al futuro. No nos dijo, sin embargo, Virginia Woolf cuánto tiempo, cuántos obstáculos y regateo opondrían los aparentemente neutrales aparatos culturales para reconocerlas.Lo digo a cuento del premio Cervantes concedido a Ana María Matute. Su modestia le impide pronunciar la frase que merecía realmente este acontecimiento, pero muchos exclamamos por ella un ¡ya era hora! en tono un tanto exasperado. Dicen que la decisión del jurado ha sido por aclamación. Fantástico, me digo, pero no deja de preocuparme el requisito no escrito de la aclamación, el carácter de premio indiscutible que se exige cuando se trata de figuras femeninas.
      En 35 años de existencia de este prestigioso galardón, solo otras dos mujeres, María Zambrano y Dulce María Loynaz, han obtenido esta distinción. Tranquilícense, no abogo en forma alguna por repartir los premios literarios en función de ningún tipo de cuota, solo me asombra que entre los cientos de magníficas escritoras de España y Latinoamérica solo tres hayan merecido este reconocimiento. Es cierto que en los primeros años, a los premios Cervantes se les acumulaba el trabajo de reparar el olvido y el silencio que la dictadura ejerció pero ¿cómo se explica que en los últimos 17 años ninguna mujer obtuviera este premio? Sin esfuerzo alguno de memoria, cualquier buen lector puede reunir en su mente, ocho o 10 mujeres merecedoras de esta distinción.
      Como la vida juega a las cuatro esquinas, precisamente en estos días, se ha publicado un excelente libro titulado El exilio interior, de Inmaculada de la Fuente, que relata la vida de una mujer que amaba las palabras y se atrevió a hacer el diccionario más completo y útil de la lengua castellana. Se llamaba María Moliner. Nunca recibió un premio ni una medalla. Cuando Pedro Laín y Rafael Lapesa la propusieron para formar parte de la Real Academia Española, la mayoría de las "vocales y consonantes" de esta institución -apiñadas en defensa de los viejos esquemas masculinos-, le negaron la entrada. No porque fuera mujer, naturalmente, sino porque no era un hombre. Después de este desaire María Moliner se negó a que presentaran nuevamente su candidatura. Desde entonces en la academia de la lengua, aunque no lo vean, junto al lema de "limpia, fija y da esplendor", se aprecia la sucia mancha de esa injustificable decisión.
      Pero no hablamos de un episodio superado de la historia. En la actualidad, la Academia Española tiene sólo cinco mujeres -entre ellas Ana María Matute- de un total de 46 miembros. En los últimos años han incorporado algunos de los más destacados representantes de la nueva novelística, algunos controvertidos, otros absolutamente comerciales, pero las mujeres brillan por su escasez. ¿Se trata de simples casualidades o es que la gramática de la discriminación se escribe con la elipsis y la omisión?

      sábado, 16 de abril de 2011

      La ética como principio

      El artículo semanal en el País Andalucía

      Hace algunos años, Marcelino Camacho vino a Sevilla invitado por Canal Sur Televisión. Cuando llegó a la estación de Atocha se dio cuenta de que el billete de AVE que le habían mandado eran de preferente o de club (no recuerdo con precisión). Ni corto ni perezoso lo cambió a clase turista. Nada más poner el pie en la estación de Santa Justa nos contó que había descambiado el billete porque no aceptaba ese gasto extraordinario. "Llama a Canal Sur y les das el dinero", me dijo. Le contesté que lo haría después, pero me obligó a telefonear en aquel momento. En la televisión pública estaban absolutamente desconcertados. No les importaba que hubiera descambiado el billete, pero el reintegro del dinero era complicado porque no había procedimiento administrativo para hacerlo.
      Cada cierto tiempo Marcelino volvía a preguntarme si le había entregado el dinero a Canal Sur. Le propuse que podría donarlo a alguna organización social. No sé cómo terminó la historia porque Marcelino, cabezón como él solo, insistía en la devolución a toda costa.

      Hoy esta anécdota parece una vieja historia de cuando los valores de la honradez o la austeridad, tenían una importancia vital para la izquierda. La recuerdo ahora, cuando los eurodiputados han protagonizado una sublevación para conservar su vuelo en clase business.
      Es verdad que la falta de ética, el despilfarro o los delitos de corrupción tienen mayor eco cuando se trata de personajes de los partidos de la izquierda. No es solo achacable a la manipulación mayor o menor de los medios de comunicación. Es, simplemente, que el electorado de la izquierda soporta peor la corrupción que el electorado de la derecha. Lo cual, según se mire, no es nada malo si hablamos, claro está, en términos políticos ya que la ética no es un adorno sino un principio de la acción política. Si analizamos las encuestas de opinión, veremos como los valores de igualdad, justicia, derechos sociales o cuidado de los bienes públicos son adjudicados a la ideología de la izquierda, mientras que a la derecha se le adjudican los valores de gestión y eficacia. Por eso, el electorado de la derecha política se resiente en menor medida ante los casos de corrupción, mientras son un veneno mortal para el electorado de la izquierda.
      Si analizamos la serie de resultados electorales, podemos ver que los gobiernos de la derecha no pagan apenas facturas por estos casos de corrupción, ni es probable que la imputadísima lista de Camps tenga costes graves en las urnas. Si fuera así, el PP no los presentaría. En el fondo de la ideología neoliberal, la corrupción es una sustancia que engrasa el sistema y lo que importa son los resultados, no los medios empleados. Por eso, rara vez produce escándalo social la imputación de empresarios, arquitectos o abogados. De hecho, el mayor caso de blanqueo de capital, Ballena Blanca, ha pasado sin pena ni gloria por los informativos y la conciencia social.
      Un caso paradigmático de la falta de condena de estas conductas es el de CiU. Su participación en el cobro de comisiones ilegales por la obra pública no les pasa factura. Claro que era un sistema muy reglado, con mucho seny: el 3% o el 4% de los contratos. Los catalanes que son así de organizados.
      Por el contrario, el electorado de izquierdas suele castigar con dureza los casos de corrupción, porque choca frontalmente con sus valores. La derecha lo sabe y por eso, en todos los países del mundo, van a la busca de este talón de Aquiles.
      El PSOE, y ahora IU se quejan del desigual trato que reciben en sus respectivos casos. Yo sin embargo, me alegro de que el electorado de la izquierda sea intransigente con la corrupción en vez de tejer un manto de comprensión sobre "los nuestros". Cuando hay corrupción, tráfico de influencias o abusos de poder es porque, además de las leyes vigentes, se han vulnerado los principios de la izquierda, al menos presuntamente. Por eso, deberían cumplir su palabra de no llevar imputados en las listas y dar una lección de coherencia en vez de empeñarse en afirmar que "no es lo mismo".


      (sigue)

      sábado, 9 de abril de 2011

      La ultraderecha inexistente

      Este es el artículo que podéis ver también en le edición andaluza de El País:
      En teoría la ultraderecha no existe en nuestro país. En teoría ningún medio de comunicación ampara o protege pensamientos totalitarios. En teoría ninguna fuerza política se nutre de las barrabasadas ideológicas del extremismo derechista.

      En teoría, en la senda de la democracia, no hay vehículos conduciendo a contramano. Solo algún despistado ocasional, algún loco que ejerce por libre y que comete excesos. Sin embargo, a la vista de la recopilación que Jose María Izquierdo ha realizado, no solo hay mucha ideología ultraderechista circulando en las autopistas de la comunicación sino que tiene su propio código de circulación y su hoja de ruta.
       En primer lugar, para esta nueva ultraderecha mediática el ejercicio democrático del poder de cualquier otra fuerza que no sea el PP, es una "suplantación, falsificación, pucherazo o directamente golpe de Estado". Todos comparten, por ejemplo, que Zapatero ganó las elecciones por "un choque de trenes" o por "un atentado que se perpetró para echar al PP del poder y cambiar radicalmente la historia de España". El poder, de forma natural, pertenece a la derecha y la izquierda solo lo ejerce como anomalía histórica.
      No, no existe la ultraderecha pero mantienen una idea de España como unidad de destino en lo universal y los nacionalistas les parecen "indeseables, canallas, ratas, pendejos o energúmenos". Creen que la "mitad de la población de Euskadi es terrorista", Cataluña, "un horror"; y que la izquierda "tiene un 80% o 90% de coincidencias ideológicas con ETA", por eso estampan su sello en la cara de Zapatero. No se consideran racistas, no, pero los indígenas latinoamericanos como Evo Morales les resultan lo "más parecido a un chimpancé" y la celebración de una Conferencia Africana les recuerda "a los negritos de la canción del Cola Cao". Cualquier atisbo de solidaridad es altamente sospechosa y denuncian que España se ha llenado de ONG que son el hábitat natural de "los pijos, los caraduras, gilipollas y gorrones".
      Son radicalmente antifeministas, aunque tienen su altarcito de devoción dedicado a Esperanza Aguirre o a Rita Barberá. El resto de las mujeres políticas son "feas y vociferantes", a excepción de Carme Chacón, que aceptan "como animal de compañía", y de Leire Pajín, a la que denigran como "actriz porno, de las depravadas". No se privan de comentar "el culo respingón" de tal o cual ministra aunque en general creen que las mujeres de izquierdas son "tiorras, desorejadas o monstruas", incluidas las hijas del presidente, "unos callos horrorosos". Consideran que la igualdad de género es una estafa y que hay "un millón de hombres procesados que son víctimas" de la venganza de estas "arpías sin compasión". No están tampoco, a respetar a "la panda de homosexuales", "abreculos" o "sebosos" que son los verdaderos enchufados de la democracia.
      No. No existe ultraderecha pero estos conductores de masas consideran el franquismo como un régimen de "lo más normal", una época de paz que además "era divertida y libre". Les enerva la Ley de la Memoria Histórica e invocan la cruz y la espada para cerrar la puerta del pasado. Incluso añoran los usos del franquismo en los que la iniciación sexual se hacía "follándose a la criada", como debe ser, y no con manuales de "mapachichi".
      Nos preciamos en nuestro país de no tener una ultraderecha con presencia política, pero sus consignas ocupan metros cuadrados de periódicos y horas completas de programación, con un lenguaje ante el que palidecen las ultraderechas francesas u holandesas. Incluso, inocentemente, agradecemos al PP que haya absorbido a los militantes de la extrema derecha española. No nos damos cuenta de que el coste, quizá, es que veamos a algún destacado ultraderechista sentado en el Consejo de Ministros o dirigiendo los medios de comunicación públicos. Nos reímos de su frikismo, pero, como dicen en las redes juveniles, "no te rías de un friki porque puede ser tu próximo jefe". No son pocos ni están locos. Sirven a su señor. Sería mejor que salieran a la escena pública y que el PP aclare su relación con ellos, definitivamente.
      PD. Los entrecomillados, de los que me avergüenzo, son absolutamente literales.

      Preguntas incómodas


      Artículo publicado en El País Andalucía 
      Hay momentos de la política en que uno está disconforme con todo y con todos; en que no te convencen ni tirios ni troyanos; en que se ven los agujeros, las costuras, la impostura en cada una de las fuerzas políticas que vociferan en el Parlamento o ante los medios de comunicación.

      Hay etapas en que la actuación de algunos políticos se nos antoja más falsa que un billete de 70 euros y lo peor, de todo, es que tras algunas verdades se traslucen grandes mentiras y a la inversa.
      El caso de los ERE de Andalucía está siendo un momento singular de la política andaluza en el que todos los actores tendrían mucho que explicar sobre sus comportamientos, sus argumentos y sus verdaderas razones. Sin duda, es este un caso de corrupción que repugna especialmente a cualquier conciencia, un delito grosero, miserable, cometido por personas que han perdido la más mínima decencia personal.
      Con los datos en la mano, el PSOE no puede seguir negando que había una estructura en la Consejería de Empleo que se ha mantenido con varios titulares y que protegía estas prácticas. El PSOE debería contestar a algunas incómodas preguntas. Por ejemplo: ¿Por qué los beneficiarios se agrupan, casualmente, en determinadas zonas de Andalucía? ¿Por qué el consejero imputado se mantiene como presidente del Consejo Regulador de Jerez, o quien estuvo hasta el último momento protegiendo las actividades de Rivas al frente de la delegación de Sevilla? Finalmente, el PSOE debería dar alguna explicación de su negativa a constituir una comisión de investigación en el Parlamento que determine las responsabilidades políticas.
      Por lo que respecta al PP, fuera de micrófono reconocen que Griñán no es responsable de la corrupción de los ERE y admiten que fue él quien se obstinó en cambiar esa consejería. Sin embargo, en público escenifican espectáculos en los que intentan demostrar la culpabilidad del presidente de la Junta. Al PP se le ha aparecido la virgen en Andalucía. Es normal que lo aprovechen. Pero utilizan argumentos cuya aplicación al caso Gürtel sería muy reveladora. Vamos a ver, si Griñán es culpable porque cuando sucedieron los ERE irregulares, él era consejero de Hacienda, ¿acaso Arenas, que era secretario general del PP en esa época, no tiene responsabilidad alguna en las contrataciones de la trama Gürtel? ¿Cómo se explica la defensa que Arenas ha hecho de Bárcenas, hasta hace pocos meses, en los que calificaba de extraordinario su trabajo al frente de las finanzas del PP o alababa su decencia personal? El respeto a las decisiones de los jueces, a los que el PP reverencia en el caso de los ERE, es otra de las muestras de la doblez continuada de esta fuerza política que ha recusado a jueces, magistrados y abogados del caso Gürtel y ha proclamado que se trataba de una persecución política de carácter dictatorial.
      Izquierda Unida, por su parte, tampoco aparece limpia de polvo y paja en este desaguisado. Sus proclamas de transparencia y su petición de crear una comisión de investigación resultan poco convincentes si tenemos en cuenta que en la ciudad de Sevilla se han negado en dos ocasiones a crear una comisión que investigara el caso alma máter de toda esta trama: Mercasevilla.
      Finalmente, sería necesario que el proceso judicial fuese aséptico y limpio en grado sumo. Hay que reconocerle a la juez Alaya la investigación realizada hasta el momento en el caso Mercasevilla, donde detectó los primeros intrusos en un ERE, sin embargo, alguna de las actuaciones posteriores parecen respuestas al debate político. La última petición de documentación sobre las actuaciones del Gobierno andaluz en los últimos diez años, parece sobrepasar una investigación razonable de implicaciones y tampoco parecen adecuadas las opiniones personales que desliza sobre los medios de comunicación y sus afinidades políticas. Pero lo más dudoso del procedimiento es que se haya aceptado la personación de la asociación ultraderechista Manos Limpias, por cuyas ídem pasará toda la documentación de la Administración pública andaluza. ¿Estamos locos?